Steven Spielberg dirige a Meryl Streep y a Tom Hanks en ‘Los archivos del Pentágono’, un emocionante drama sobre la insólita colaboración entre Katharine Graham (Meryl Streep), la primera mujer editora del periódico The Washington Post, y su motivado director Ben Bradlee (Tom Hanks), en su carrera por alcanzar a The New York Times para poner al descubierto un enorme encubrimiento de secretos del gobierno que abarca tres décadas y cuatro presidentes de los Estados Unidos. Los dos deberán superar sus diferencias y arriesgar sus carreras, y su propia libertad, para sacar a la luz verdades enterradas desde hace tiempo.
La película recupera los hechos reales que se produjeron cuando The Washington Post y The New York Times formaron una alianza pragmática después del incendiario artículo publicado por el Times en el que desvelaba un estudio de alto secreto que acabaría conociéndose como los archivos del Pentágono.
Aunque The New York Times se adelantara con la primicia, The Washington Post decide continuar con la historia que le ha acarreado amenazas legales al Times y ha hecho que se le eche encima la Casa Blanca con todo su poder, pues la necesidad de una nación escandalizada de saber lo que le oculta su gobierno se impone al enorme riesgo personal que corren. Podría estar en el aire el destino de millones de personas, entre ellos miles de soldados estadounidenses que libran una guerra que su gobierno no cree que se pueda ganar. En apenas unos días de crisis, la pionera pero inexperta editora del Post Katharine Graham tendrá que sopesar su legado con su conciencia mientras consigue reunir la confianza suficiente para liderar; y el director Ben Bradlee deberá presionar a su equipo para ir más allá de lo que normalmente exige su profesión, sabiendo que podrían acabar acusados de traición por hacer su trabajo. Pero, a medida que lo hacen, los periodistas del Post, aunque tengan todas las de perder, se unen en una lucha más grande que todos ellos, una lucha por sus compañeros y por la Constitución, que pone de relieve la necesidad de una prensa libre que obligue a rendir cuentas a los líderes de una democracia, a la vez que pone a prueba a Graham y a Bradlee hasta lo más profundo de su ser.
¿Qué son los archivos del Pentágono?
El documento
En marzo de 1971, el reportero de The New York Times Neil Sheehan obtuvo un acceso extraordinario a un informe altamente clasificado de 7000 páginas plagado de secretos gubernamentales inculpatorios. El documento, preparado originalmente a instancias del por entonces Secretario de Defensa de los EE. UU., Robert McNamara, en 1967, tenía el prosaico título, ‘Historia de la toma de decisiones de los EE. UU. en Vietnam, 1945-66‘.
Por inocuo que sonara, el reportaje tendría unas consecuencias devastadoras que aún se sienten en la actualidad. El documento —que no tardaría en ser conocido en todo el mundo como los archivos del Pentágono— descubrió una siniestra verdad: que los amplios y variados engaños sobre la mortífera guerra que se estaba librando en Vietnam habían abarcado cuatro administraciones presidenciales, desde Truman hasta Eisenhower, Kennedy y Johnson. Los archivos del Pentágono desvelaron que cada uno de esos presidentes había engañado repetidas veces al público en cuanto a las operaciones de Estados Unidos en Vietnam y que, aunque el gobierno supuestamente buscara la paz, los militares y la CIA trabajaban en secreto ampliando sus operaciones bélicas. La documentación proporcionó una oscura historia cargada de pruebas de asesinatos, violaciones de la Convención de Ginebra, elecciones amañadas y mentiras al Congreso.
Esas revelaciones se convirtieron en noticias especialmente explosivas en un momento en el que soldados estadounidenses, muchos de ellos llamados a filas y obligados a servir, seguían corriendo peligro de muerte a cada instante. En última instancia, la guerra de Vietnam, de la que Estados Unidos se retiraría en 1975, se cobró las vidas de 58.220 militares y provocó de forma directa la pérdida de más de un millón de vidas. Los archivos del Pentágono sacaron a la luz los engaños que condujeron a muchas de esas muertes.
La fuente
La fuente responsable de la primicia de The New York Times sobre los archivos del Pentágono fue a decir de todos un brillante analista militar de la Corporación RAND —un influyente comité de expertos financiado por el gobierno— convertido en informante: Daniel Ellsberg, que había formado parte en un primer momento de los que escribieron ese estudio secreto. Ellsberg había servido como marine y pasó dos años trabajando en Vietnam con el Departamento de Estado de EE. UU. Pero iría sintiéndose cada vez más desencantado ante las flagrantes disparidades entre lo que veía que sucedía sobre el terreno, lo que pasaba a puerta cerrada en Washington y todo lo que el pueblo americano no sabía sobre la prognosis y la conducta de la guerra.
En 1969, impulsado a actuar en favor de los soldados, pese al peligro que suponía para él, Ellsberg y su compañero de RAND Anthony Russo empezaron a fotocopiar furtivamente las 7000 páginas de los archivos del Pentágono. Lo hicieron página a página, sacando el documento de su cámara segura en RAND cada noche y llevando su contrabando oculto en un maletín a una fotocopiadora que había en la oficina en la que trabajaba la novia de Russo, Lynda Resnick, que tenía su propia agencia publicitaria (Resnick ya se había involucrado en el movimiento contrario a la guerra).
Aunque Ellsberg veía todo esto como un acto de sumo patriotismo, algunos lo calificarían poco después como “el hombre más peligroso de Estados Unidos”.
El reportaje de The New York Times y la batalla legal
Una vez que contaba con una copia completa fuera de la cámara, Ellsberg pensó en un primer momento que intentaría usar los canales oficiales para poner toda la documentación en manos del público. Pero cuando vio que no conseguía llegar a ninguna parte con varios miembros del Congreso, decidió que su siguiente mejor opción era filtrar el material clasificado a The New York Times. En marzo de 1971, Ellsberg invitó con cautela al reportero Neil Sheehan —que había empezado a informar desde Saigón con 26 años de edad y era conocido por su dura cobertura de asuntos militares y políticos— a echar un vistazo a lo que tenía. Pese a que Sheehan no pudo prometerle nada a Ellsberg, le ofreció llevarles los archivos a sus jefes del Times.
El Times reconoció la naturaleza trascendente e incendiaria de los documentos. En contra de los consejos de sus asesores legales, el editor Arthur “Punch” Sulzberger y el director editorial Abe Rosenthal decidieron seguir adelante, tras tomar detenidamente en consideración su responsabilidad tanto para con el público como con el interés nacional. Un equipo de reporteros organizó una operación clandestina en un hotel y se pasó tres meses estudiando los documentos en profundidad, preparando cómo contar una historia tan compleja, complicada aún más por el hecho de que temían que el FBI pudiera estar siguiéndoles la pista. Se tomó la decisión de publicar la información de la forma menos sensacionalista que fuera posible.
No obstante, en cuanto The New York Times llegó a los kioscos de prensa el domingo 13 de junio de 1971 con el titular de primera plana “Archivos de Vietnam: Estudio del Pentágono analiza 3 décadas de creciente implicación estadounidense”, se desató el caos. Los directores de noticias de todos los demás periódicos importantes, conscientes de que se les habían adelantado con una primicia importante, empezaron a poner apresuradamente en marcha sus propias investigaciones. Entretanto, en Washington, se empezaron a acelerar los procedimientos para procesar no solo a Ellsberg, sino a The New York Times y a cualquiera que pudiera intentar sacar a la luz los secretos contenidos en esos documentos.
El 15 de junio, la administración Nixon pidió a un tribunal federal un mandamiento judicial para detener la publicación de cualquier nuevo material por parte del Times, argumentando que dicha publicación pondría en peligro la seguridad nacional. Se les concedió su petición.
La decisión de The Washington Post
Mientras The New York Times tenía prohibido seguir publicando nada más, otros periódicos empezaron a competir para conseguir acceder a los documentos y escribir sus propias historias y análisis. The Washington Post, visto desde hace tiempo como un periódico local de poca monta comparado con uno más importante y de alcance nacional como The New York Times, tomó inmediatamente el testigo y el ayudante de dirección editorial Ben Bagdikian, antiguo compañero de Ellsberg en RAND, se puso a localizar otra copia completa de los documentos. Después recayó en la editora, Katharine Graham —por aquel entonces la única mujer en una posición de poder en un periódico nacional importante— darles luz verde o pisar el freno. Bajo una enorme presión y en contra de los consejos que le decían que podía echar por tierra el futuro del periódico, que se disponía entonces a realizar una OPV, decidió sin embargo darle al director Ben Bradlee el visto bueno para empezar a publicar historias.
El 18 de junio, The Washington Post se convirtió en el primero en publicar material de los archivos del Pentágono tras el mandamiento judicial contra el Times, a costa de verse también implicado en el proceso legal. Ese mismo día, el Departamento de Justicia solicitó una orden de alejamiento inmediata y un mandamiento judicial permanente contra The Washington Post, aunque esta vez el juez federal ante el que presentaron la causa les denegó la orden. Entretanto, el valor del Times y posteriormente del Post no hizo más que animar a la publicación de más historias sobre el tema en el Boston Globe, Chicago Sun-Times y otros periódicos, mientras la importancia del momento cobró vida propia.
El 30 de junio, el Tribunal Supremo se pronunció, revocando el mandamiento judicial contra la publicación. La opinión mayoritaria sostenía que la publicación de los archivos del Pentágono era de interés público y que era deber de una prensa libre obligar al gobierno a rendir cuentas.
Ellsberg y Russo fueron procesados por violar la Ley de Espionaje y Ellsberg se encontró afrontando la posibilidad de una condena de 115 años de prisión. Su juicio empezó en enero de 1973, justo cuando estallaba el escándalo Watergate. Ambos casos se verían irremediablemente vinculados, cuando salieron a la luz revelaciones de que la Casa Blanca de Nixon había autorizado ilícitamente espiar al psiquiatra de Ellsberg en un intento de desacreditar al propio Ellsberg. Al final, el 11 de mayo de 1973, el juez de la causa declaró el juicio nulo debido a lo que consideró una conducta negligente muy grave por parte del gobierno. Todos los cargos contra Ellsberg y Russo fueron retirados.
Para entonces, la historia de los archivos del Pentágono ya no trataba simplemente sobre un único y controvertido acto de conciencia; se trataba más bien del gran poder que conllevan muchos actos similares unidos y del poder de decir la verdad, sin importar las amenazas y peligros que ello suponga.