El deseo de realizar una película de ciencia ficción siendo una cineasta caribeña no nace únicamente de la pasión por un género que me ha cautivado desde que tengo uso de razón.
Aunque este sentimiento está muy presente, es tan solo una parte de los factores que se han alineado para dar vida a ‘Aire, Just Breathe’*. Hay emociones más profundas y complejas en juego, que reflejan nuestra realidad particular como isleños y nuestra relación, a menudo desigual, con el mundo que nos rodea.
Cuando creces escuchando términos como «subdesarrollo» y «tercer mundo», el horizonte de posibilidades se reduce de manera sutil pero definitiva. Las historias que puedes contar como cineasta parecen predestinadas a encajar en narrativas dentro de la categoría de «dramas sociales».
Las películas de ciencia ficción, especialmente aquellas que imaginan futuros alternativos, no suelen tener cabida en esta caracterización, aunque aborden temas sumamente relevantes para la sociedad actual. La ficción especulativa tiende a reservarse para los países «desarrollados» y con un “futuro” menos incierto que el nuestro. En nuestras producciones, la conjugación del futuro perfecto no parece estar bien visto, como si, de alguna forma, no tuviéramos derecho a proyectarnos hacia él.
Tampoco es bien recibido utilizar el pretérito y mirar demasiado al pasado, ya que la colonización, según algunos, es un hecho tan remoto que prácticamente parece no haber ocurrido. Sus efectos sobre nuestra realidad actual son, con frecuencia, ignorados o incluso menospreciados. Así, quedamos atrapados en un presente eterno, lleno de pesadillas migratorias, pobreza y delincuencia.
Temas como la crisis ambiental y el feminismo, presentes en ‘Aire, Just Breathe’, se han repetido tantas veces que parecen haber perdido su capacidad de generar empatía, incluso frente al aumento de desastres naturales y la escalada de la violencia de género. La sociedad escucha estas palabras con la misma indiferencia con la que desliza hacia arriba noticias sobre guerras y genocidios que ocurren a tan solo unas millas de sus hogares.
En un mundo que proclama la era de la inclusión, parece que no solo estos temas tan importantes van perdiendo fuerza, sino que también se sigue excluyendo a los más vulnerables de nuestro Sur Global. Las pesadillas migratorias, pobreza y delincuencia de nuestro presente continúan afectándonos de la misma manera, tal vez peor. Ante este panorama, me pregunto: ¿ha llegado el momento de decir las cosas de otra manera?
Quiero evitar cualquier malinterpretación: es esencial que estos temas no dejen de estar presentes en nuestras vidas. Sin embargo, pareciera que hemos llegado a una encrucijada, un punto de inflexión.
Ojalá, como creadores, encontremos la libertad de conjugar todos los tiempos verbales y reimaginar nuestro lenguaje, ya sea bajo la luz de los reflectores o en las sombras del último rincón de esta fascinante industria de narrar historias con imágenes.
Quizás el futuro imperfecto y tangible de ‘Aire, Just Breathe’ tenga algo que aportar a esta conversación.
*AIRE es candidata a Mejor Película Iberoamericana en los 39 Premios Goya