El true crime es uno de los géneros ‘estrella’ del mercado audiovisual en la actualidad, pero constituye una producción con muchos riesgos para sus creadores, además de que los derechos de imagen están bajo el paraguas de una ley que se aprobó en 1982, hace más de 40 años. La sección de industria de la pasada segunda edición de South International Series Festival, que se celebró en Cádiz acogió la charla “Los límites del True Crime”.
Iñigo Pérez Tabernero, productor de ‘Sapo, S.A. Memorias de un ladrón’; Nerea Sanjuan, directora de Cultura, Deporte y Entretenimiento de Andersen Consulting, y Juan Moya, director y guionista (‘Arny, historia de una infamia’, ‘Yo fui un asesino: El crimen de la katana’), han compartido su experiencia con el género que funciona muy bien e interesa a todas las plataformas, moderados por el productor y periodista Toni Garrido.
Iñigo Pérez Tabernero ha dejado claro desde el inicio que el límite del true crime “empieza por un debate con uno mismo cuando se va a afrontar un proyecto, como hacerlo desde la honestidad tuya como productor, como director, con el equipo y yo siempre tengo muchos debates con los abogados al final, porque claro, obviamente ellos están para cuidarte, para protegerte, pero para mí el límite del true crime es el periodismo, y el periodismo pasa por, a veces, cruzar un poquito líneas o rozarlas al menos, donde a lo mejor mucha gente no se siente cómoda, pero uno cree, honestamente, que debe hacerlo para contar una buena historia”.
Hizo un recuento de producciones en las que ha participado como ‘Sapo, S.A. Memorias de un ladrón’ o ‘En el nombre de ellas’ y ha recalcado que llevarlos a cabo implican mucha responsabilidad y riesgo. En el caso de la primera producción, se trataba de un señor que en un pueblo de Yecla, en plena Navidad, robó 3.000 millones de pesetas cuando todo el mundo está en la iglesia de enfrente, “y a mí me parecía que ahí no estabas haciendo nada daño a nadie, porque en mi sentido y en mi responsabilidad, lo que estaba robando era dinero que había en cajas de seguridad, dinero negro, por lo tanto no me generaba ningún debate moral, pero luego con el segundo, uno afronta otro tipo de casos en los que la responsabilidad te lleva a otro sitio”.
Con esa serie, que en cuatro episodios da a conocer todos los aspectos del caso Kote Cabezudo, fotógrafo condenado por violación, abuso sexual, pornografía infantil y estafa a varias de sus clientes, agrega que, “como productores, lo que queríamos era darle voz a ellas, voz a esas mujeres que habían sufrido todos esos abusos por parte de una persona; los abogados, obviamente, nos dijeron que teníamos por lo menos que escribirle una carta al acusado dándole el derecho a réplica, pero afortunadamente declinó, porque si no, yo hubiera tenido un debate moral muy grande, yo no quería dar voz dentro del documental a una persona que ha abusado y violado a más de 100 mujeres, se calcula”.
El productor ha asumido que “concibo este tipo de producciones con el riesgo que conlleva, si no, me dedicaría a hacer otro tipo de cosas, un talent musical, por ejemplo, que ya los he hecho o haría otro tipo de cosas, pero si de repente quiero contar este tipo de historias y contarlas bien, siendo respetuoso con lo que estamos haciendo, con la conciencia de que estamos hablando de víctimas, hay algo que siempre se nos olvida a todos, que es la responsabilidad social corporativa, de la que habla todo el mundo, pero luego la dejan de lado”.
Al referirse a los límites del true crime, asegura que el género y la actualidad están peleados y se ha referido a la serie ‘El caso de Anabel Segura’ y ha apuntado que puede llevar a un análisis de dónde se está en la actualidad, ya que “es un caso de hace 30 años, pero en el que vamos a ver que en esa época no había protocolos de secuestro, la policía no sabía cómo se afrontaba aquello y de alguna forma, Anabel ayudó a que en este país se diseñaran todos esos protocolos y todos esos sistemas para poder resolver otros casos que hubo en la misma época o posteriores a ellos”. Ha puntualizado que con el tema del ‘derecho al olvido’, “yo tengo ciertas peleas emocionales, porque todo el mundo que va a la universidad o a la facultad de periodismo sabe de las cinco W, la primera es who y yo respeto mucho los derechos de todo el mundo, pero cuando es el caso de un asesinato, por ejemplo, hay una persona que ya no tiene ningún tipo de derecho porque está fallecida”.
El director y guionista Juan Moya ha aseverado que el true crime es una extensión del periodismo, pues se trata de elaborar una historia con mucho más tiempo, más detalles, más investigación, no quedarse simplemente en la crónica corta de alguien ha matado a alguien sino de intentar entender todo “y es esa curiosidad del saber por qué una persona sale de sus casillas y mata a alguien, la que nos tiene a todos fascinados y atrapados, finalmente es mucho más interesante hablar del mal que de hablar del bien”.
Coincide con Iñigo Pérez Tabernero que hay mucho riesgo en el desarrollo de producciones de true crime, y advierte que es cuestión de analizar cada caso, de sus características que lo hacen único porque existen estas líneas legales y luego, todo un margen ético. Ha recordado la experiencia con ‘Yo fui un asesino: El crimen de la Catana’, en el que directamente hubo un boicot al documental. “No sé si la gente estaba preparada o no, pero sin haberlo visto, en cuanto dieron por hecho que se había dado voz a un asesino de sus padres hubo un boicot no solamente hacia el documental, también hacia la cadena”, ha agregado.
Refiere que el crimen se realizó en el año 2000 y el documental en el 2017, fue uno de los primeros focus de este tipo que se hacían “y por eso supongo que levantó tanta controversia y la cuestión es que nosotros estamos muy reforzados por la labor de los abogados que nos están arropando para que no tengamos que meternos en líos, pero concretamente en este caso, entramos directamente en el tema de lo moral, en lo difícil que es afrontar el caso de un chaval de 16 años que mata a sus padres, a su hermana y que años más tarde decide contar a la opinión pública, cómo fue aquello y de alguna manera expiar la historia”.
Muchas de las producciones de true crime traen consigo el debate de si es posible la reinserción, a lo que Nerea Sanjuan, directora de Cultura, Deporte y Entretenimiento de Andersen Consulting, asiente que “por definición, nuestro sistema es así, como con la mayoría de los países europeos, hay que creer en la reinserción, sea luego de facto posible o no” y añade que al hacer una producción de true crime hay que tener claro que “estamos en el entorno de la Constitución, uno de los derechos fundamentales más importantes de una sociedad y siempre tenemos que buscar un equilibrio entre lo que es el derecho a la información y la libertad de expresión, que los protege la constitución, a partir de ahí hay una ley del 82, que tiene ya más de 40 años, que regula el derecho a la imagen”.
Nerea Sanjuan habló con Audiovisual451 y subrayó que a partir de los debates que se han generado con el tema del true crime y con la inteligencia artificial, sería interesante revisitar esta ley, aunque reconoció que “no deja de ser algo difícil y delicado de tratar por los derechos que están involucrados, el derecho a la información, la libertad de expresión, los derechos de imagen y el honor”.