Comienza el rodaje de ‘El vientre del mar’, escrita y dirigida por Agustí Villaronga e inspirada en un texto de Alessandro Baricco. Producida por Testamento y La Perifèrica produccions, con el patrocinio de la Fundacio Mallorca Turisme y la participación de TV3 y IB3, la película se rodará en localizaciones de Mallorca y el mar Mediterráneo y se prolongará hasta finales de agosto.
‘El vientre del mar’ es una película basada en hechos reales, protagonizada por Roger Casamajor, Oscar Kapoya y Muminu Diayo. Tras el naufragio de un buque, 147 hombres intentan salvarse, confinados en una balsa a la deriva en medio del mar. Un horror que duró días y días. Un conflicto que evoca la herida del hombre. Este naufragio fue inmortalizado por Théodore Gericault en el famoso lienzo La balsa de la Medusa, conservado en el Museo del Louvre. El escritor italiano Alessandro Baricco narra estos hechos en la novela Oceano Mare, concentrados en un capítulo titulado ‘El vientre del mar’.
El filme nace desde el confinamiento y su director y creador Agustí Villaronga lo define así: “Una pandemia. La idea de llevar a cabo este proyecto nació libre en su momento y estaba planteada en un principio para una obra de teatro. En el camino se cruzó una pandemia y el mundo de la cultura, como muchos otros, quedó desprotegido. Hubo momento que parecía que el mundo se iba a la deriva como la balsa. Nos planteamos muchas dudas y reflexionamos sobre como afrontar este conflicto. Así nació este proyecto, con la idea de comprendernos un poco mas a nosotros ante las dificultades y tratando de entender los conflictos».
Junio de 1816. La fragata la Alliance, de la Marina francesa, embarranca en un banco de arena ante las costas del Senegal. Al resultar inútiles los intentos para liberar el casco, no queda más remedio que abandonar la nave. Como los botes disponibles no son suficientes para acoger a todos los tripulantes, se construye una balsa de unos 12 metros de largo y 6 de ancho. En aquella embarcación precaria obligan a subir a 147 hombres: soldados, marineros, algún pasajero y unos pocos oficiales. El plan de evacuación de la nave prevé que los botes disponibles los remolquen hasta la orilla. EL pánico y la confusión se apoderan del convoy. Por cobardía o ineptitud, los botes pierden contacto con la balsa. La soga que lo remolca se rompe, o alguien la corta. Abandonan la balsa a su suerte. La corriente la arrastra, y desaparece en el horizonte. Un horror que duró días y días. Un escenario en que se mostraron la peor de las crueldades y la más dulce de las piedades.