La nueva película de Paul Greengrass y Matt Damon no podía ser otra que ‘Jason Bourne’. Una nueva entrega de la saga que ha rodado en Londres, Berlín, Washington DC, Las Vegas y Tenerife.
Desde la primera película de la saga ‘Bourne’, el realizador y los productores han querido que el público viaje a países muy diferentes, incluso a lugares que no son tan accesibles como antaño por razones de seguridad, políticas o económicas. Puede decirse que esta es una película rodada globalmente, con secuencias que transcurren en Beirut, Atenas, Macedonia, Roma, Reikiavik y muchos otros decorados naturales.
El rodaje en Tenerife
Impulsados por la necesidad de rodar en lugares muy diversos, los productores pensaron en la isla de Tenerife. «Tenerife posee la enorme ventaja de ofrecer muchas localizaciones en una única isla«, explica Gregory Goodman, uno de los productores de la cinta que llega a los cines españoles el 29 de julio. «Es realmente asombroso. Rodamos la secuencia de Beirut en una acera al lado de donde habíamos rodado la escena de Atenas y, sin embargo, no se parecía en nada. Teníamos la sensación de estar en Beirut, en otra parte del mundo».
En la primera escena de ‘Jason Bourne’ descubrimos a Bourne en un punto muy bajo de su vida, metido en un combate de boxeo a puño limpio con cualquiera que quiera enfrentarse a él. Nicky escoge ese momento para reaparecer: una cara más entre los espectadores y una mano que le entrega una nota indicándole dónde quedar con ella. En esa reunión, Nicky le revela algo asombroso. A pesar de que Bourne creía haber conseguido recordar todo el pasado, descubre que «recordar» no es sinónimo de «entender».
«Nicky es compasiva, pero hay poco lugar para la compasión en el mundo en que se mueve», explica la actriz Julia Stiles. «Es fascinante descubrir que Bourne deja que le golpeen porque se siente culpable por todo el daño que ha hecho. Es una capa más a una película que, tratada de otra forma, sería superficial».
«En ningún momento se dice que se esconde, pero está claro que ha desaparecido», añade el productor Gregory Goodman. «Es obvio que tiene grandes dudas y aún no se ha reconciliado con lo que es. El pasado sigue torturándole y busca una respuesta».
«Paul quería plasmar la manifestación física de la agitación interior de Bourne«, dice Matt Damon. «Por eso se dedica a golpear a otros seres humanos hasta noquearlos y a que hagan lo mismo con él. Es su forma de deshacerse de las imágenes y pensamientos que no le dejan vivir».
En principio, el primer oponente de Matt Damon solo iba a ser un figurante más mirando la pelea, pero tanto el director como el actor estaban de acuerdo en que su aspecto merecía algo más. Así fue cómo Ángel Rafael Toste Suárez fue «promocionado» y encarnó al enorme luchador del que Bourne se deshace con sorprendente facilidad. El segundo oponente es Brian Nickels, un especialista profesional y excampeón de boxeo a puño limpio con el que Matt Damon se entrenó durante varias semanas.
Sobre su contrincante en la gran pantalla, Matt Damon dice: «Brian es un tipo duro, muy duro. En estas películas siempre acabo enfrentándome a personas que son muy buenas en lo que hacen. Una pelea rodada se acerca casi más a la danza porque cada uno debe hacer lo previsto en el momento exacto. Brian siempre está en el punto exacto, y si me retraso ligeramente, todo sale bien porque sabe qué hacer. Siempre aviso a mi oponente: ‘Seguro que se me escapa un golpe, no lo hago a propósito, pero todo es muy rápido y puede que ocurra’. Me han dado en poquísimas ocasiones, pero siempre acabo golpeando a alguien. Son profesionales, y tampoco les doy muy fuerte, no pasa nada. Han recibido golpes mucho peores que los míos, ni se inmutan».
Nicky y Jason no quedan en un bar tranquilo, sino en la plaza Sintagma, en Atenas, donde al cabo de unos segundos hay un enfrentamiento entre la policía y unos manifestantes. «Decidimos que la reunión se celebraría en el centro de la ciudad, sumido en el caos más total», explica Paul Greengrass. Nicky llega sola a la plaza y ve a la policía frente a los manifestantes. Son escenas que representan mucho trabajo por la cantidad de personas y atrezo que requieren, figurantes, policías, coches volcados, cristales rotos, un cañón de agua, lanzamiento de piedras… Pero todo se resume en la seguridad, como siempre. El rodaje debe ser seguro, debe parecer real, y la acción debe ser dramática. Las escenas de desórdenes públicos solo funcionan si son muy específicas, si se filman detalles concretos. Eso sí, me lo paso muy bien rodándolas».
La responsabilidad de los decorados recayó en Paul Inglis, el supervisor de la dirección artística en Tenerife, que se encargó de crear la plaza Sintagma a partir de la plaza de España de Santa Cruz de Tenerife. «Disponemos de un sinfín de vídeos e imágenes en Internet que describen cómo era Atenas durante las manifestaciones. Santa Cruz tiene sus limitaciones, no es ni mucho menos tan grande como Atenas. Escogimos perspectivas apropiadas en las calles e incluso rodamos dos o tres veces en la misma porque sabíamos que, según la cantidad de humo, de lo que estuviera ardiendo y de la acción, la escena parecería transcurrir en otra calle. Esperamos haber conseguido crear una versión de Santa Cruz que ningún tinerfeño sea capaz de reconocer cuando vea la película».
El complicado decorado incluía ocultar todos los nombres de tiendas en castellano y sustituirlos por griegos, cambiar el nombre de las calles, colocar anuncios y carteles adecuados, envejecer todo lo que era demasiado nuevo, así como incrementar los destrozos y los grafiti de menos a más desde la plaza Sintagma a las calles adyacentes. Paul Inglis se hizo con los servicios de grafiteros locales, que estaban encantados de pintar legalmente por una vez.
Quizá lo más delicado era convertir a los cientos de figurantes en manifestantes, policías, periodistas y curiosos. «Fue posible gracias a Paul, a su forma de ver el cine y a sus poderes de comunicación», dice Gregory Goodman. «Pero no hubiéramos podido hacerlo sin Chris Carreras, el primer ayudante de dirección, ni sin Gary Powell, el coordinador de especialistas, y la disposición de Matt y Julia a hablar con ellos. Entre todos consiguieron que los figurantes sintieran que eran una parte importante del proceso, y que sin ellos, la película no sería tan grande».
A partir de imágenes de auténticas manifestaciones en Atenas, Paul Greengrass y el asesor militar Paul Biddiss dividieron los enfrentamientos en tres secciones y trabajaron cada una por separado, indicando cada detalle, desde quién y cuándo tiraba piedras o se enfrentaba a las fuerzas del orden, hasta la forma en que la policía rechazaba a los manifestantes o usaba el cañón de agua. «La preparación fue muy detallada», explica el productor Gregory Goodman. «Había muchos coches, mucha pirotecnia, mucha gente, pero lo mejor de todo fue descubrir el nivel de los figurantes. Cuando se trabaja fuera, nunca sabemos qué vamos a encontrarnos. En Tenerife, el grupo que trabajó de noche consiguió aportar una sensación de urgencia dramática a las escenas casi única«.
«Se trata de enseñar a los manifestantes cómo meterse con la policía y a la policía a reaccionar, y todo dentro de medidas de seguridad muy estrictas», añade Paul Biddis. «Creamos un auténtico equipo antidisturbios con máscaras de gas, escuadrones tácticos, perros, parecía absolutamente real. Enseñamos palabras y eslóganes en griego a los manifestantes. En realidad, dediqué el 60 % de mi tiempo a documentarme, y el restante 40 % a aportar mis conocimientos como miembro del ejército».
Cuando Bourne y Nicky se dan cuenta de que los siguen, Jason se hace con la moto de un policía, obliga a Nicky a subir detrás y sale a toda velocidad delante del coche que les persigue por estrechas callejuelas e incluso unas escaleras. Toda la persecución transcurre en medio de la batalla campal entre manifestantes y policías, con lanzamiento de cócteles Molotov, balas de goma y un cañón de agua controlado por unos universitarios.
Para esas escenas se modificó una moto Husqvarna 450 de motocross conducida por Paul Edmondson, campeón mundial de Enduro en cuatro ocasiones, y con Katy Bullock, campeona británica de trial, sentada detrás. Rob Herring, expiloto de motrocross GP, llevaba la moto en la que iba la cámara, y Alistair Whitton, finalista de los X Games, se encargó de la «bici-cámara». Finalmente, el conductor especialista Martin Ivanov, que ya trabajó en ‘El mito de Bourne’, iba al volante del coche perseguidor, un Volkswagen con el capó en llamas al ser alcanzado por un cóctel Molotov. Los planos de Matt Damon conduciendo se incorporaron posteriormente, durante el montaje.
El actor reconoce que el trabajo del equipo de especialistas le dejó asombrado: «Se supone que Jason sabe hacerlo todo. De pronto, me veo rodeado de auténticos expertos que me ayudan a hacer cosas dentro de una medida, y si no sé hacerlo, ellos se encargan. Luego, en la posproducción, colocan mi cara en el cuerpo de Paul y todos me verán haciendo cosas escalofriantes en una moto a pesar de mi falta de conocimientos«.
Durante el rodaje se oía a Simon Crane, director de la segunda unidad, gritar a los operarios de las cámaras colocadas en las grúas: «¡No quiero que sea bonito! ¡No lo quiero perfecto, no debe ser perfecto!» Al recordarlo, Simon Crane se echa a reír y añade: «Han aprendido a componer las tomas, pero esta película no va de eso. Queremos que sea dura y realista para meter al público dentro de la secuencia».
La escena clave de Beirut también se rodó en Tenerife. Asimismo, la isla hizo las veces de los aeropuertos de Reikiavik y de Atenas. El supervisor de dirección artística Paul Inglis dice: «Fue más de lo mismo, cambiar todos los carteles, anuncios y señalización, y asegurarse de que la megafonía hablaba primero en griego. Además, la historia indica en qué aeropuerto nos encontramos».
Estas secuencias se rodaron de noche y supuestamente a baja temperatura. Los actores y figurantes llevaban prendas de invierno a pesar de estar en la isla de la eterna primavera. Obviamente, el diseñador de vestuario y su equipo tuvieron que vestir a todos los figurantes en las escenas de la manifestación, para lo que fueron a una tienda que vende al peso y se hicieron con unos 365 kilos de ropa. La lavaron, tiñeron y «dejamos que la propia ropa hablara», dice el diseñador.