El 14 de marzo el Gobierno que preside Pedro Sánchez decretaba el Estado de Alarma en España para hacer frente a la pandemia que asolaba el mundo. La alerta sanitaria hacía saltar por los aires el mundo tal y cómo lo conocíamos. Se paralizaba toda la actividad empresarial no consideraba imprescindible, se cerraban los centros educativos y se confinaba a la población en sus casas hasta nueva orden, mientras que, a pesar del inhumano y encomiable esfuerzo realizado por el personal sanitario, se colapsaba el sistema de salud por la Covid-19. Era solo el principio de una tragedia de dimensiones desconocidas hasta entonces, que ha dejado miles de muertos, además de muchas secuelas físicas, psicológicas y económicas.
Como es lógico, el sector audiovisual recibió el golpe como tantos otros. La organización del Festival de Málaga. Cine en español fue de las primeras en tomar posiciones con la decisión de aplazar su 23ª edición, que tenía previsto comenzar el 13 de marzo, “por la incertidumbre que genera la evolución del coronavirus”.
El certamen de la Costa del Sol, que ahora se celebrará a finales de agosto, se cancelaba a solo tres días de su inauguración, una decisión que entonces parecía arriesgada y hoy, tres meses después, solo se puede considerar de muy acertada y digna de elogio. El comunicado oficial del Festival dirigido por Juan Antonio Vigar decía que “aunque las autoridades sanitarias no impiden por el momento expresamente mantenerlo, su recomendación de no viajar dificulta que la cita se desarrolle con normalidad”. Después de Málaga vendrían multitud de cancelaciones de eventos o su transformación en versiones online.
Una de las cancelaciones más sonadas fue la del Festival de Cannes, el más importante del mundo, que primero se aplazó y ya en junio decidió no celebrar su 73ª edición este año, salvando solo una versión Online del Marché du Film y anunciando la selección de filmes seleccionados para esta edición fantasma. Por cierto, entre las elegidas está la última película de Fernando Trueba: ‘El Olvido Que Seremos’.
Málaga puso solo el prólogo macabro a lo que estaba por venir en los siguientes días, la paralización total de rodajes cinematográficos y la grabación de series, cierre de cines y el consiguiente desplazamiento de los estrenos de las películas, cancelación o traslado de fechas de festivales y eventos, muchos de ellos mutados en versiones virtuales, además de un inusitado, por elevado, consumo de contenidos online y de la propia televisión lineal. Paradójicamente, cuando todo se paraba en el sector, la demanda de contenidos audiovisuales se disparaba.
Según los datos de Spain Film Commission, desde el miércoles 11 de marzo se fueron suspendiendo paulatinamente los rodajes hasta su paralización total desde la aplicación de las medidas establecidas en el decreto de Estado de Alarma. En una semana, fueron más de 300 los rodajes que se vieron suspendidos, un 11 por ciento largometrajes; un 13 por ciento series de televisión; 10 por ciento de documentales; 12 por ciento Programas de TV; un nueve por ciento cortometrajes; un 26 por ciento Publicidad; un siete por ciento Shootings fotográficos; un cinco por ciento Videoclips y 7 por ciento Otros. Sin olvidar que los seguros contratados, no se hacían cargo, porque en sus pólizas se excluyen las pandemias. Un drama.
Además, el 52 por ciento de esas filmaciones eran rodajes de producciones españolas, mientras que un 48 por ciento correspondían a rodajes internacionales, según la patronal de Film Commissions. En ese sentido, la asociación de empresas productoras de audiovisual internacional, PROFILM, recopiló las pérdidas generadas por las paralizaciones de proyectos de cine y serie extranjeras que se estaban desarrollando en España en esos momentos y hasta el 20 de marzo, 13 proyectos procedentes del Reino Unido, Estados Unidos, Dinamarca, Italia o Alemania, se había paralizado o cancelado dejando de invertir 83.689.698 euros lo que suponía una pérdida del 63 por ciento del volumen anual respecto al año pasado.
Se trataba de rodajes o postproducciones que en algunos casos ya se habían iniciado en distintas localizaciones de Andalucía, Madrid, Canarias, Mallorca o Cataluña. “Los datos son demoledores. Series internacionales como ‘The Crown’ han sido canceladas y otras simplemente se han paralizado sine die”, comentaba el presidente de PROFILM, Adrián Guerra. También se resentía la cadena de empresas proveedoras de servicios -alquileres de equipos, seguridad, transporte, seguros…
Asimismo, el Cluster Audiovisual de Canarias estimaba se habían perdido en las islas más de 30 millones de euros y la Asociación Galega de Productoras Independientes (Agapi) también hacía balance para valorar el impacto de la crisis del Covid-19 y estimaba que hasta el 30 de marzo la merma económica era de más de tres millones de euros que afectaban a un total de 20 proyectos en marcha, la mayoría eran largometrajes de ficción pero también documentales, cortometrajes y series. El sector, como toda la sociedad española estaba en estado de shock, ante una situación desconocida, una pesadilla de la que no sabía cuando iba a despertar.
Siendo justos, la paralización no fue absoluta y gran parte del sector supo reinventarse en pleno confinamiento, por ejemplo, los productores que no estaban rodando en medio de la crisis sanitaria, tuvieron que adaptar sus agendas y las estructuras laborales de sus empresas al teletrabajo, lo que reforzó labores como la preproducción y el desarrollo de proyectos. Por su parte, los estudios de postproducción, acostumbrados a trabajar en remoto, pudieron adaptarse mucho mejor, pero ninguno lo hizo al nivel del sector de animación, junto a las plataformas online, entre los amargos triunfadores de la situación.
Mientras cientos de rodajes de producciones de imagen real se suspendían sine die en España por el Estado de Alarma, los estudios de animación no cesaron su actividad. “La animación es un sector acostumbrado a trabajar de manera virtual y deslocalizada” comentaba esos días el presidente de DIBOOS, Nico Matji, a Audiovisual451. “Ningún estudio español de animación ha parado, todos han mandado a sus trabajadores a casa y siguen funcionando gracias al teletrabajo. No es la forma ideal de trabajar pero si esta situación dura dos meses, serán dos meses en los que seguiremos avanzando en nuestros proyectos” añadía Matji. Quizá la excepción era la animación en stop motion, que sí necesita un trabajo más presencial.
En esas primeras semanas de incertidumbre, confinamiento y tragedia todas las miradas estaban puestas en los pasos que daría el Ejecutivo de Pedro Sánchez en su apoyo al sector cultural que, por otro lado, se había volcado a ofrecer contenidos gratuitos en la red para entretener a los ciudadanos encerrados en sus casas.
El martes 7 de abril, el Ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, realizaba su primera comparecencia en rueda de prensa, junto al Ministro de Sanidad, Salvador Illa, para dar cuenta de las actuaciones llevadas a cabo desde su ministerio tras la declaración del Estado de alarma. En esos momentos, la ausencia de medidas concretas inmediatas para el sector cultural para paliar los efectos de la pandemia del Covid-19 fue muy criticada por algunos agentes del sector cultural, como la Unión de Actores y Actrices.
El Ministro de Cultura trató de explicar en esos primeros días de abril la estrategia que llevó a no movilizar fondos específicos para el sector cultural como sí han habían otros países del entorno europeo, aunque aclaró que las medidas concretas llegarían cuando la situación sanitaria lo permitiese: “No hemos movilizado fondos específicos para la Cultura porque hemos movilizado fondos generales y en una cuantía importantísima. Todos somos conscientes de que esta es una crisis total que afecta al conjunto de la economía española, también a la Cultura y al Deporte, pero no solo a la Cultura y al Deporte. Por eso nos parece que lo razonable ahora, lo justificado, es el esfuerzo general para que este país salga adelante. Llegará el momento en el que tendremos que impulsar a la Cultura y al Deporte cuando la situación social y sanitaria lo permita. Nos parece que nuestra decisión de hacer un gran apoyo general transversal e inclusivo es una decisión de país en este momento inicial en el que la pandemia nos golpea todavía de una manera muy fuerte mucho más razonable y justificada, lo cual no es óbice para que en otros momentos podamos implementar otro tipo de medidas específicas cuando las circunstancias lo permitan”, aseguró.
Pero la frase que indignó e hizo despertar al sector cultural de su estado de shock inicial fue: “Hoy toca pensar en los enfermos, en salvar vidas y en parar el virus. Cuando lo consigamos haremos todo para reactivar la Cultura y el Deporte. Como decía Orson Welles, primero va la vida y luego el cine, pero la vida sin cine, sin cultura, tiene muy poco sentido y es muy poco humana”, concluyó el titular de Cultura.
La intervención del ministro fue como un pellizco y desató en el sector cultural un frenesí de asociacionismo sin precedentes en el audiovisual. La industria cultural en su conjunto tomó conciencia con el objetivo de no quedarse fuera de las medidas de apoyo del Gobierno para superar los efectos de la pandemia. Ese fue el aspecto positivo, que el sector despertó y se impulsó la unión de gremios que tradicionalmente habían hecho casi siempre la guerra por su cuenta. La parte negativa fue que con este exceso de asociaciones y entidades representativas el mensaje corría el riesgo de dispersarse y no calar.
En esta coyuntura nacieron asociaciones como ALIA, que agrupó de nuevo a empresas de servicios al audiovisual, mientras que otras ya con trayectorias contrastadas durante años unieron sus fuerzas a través de entidades supra-sectoriales, como por ejemplo la Agrupación de Asociaciones del Audiovisual, que reúne a técnicos, guionistas y directores audiovisuales, entre otros colectivos. Con ello, buscaban una concentración más efectiva para presionar al Gobierno y lograr medidas específicas para la Cultura.
Muchas de estas entidades tuvieron la oportunidad de mantener una reunión telemática con el Ministro de Cultura y la Ministra de Hacienda, María Jesús Montero, para expresar sus reivindicaciones más acuciantes. Tras más de seis horas de reunión, celebrada el 18 de abril, Montero y Rodríguez Uribes se comprometieron a designar un equipo de trabajo de ambos ministerios para estudiar las medidas más urgentes para cada sector, diseñadas con los equipos directivos del Ministerio de Cultura.
Esas medidas vieron la luz finalmente en los primeros días de mayo, con una acogida desigual por los diferentes subsectores, en esos primeros momentos. Al igual que la Comunidad de Madrid, la piedra angular del Gobierno central para dotar de liquidez a la industria cultural y creativa en su conjunto fueron los avales de Crea SGR, la sociedad de garantía recíproca creada hace quince años por el propio Ministerio de Cultura y EGEDA. Además, entre el resto de líneas de ayuda destacaba una destinada a financiar la adaptación de las salas de cine en su reapertura tras el confinamiento, con limitación de aforos y medidas higiénico sanitarias, y la aprobación del aumento del porcentaje de desgravación fiscal para rodajes.
No fueron las únicas medidas públicas, otras administraciones autonómicas también impulsaron ayudas específicas, como por ejemplo el ICEC de Cataluña que destinó 17,2 millones de euros al sector audiovisual en 2020. Incluso se dio la rara colaboración público-privada. El 15 de abril Netflix, Acción Cultural Española (AC/E), la Academia de Cine y el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) unieron fuerzas para impulsar una línea asistencial para los profesionales del audiovisual más impactados por la crisis de la COVID-19 en España. Un mes después se dieron a conocer las bases de la convocatoria.
Un par de meses después, con los apoyos en en el bolsillo y la pandemia en clara remisión, la industria audiovisual empezó a replantearse la reanudación de su actividad habitual, aunque con todas las medias higiénico-sanitarias necesarias para ello. La palabra “protocolo” fue protagonista en esas jornadas en las que también se articularon las diferentes fases de la desescalada para volver poco a poco a la normalidad.
Primero, la Asociación de Productoras de Cine Publicitario (APCP) elaboró su protocolo de actuación para el desarrollo de la actividad comercial y solamente unos días después, Spain Film Commission presentaba también su protocolo de seguridad para rodajes que ya había anunciado antes, ya hora hacía realidad de la mano de la Fundación Secuoya: ‘Rodar con Seguridad tras el COVID19’. Era una guía para dotar a todos los equipos audiovisuales de las herramientas necesarias para volver a grabar y rodar con seguridad.
Después sería el turno de la Agrupación de Asociaciones del Audiovisual (AAA), que representa a 13 asociaciones de diferentes gremios del audiovisual, que elaboró su protocolo de rodaje consensuado con diversos agentes de la cadena cinematográfica. Hasta que finalmente se cerró el debate intersectorial con un protocolo único del Ministerio de Cultura y Deporte, a través del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA): “Guía de Buenas Prácticas de medidas especiales para la prevención de riesgos laborales del sector audiovisual COVID-19”, con la que se trataba de dar respuesta a una demanda del sector de tener en un único documento a aplicar en los rodajes.
El 22 de junio el Estado de Alerta ya es historia. Desde el lunes 1 de junio se reanudaba el cómputo de los plazos administrativos del Instituto de la cinematografía y de las artes audiovisuales (ICAA), que habían sido suspendidos por la declaración del Estado de Alarma. Incluso el Boletín Oficial del Estado del 19 de mayo incluía el Extracto de la Resolución de 12 de mayo de 2020, del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, por la que se convocaban ayudas para la distribución de películas de largometraje y conjuntos de cortometrajes españoles, comunitarios e iberoamericanos para el año 2020.
El Festival de Málaga ya ha hecho oficial que su 23ª edición se llevará a cabo de manera presencial en los últimos días del mes de agosto. También la Junta Directiva de la Academia aprobó el pasado 27 de mayo las Bases de los 35º Premios Goya, que reconocerán a las películas españolas estrenadas entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2020 y flexibilizan los criterios para concurrir a los galardones.
También en junio, los principales distribuidores han avanzado los planes de estrenos para los próximos meses, mientras que los cines empezaron a abrir sus primeras salas, a partir del 8 de junio, con el objetivo de estar totalmente operativos, aunque con limitaciones de aforo y butacas pre-asignadas el último fin de semana del mes.
Ahora ya solo queda que el público también regrese. Para motivar esta vuelta, distribuidores y exhibidores unieron fuerzas para poner en marcha la campaña #YoVoyAlCine. Es muy probable que hasta finales de año o incluso hasta 2021 no se retome la vida en términos parecidos a los conocidos antes de la Covid-19, pero los cimientos de “la nueva normalidad” ya están puestos.