El portal sobre cine latinoamericano LatAm Cinema, con el que Audiovisual451 mantiene un acuerdo de colaboración, acaba de lanzar un suplemento especial sobre el cine de Brasil (http://issuu.com/latamcinema/docs/locarno2014 y descarga directa en la web: http://www.latamcinema.com/revistas/locarno2014.pdf). Tras cerrar 2013 con la cifra récord de 129 producciones nacionales y una cuota de mercado del 18,6%, productores e instituciones cinematográficas del país miran hacia el extranjero para consolidar una industria en constante movimiento. En ocasión del foco dedicado al país en el Festival de Locarno, LatAm cinema analiza en este suplemento especial, la actualidad y los desafíos que enfrenta el cine brasileño en su salto internacional.
A continuación reproducimos parte de la entrevista a Eduardo Valente, asesor internacional de la Agencia Nacional de Cinema do Brasil (ANCINE). El cine brasileño vive años más estables que los altibajos de la producción nacional de los años 90. En este lapso de tiempo, Brasil se ha esforzado para alcanzar una producción constante de películas y -en términos de público- ha cuidado de su mercado interno más que de su internacionalización. Sin embargo, esa realidad ha cambiado en los últimos años, y actualmente el país tiene una clara ambición de posicionarse como un player internacional importante. Sobre ese proceso, habla el cineasta y asesor internacional de ANCINE, Eduardo Valente. C.M.
¿Cómo analizas la evolución de la industria brasileña de cine, teniendo en cuenta la Retomada de la producción en los años 90 y el momento actual?
Lo que más me llama la atención es que, a lo largo de estos años, la estructura de financiación del cine brasileño fue evolucionando. Eso nos trajo la experiencia. Fuimos aprendiendo con cada fase, alterando y ajustando los mecanismos de apoyo, y hoy creo que alcanzamos cierta madurez, tanto en el sector público, como en el privado. Nuestra estructura audiovisual es más segura, o sea, es posible trabajar en la industria con más seguridad, lo que permite que productores, distribuidores y exhibidores puedan hacer una planificación que no trata sólo de lo inmediato. Lo mejor es que llegamos a una meseta en que los incentivos del gobierno al audiovisual se sustentan por símismos, lo que significa que no es necesario sacar dinero de otros presupuestos para pasarlo al cine.
Si tuvieras que trazar un panorama general a un extranjero que no tiene intimidad con el cine que produce Brasil hoy, ¿qué tendencias destacarías?
Es posible decir que la estabilidad que estamos viviendo nos permite pensar en una producción de larga escala y trabajar no con películas aisladas, sino con un catálogo de proyectos, cosa que antes no pasaba. Las productoras han descubierto, por ejemplo, el camino de la comedia, que se comprobó efectivo en la relación con el público. Ahora, buscan diversificar sus productos explorando el cine de género en otros campos. También me parece que estamos bien representados en la otra punta, que es el de las películas independientes y estéticamente más arriesgadas, cada vez más presentes en festivales internacionales como el de Rotterdam o el FID Marseille, dos importantes referencias en términos de vanguardia cinematográfica. Claro que se genera una polarización entre esos dos campos, y lo que tenemos que buscar ahora son las llamadas películas de término medio. Son producciones de presupuestos ni tan caros ni tan limitados, que logren conectarse con un público amplio, al mismo tiempo que demuestran una preocupación autoral.
Hablando de la difusión internacional del cine brasileño, que ha sido uno de los esfuerzos de ANCINE en los últimos años, ¿qué tan efectivo ha sido el programa que invita a curadores internacionales a visitar el país y tomar contacto con películas, directores y productores?
La idea de traer a los curadores al país es interesante, no porque estimule automáticamente la selección de películas en los festivales, sino porque permite que ellos tengan una visión más amplia de lo que es el cine brasileño. Cuando eso pasa, hacen selecciones más seguras, con películas que, de alguna manera, dialogan entre sí. Es lo que llamamos educated choices, o sea, escoger sabiendo qué es la totalidad. Por otro lado, están las acciones de Cinema do Brasil, que es una institución público-privada, y facilita la cercanía entre productores brasileños y agentes de ventas y distribuidores de otros países. Eso nos permite fortalecer eslabones más comerciales de la cadena, y así el ciclo puede caminar mejor.
¿Por qué se da una importancia creciente a la coproducción en Brasil hoy en día?
Simplemente porque la coproducción es un camino natural para introducir a un país en un mercado internacional. Otros países latinoamericanos lo tomaron antes y lo hicieron por razones inmediatas, como por ejemplo, tener mercados internos más pequeños que el brasileño. Sabemos que la realidad del cine mundial, no sólo el brasileño, es sufrir la hegemonía del cine estadounidense, en primer lugar, y después de la cinematografía nacional, obviamente. Siendo así, luchamos por un espacio que representa de 2 a 5 % de cada mercado para todas las películas internacionales. En ese sentido, hemos dado hasta ahora pasos pequeños pero constantes para llegar a esos resultados.
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