Álvaro Gago bucea a brazadas cortas y largas en el universo realista de ‘Matria’

Por Rocío Ayuso.

Álvaro Gago (Vigo, 1986) tiene dos amores. Se trata de una bigamia que muy pocos se permiten. Lo normal es olvidarse del primer amor una vez que un autor salta a la liga de los grandes. No todos. Algunos, como Pedro Almodóvar, han regresado a la producción de pequeñas joyas, esas llamadas cortometrajes no porque se queden cortas sino porque, como dice la palabra, su metraje es breve.

El realizador, guionista y productor de ‘Matria’, primero un cortometraje y ahora, cerca de seis años después, un largo, ama los dos formatos con la misma pasión. “Lo de que el cortometraje es ‘un salto’ al largo es una expresión que no comparto. Me he vuelto a enamorar de dos ideas: una es un largo y otra un corto e indistintamente las iré desarrollando sin pensar que ahora, como ya he hecho mi primera película larga, me tengo que adaptar a este formato. Yo creo que hay cosas que se adaptan a un formato y otras, a otro”, hizo este inciso nada más comenzar la conversación en la presentación del que es su primer largometraje.

‘Matria’, el largo, llega a los cines muy bien arropado. El filme que protagoniza María Vázquez tuvo su puesta de largo en el Festival de Berlín y acaba de conseguir el premio Biznaga de Plata para su actriz protagonista en el Festival de Málaga. En corto, ‘Matria’ fue más que una tarjeta de presentación para este cineasta que sale del campo de la edición y el montaje y que ama el cine independiente hecho por mujeres, películas como ‘Rider’ y ‘Nomadland’, de Chloé Zhao, o ‘Never Rarely Sometimes Always’, de Eliza Hittman. También el cine clásico de Hitchcock es fuente de inspiración. O de conocimiento.

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Pero la semilla que le hizo llevar a la pantalla la historia de Ramona, una gallega cuya lucha es mantenerse a flote en un día a día cualquiera, una batalla que viven muchas otras mujeres invisibles, la plantó Francisca Iglesias Bouzón mientras estaba trabajando con su abuelo. “No hubo un documental, pero hice pequeñas piezas para preservar un poco la memoria de mi abuelo, que estaba en la rampa de salida, y ella, de manera natural, fue un poco invadiendo la imagen”, recuerda ahora.  Eso lo editó, pero nunca lo mostró. Solo en familia. “Ahora podría formar un tríptico interesante con el corto y el largo”, piensa.

Aunque sin preparación formal, Francis fue la actriz protagonista de un cortometraje que le valió a Gago merecidos piropos como los de la revista Variety, que le consideró un valor a seguir en la cinematografía española, o el de la publicación británica Screen Internacional’, que vio en él a una estrella del futuro. La Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA por sus siglas en inglés) también le seleccionó para tomar parte en el programa de residencia que anualmente organiza junto al Festival de Toronto y el de Venecia. Un alumno aventajado que en el largometraje también contó con el apoyo de Francisca, como talismán en un papel mucho más corto tras la barra de un bar, pero sobre todo como parte de los ensayos con Vázquez. “Su huella estuvo muy presente en todo. Francis es una cineasta en potencia a la que nunca le han dado la oportunidad, pero hay ejemplos muy concretos de su capacidad para leer la puesta en escena, para captar el ritmo cinematográfico y emitir juicios que quizás no los expresa con términos técnicos, pero sí con una intuición desbordante”, detalla dándole el crédito que merece una mujer a la que dedica su largometraje.

Alvaro Gago
Álvaro Gago.

Pausado en su conversación, pero con una charla plagada de conocimiento y sentimiento, tanto cinematográfico como de la realidad social en la que vivimos, Gago es muy consciente del milagro que es hacer cine. Lo ha vivido en sus carnes. Pese a los grandes elogios con los que fue recibido ‘Matria’, el corto, en 2017, al largometraje le ha tomado seis años ser una realidad en un país en el que quizás no se hace tanto cine como en los vecinos Francia o Portugal. Y en cualquier caso hay que seguir viviendo. El realizador no se queja. “He tenido muchísima suerte con el corto -dice-. Retuve todo el control de la producción, con mi padre y con mi tío que no aspiran a beneficiarse económicamente. Ha sido un cortometraje de los pocos en el mundo que ha tenido un retorno económico grande”. El logro tuvo sus peleas porque, como recuerda, habitualmente ningunean a los cortometrajistas haciéndoles propuestas que tienen que ver con la visibilidad a cambio de nada. “En muchas ocasiones hemos dicho que no a propuestas que nos darían esa visibilidad fantástica”, indica de aquellas quimeras que no le hubieran permitido seguir adelante por la falta de dinero. Por el contrario, Gago se movió por más de 150 asociaciones, institutos, colegios, dando a conocer desde la base un corto que muchos describen como de un marcado realismo social, aunque al realizador no le gusta el término. “En muchas ocasiones da más quien menos tiene”, resume de su forma de distribución. También se mantuvo a flote como cineasta con programas de residencia como el de la Academia del Cine español, “el programa Rueda que durante 6 meses paga un sueldo por escribir” y trabajando como tutor en diferentes laboratorios. “No me estoy haciendo rico, pero me ha permitido mantenerme dignamente sin grandes despliegues”, resume.

Sigue siendo difícil hacer cine en España, pero Álvaro ve con mejores ojos la situación del sector en el llamado año de oro de la producción cinematográfica española. “Los milagros no existen. Hay una persona como Beatriz Navas al frente de una institución como ICAA quien con su equipo de trabajo ha estado impulsando desde que llega un cierto tipo de mirada, un cierto tipo de cine. Es importante reconocer este trabajo, la impronta, el hecho de que salgan estas películas con carácter muy único, específico, que desde su localidad aspiran a lo universal. Propuestas que vienen solo a enriquecer el panorama cinematográfico internacional más allá del ímpetu de los cineastas por buscar un cierto tipo de verdad. Lo genuino que sobrevive en la periferia. Eso está siendo reconocido por los certámenes y los equipos de programación de los festivales y el público en general”, apunta.

MATRIA Avalon Alvaro Gago
‘Matria’, largometraje de Álvaro Gago. Imagen de Avalon.

Habla de películas como ‘Alcarràs’. O ‘Secaderos’, que acaba de ser galardonada en el festival SXSW en Austin (EEUU). También están ‘El agua’, de Elena López Riera, presente en el pasado Festival de Cannes, ‘Suro’, de Mikel Gurrea, o ‘La maternal’, de Pilar Palomero. “Todos y todas buscamos sentirnos parte de algo y sí que es cierto que siento que existe un interés por volver a conectar con la Naturaleza, con volver a las raíces. Hay un reconocimiento por parte de los cineastas de un cierto tipo de verdad que ya solo sobrevive en la periferia, que las ciudades se han vuelto muy plasticosas, artificiales y eso empuja a salir en busca de esa verdad, de esos rostros, de esas pieles. También en busca de una cierta especificidad que no tiene que ver con el exotismo sino con mundos que están desapareciendo, mundos que se desvanecen. Tiene que ver con historias y personajes que si no fuese por estos cineastas quedarían invisibilizados. Veo unos cineastas que quieren ser canal de ciertas historias. No tanto imponer su mirada, sino convertirse un poco en el canal reconociendo que el cine sigue estando en manos de unos pocos y unas pocas y que se está democratizando un poquito el punto de vista, expandiendo. Y eso es muy bueno para el cine español. Aún así, hay muy poca gente obrera haciendo cine”, se explaya hablando de un canal con el que Francisca, como las muchas Ramonas del mundo, ha podido decirle a la audiencia ‘esta soy yo y esta es mi historia’.

Próximamente…

Con respecto a sus dos amores, uno tiene forma de cortometraje, trabajando con una pareja que tiene un hijo con cierto grado de autismo. La idea de nuevo nació del contacto, en este caso con uno de los actores de ‘Matria’. “Todo su potencial queda reducido a unas escenas que no dejan explorar todo su rango, pero me emociona mucho trabajar con esta familia. Es una semilla que está ahí, que me quema dentro”, describe de un proyecto en sus primeros pasos. El largometraje ya tiene título, ‘Puerto Alegre’. “Voy a rodar en el pueblo de mi madre, en A Mariña Lucense en San Cibrao, y voy a viajar al tiempo suspendido de mi infancia. Voy a viajar a un proceso de duelo a varias velocidades, individual pero también colectivo que entre otras cosas me va a permitir avanzar en mi proceso de sanación. Es mi proyecto más personal y autobiográfico y quizás un proyecto que me sume en una incertidumbre importante porque intuyo que me voy a meter en otro tipo de propuesta, quizás alejada un poco de un naturalismo si lo quieres llamar así en el que he buceado en mis últimas propuestas para viajar hacia una precepción de la realidad más subjetiva que inevitablemente va a revertir en la propuesta formal de la película”, resume en una explosión de palabras y describiéndose un poco como su Ramona, ilusionada y a la vez un poco asustado ante lo desconocido.

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