Si algo ha demostrado esta pandemia es que los contenidos audiovisuales han sido, son y serán un elemento de primera necesidad en nuestra confinada realidad presente y en la nueva.
Han resultado el refugio de muchos, el consuelo de otros y una ventana a la normalidad para todos nosotros. Prueba de ellos es que el consumo de todos los eslabones (televisión en abierto, pago, plataformas, etc.) se ha disparado hasta niveles nunca vistos. Y no tiene intención de revertir.
Este consumo desbocado supone que, luego de este traspié vital que ha resultado el confinamiento, el hambre de nuevos contenidos está garantizado.
Pero a pesar de esta necesidad evidente, muchas son las incógnitas que aguardan a quien quiera aventurarse en el mundo de la producción en la era de la nueva normalidad.
Algunas incógnitas, que también han compartido muchas otras empresas del sector y también las de fuera de él, como son los ERTEs y la reincorporación de los trabajadores, se han ido organizando sobre la marcha, a golpe de necesidad. No es que sea una cuestión totalmente resuelta aún, pero si que hay un camino marcado.
Otras, como los protocolos de actuación, están en pleno auge. Desde los criterios generales de la Orden Ministerial que hace poco (aunque no parezca) dictaba el Ministerio de Sanidad, de cumplimiento obligatorio, hasta la guía de buenas prácticas con recomendaciones generales, pasando por la convocatoria luego de más de 10 años, de la Comisión de Salud Laboral de los convenios colectivos del sector. Todo ello, en definitiva, redunda en el firme compromiso de todas las partes involucradas para encontrar un balance entre la seguridad de las personas y la adaptación de estas medidas a las necesidades del medio. ¿Cómo garantizar la integridad de los actores y a la vez conseguir puedan desarrollar su trabajo? ¿Cómo conseguir dotar de esa mayor seguridad a los menores? ¿Qué hacer con los lugares de rodaje reducidos? ¿Cuánto incrementará estas medidas los presupuestos y calendarios de producción?
En este campo, hay avances pero mucho aún por decidir. La necesidad de mantener ciertos rodajes (informativos y programas de televisión, sobre todo) han llevado a las empresas afectadas a tomar decisiones, incorporando mamparas, EPIs, pruebas, asistencia sanitaria on site, circuitos de circulación, etc. También se han organizado turnos y relevos y, en algún caso, se han generado equipos estancos sin contacto entre sí, que pueden garantizar la continuación de la actividad, en caso de contagio.
Otra cuestión vinculada es la necesidad de reorganizar presupuestos (por el incremento de costes que la implementación de las medidas anteriores supone en una producción) y, en el caso de producciones en marcha, revisar el plan financiero. En el caso de encargos de producción con televisiones y plataformas, por supuesto, lo anterior supone la correspondiente renegociación o adenda de los acuerdos ya firmados, algo harto complicado en depende qué contexto.
Todavía otras incógnitas, más complejas, aguardan su momento para ser resueltas. Cuestiones trascendentales, como puede ser el tema de los seguros.
Recordemos que, en materia de seguros, existen algunos que de manera sistemática han incorporado en las exclusiones al supuesto de pandemia, lo que supone que el seguro no cubre el riesgo en cuestión ni asume responsabilidad. Y si quedaba algún despistado que mantenía la cobertura, entre el final de 2019 e inicios de 2020, ya había rectificado. Desde luego, a nivel producción audiovisual, cualquier seguro vinculado a nuevas producciones contratado desde octubre-noviembre de 2019 en adelante incluía esta excepción, que llegó a estar en rojo en la primera página de la póliza en enero-febrero de 2020… para que no hubiera dudas.
De momento, ya empieza a haber reacciones. Es el caso de la sentencia dictada la semana pasada, que condena a una compañía aseguradora a cubrir el riesgo de COVID. Es verdad que el beneficiario del seguro es un restaurante cerrado y no una productora audiovisual, y que la sentencia es de un tribunal francés y no de uno español… pero da ideas. La batalla, sin duda, va a centrarse ahí en breve.
La cuestión no es baladí. Iniciar una producción audiovisual sin cobertura de seguro por COVID supone un salto al vacío para su productor. Algo que, salvo la administración pueda proveer una solución a través del reaseguro, por ejemplo, va a ser irremediable de momento.
Y finalmente, otras incógnitas, nucleares, que afectan al modelo de negocio tal y como los conocemos. Este nivel de reflexión es pura y meramente un acto de futurología por mi parte. Pero me voy a animar, al menos para que sirva a otros más iluminados y más expertos que yo, a encontrar soluciones.
Por empezar, en cuanto a los contenidos. Necesariamente van a cambiar.
Es previsible que la actividad con menores se vea reducida, simplemente por el hecho de que, aún tomando todas las medidas del caso, no hay manera, hoy por hoy, de brindar una garantía total, y la responsabilidad vinculada es demasiado grande, legal y moralmente hablando.
La figuración masiva se descartará, recurriendo a sustitutos tecnológicos.
Se valorarán contenidos más baratos de producir, que tengan más que ver con entrevistas o material de archivo, que la producción de ficción, que va a encarecerse y solo quedará para el gran presupuesto.
En ese caso, se reducirán los personajes y se adaptarán los guiones. Nos olvidamos de escenas tórridas y besos apasionados, salvo en grandes superproducciones en las que se pueda cumplir (física y financieramente) con un período de aislamiento inicial suficiente como para garantizar al 100 % que no hay riesgos.
Como siempre hay que ver el vaso medio lleno, hay que apuntar también que la adaptación de la producción a raíz del COVID se está produciendo a escala global. Y aunque no lo parezca, eso es una ventaja. Implementaremos en España protocolos COVID internacionales, a la vez que lo puedan hacer, por poner un ejemplo no al azar, en Estados Unidos. Ello supone que no llevaremos ningún decalaje ni tecnológico ni práctico y que nuestros profesionales seguirán estando a la altura de las expectativas del mercado internacional exactamente igual que antes de la pandemia. Y esto es algo que, manejado con sabiduría y una política de estado específica, puede garantizar no sólo la supervivencia de la industria a largo plazo, sino también que el sector audiovisual sea eje de desarrollo económico para nuestro país.
¿Volverá la gente al cine? Sí, me encanta pensar que sí. Cada uno defenderá esta posibilidad como una reivindicación por recuperar la libertad perdida durante estos meses. Ir al cine por primera vez luego de la pandemia es (y debe ser) como tomar esa primera cerveza… una experiencia vital que tendremos ganas de atesorar.
Pero la visita al cine no disminuirá ni el consumo de televisión ni el acceso a plataformas. Televisión que se centrará en el contenido-evento, ese programa que revienta los shares de audiencia, del que todo el mundo habla y que no vale ver al día siguiente. Plataformas, una o varias, para ver contenidos exclusivos, grandes superproducciones, los contenidos más frikis o esos productos de nicho que nadie más podría producir.
Y lo veremos todo, porque hemos comprobado que podemos ver el mundo, y hasta el universo entero, a través de nuestras pantallas, sin asumir ningún riesgo y sin perdernos ningún detalle.
Estamos, sin ningún género de duda, ante el inicio de una nueva era…
Mabel Klimt, socia del área Media & Entertainment de Elzaburu