Por Emilio C. García Fernández
El Diario de Ávila del 25 de noviembre, incluye la tribuna ‘Desde el Mirador’, de Emilio C. García Fernández, Catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Complutense de Madrid. El catedrático de la UCM analiza en su contexto histórico una de las obras maestras de Carlos Saura, producida por el mítico Elías Querejeta: ‘La caza’, medio siglo después.
Es el momento del cine español. Desde todos los frentes estamos asistiendo a una abundante programación de películas producidas en España. Ya nadie puede decir que apenas se hace visible nuestro cine, especialmente en televisión; y en las salas, va encontrando la acogida necesaria destacando algún título sobre la mayoría.
Nuestra intención es centrar la mirada sobre una de las películas más relevantes de la historia del cine español, singular desafío de un joven director y un productor cualificado en la alternancia al cine más conservador, impregnado por las temáticas y planteamientos creativos que otros jóvenes están imponiendo desde los albores de los años cincuenta.
‘La caza’ (1966), tercer largometraje de Carlos Saura, es una apuesta por el estudio de las debilidades humanas, por el reconocimiento de las miserias y tragedias de una sociedad que generacionalmente buscaba avanzar en su desarrollo desde unos planteamientos de Estado que quieren y no pueden.
El trabajo narrativo cinematográfico sitúa al espectador como persona que observa cómo evolucionan los acontecimientos y en qué medida cada personaje se define y representa a un conjunto. La cacería se transmuta en caza, porque no se trata de animales irracionales sino de algo más abstracto y referido a las personas, aunque éstas acaben actuando como si fueran irracionales. Para ello Saura busca un escenario, con recuerdos ocasionales de un tiempo de conflicto pero que atiende más a las raíces del ser español, a todo aquello que su paisano Goya ya había plasmado en algunos trabajos como “Duelo a garrotazos”, ese ejercicio visceral en el que dos amigos acaban enfrentándose entre ellos por cabezonería; la lucha fratricida que tanto arraiga en nuestra piel de toro, con toda la carga simbólica que se quiera.
Pero ese escenario también nos habla de un género cinematográfico: el western, con todos los referentes climatológicos, personajes que se enfrentan, la ropa sudada. Sitúa en ese paisaje a cuatro personajes que tienen sus propios problemas pero que se confirman como referentes de otros muchos ciudadanos (interpretados por Ismael Merlo, Alfredo Mayo, José Mª Prada y Emilio Gutiérrez Caba). Además, cede la ingenuidad al joven que está alejado de los conflictos internos de los mayores al tiempo que disecciona la perversión moral a la que le someten los adultos: la madurez destroza a la juventud que le ha seguido gregariamente convencido de que debe seguir sus pasos. Las cuatro paredes figuradas del terreno se refuerzan con un sol abrasador y el vacío existente.
Con este paisaje Saura propone un diálogo permanente con la esencia de la violencia: la vivida, la apasionada y la agresiva. Es la representación social de un conjunto de inquietudes personales, de vivencias de las que nadie puede escapar y que, bajo presión, emergen con gran fuerza y alcanzan situaciones límite que acaban donde tienen que acabar. Es una reflexión sobre el rencor, la tragedia de “aquellas” historias, un resentimiento que agobia el día a día. El ambiente como metáfora del ser de los españoles, a quienes el clima y el paisaje les dominan.
La vida de compromiso que unos ciudadanos asumen tranquilamente mientras que otros la proyectan visceralmente se modifica al tiempo que los años van pasando. A mediados de los setenta, Saura comenta a Brassó que la política le parecía una cosa muy seria con la que no se podía jugar: “Lo menos que exijo a un político es que se comporte con arreglo a las ideas que expresa”. Quizás esta reflexión sugerida a mediados de los años setenta tenga mucho que decir en los tiempos que corren.
‘La caza’ permite entender cómo se encienden las ideas y en qué medida la angustia se apodera de los actos. Como dice Luis (José Mª Prada): “Para el buen cazador, la caza del conejo no tiene ningún interés. Es un bicho inofensivo que lo único que intenta es esconderse… Por eso, alguien dijo que la mejor caza es la del hombre”. El volcán surge desde el interior hasta erosionar y destruir el espacio que le rodea. Así pasa con las ideas que se pretende imponer a gritos sin permitir el diálogo pausado y reflexivo; es como el hurón que sale con el conejo en la boca que, sea donde sea y lo coloques como quieras, siempre actuará de la misma manera.
La metáfora de una época puede convertirse en realidad de otra, al tiempo que las miserias del ser humano abocarlo al irremediable final que se sabe sin disimulo; la amistad que reniega y degenera ocasionando la tragedia por excelencia y última.
El realismo manipulado, la mirada engañosa, el apretón de manos que guarda el dedo sobre el gatillo… todo fluye del polvo de la tierra árida, de la sombra inalcanzable, del sudor enfermizo. Esa plasticidad que sugiere que algo está por llegar; contraste de luz que agobia e inquieta.
Esta producción de Elías Querejeta, con guión de Angelino Fons y Saura, una excelente fotografía de Luis Cuadrado e interesante música con aire militar de Luis de Pablo, se consagró en el Festival de Berlín, en el que logró el Oso de Plata, lo que le permitió que tuviera un mejor recorrido comercial, que nunca fue excelente.
En el momento de producción de ‘La caza’ desde el Estado se propició una mayor apertura creativa que no impidió que en censura encontrase más rechazos que apoyos. José María García Escudero había facilitado muchas cosas desde la Dirección General de Cinematografía y el cine español ya se movía libremente a nivel internacional. Esto no supuso nada especial para los espectadores habituales en las salas de cine españolas, porque las carteleras seguían dominadas por el cine más comercial (el norteamericano).
No obstante, aunque se trata de una película y su época y que hoy puede plantear ciertas dificultades para un amplio sector del público, sí hay que decir que este filme se consagraría con el tiempo y el apoyo de la crítica como una de las más relevantes del cine español, y que nadie que se precie de conocer lo realizado por los directores españoles debe dejar de lado.
Artículo publicado en El Diario de Ávila del 25 de noviembre.