La 64ª edición del Festival de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao – ZINEBI ha querido reconocer la trayectoria del cineasta guipuzcoano Iñigo Salaberria, recientemente fallecido, con un Mikeldi de Honor.
Férreo defensor de su independencia creativa, fue siempre fiel a una manera de entender el audiovisual imbricada en la tradición del videoarte, desde sus inicios en el París de los años ochenta, y hasta los últimos años de la pasada década, en los que sus cortometrajes se convirtieron en habituales de la programación de ZINEBI.
Iñigo Salaberria (1961-2022) ha sido uno de los artistas de vídeo más importantes de su generación, con una carrera intermitente, pero al mismo tiempo sostenida con tesón desde los años ochenta hasta nuestros días.
Tras estudiar Historia y Estética Cinematográfica en las universidades de Valladolid y París III, fue en los años 1984 y 1985 cuando tuvo su primer contacto con el videoarte a través de los cursos de vídeo del American Center de París, donde trabajó como asistente técnico en los talleres de artistas tan reconocidos e influyentes como Michel Jaffrennou, Joan Logue, William Wegman o Ken Feingold. Perteneciente a la segunda generación del videoarte español, Salaberria desarrolló una obra extremadamente coherente, que siempre se caracterizó por el interés en dotarse de una mirada propia, detallista y reflexiva, siempre muy atenta a los cambios perceptivos, y que claramente entroncaba con esa tradición del audiovisual experimental más centrada en los aspectos fenomenológicos de la imagen.
Su trabajo audiovisual desde el mismo comienzo se caracterizó por un acusado talante contemplativo: este trabajo se basó fundamentalmente en el desarrollo de una mirada observadora y penetrante, que buscaba trascender la mera apariencia de lo visible. Sin embargo, dentro de esa coherencia a la que nos hemos referido, si miramos con más detalle en su trabajo podemos advertir una serie de miradas sutilmente diversas, que en conjunto constituyen el retrato de un artista poliédrico y complejo.
Tanto en entrevistas desarrolladas en el contexto de programaciones audiovisuales como BideOtik en el Azkuna Zentroa (2017) o también, con motivo de la presentación de algunos de sus trabajos más recientes en ZINEBI – Festival de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao (2015, 2017, 2019), Salaberria explicó en numerosas ocasiones los objetivos y los presupuestos estéticos a partir de los que trabajaba en la realización de algunas de sus obras emblemáticas, como ‘Birta Mirkur’ (1987), ‘Sombras de cal’ (1990) o ‘Lo ibiltariak’ (2017), entre otras muchas.
En el visionado cronológico de sus obras, el espectador puede asistir a la transformación y al crecimiento de una mirada que en un comienzo parte casi de las premisas de la pintura impresionista (en obras como ‘Quai de Javel’ [1984], ‘Caliza’ [1985] o ‘Disdirak’ [1992]), para después alimentarse de una observación más compleja que oscila entre la del viajero romántico o la del etnógrafo experimental, en obras como ‘La noche navegable’ (1993) o ‘Benarés-Sanganer’ (1999), para finalmente llegar a identificarse con la figura del cazador solitario, o el francotirador que acecha en la noche, en trabajos que constituyen lo que él mismo denominó su “Trilogía nocturna”, formada por ‘Las horas contadas’ (2010), filmada en China; ‘Luz a la deriva’ (2015), en Islandia, y ‘Lo ibiltariak’, en Japón.
Todo ello culmina en ‘Rijeka’ (2019), su última obra finalizada, y la que fue grabada en Croacia. Pero también merece la pena destacar el papel conclusivo que ha tenido la recopilación final de imágenes de sus viejos Súper-8, que a modo de testamento visual ha sido correalizada recientemente con la cineasta María Elorza, bajo el título ‘On the Water’s Edge: Filmworks 1984-1988’ (2022).