‘Operación E’ está inspirada en la historia real del hijo que Clara Rojas, abogada secuestrada por las FARC junto a Ingrid Betancourt en 2002, tuvo con un guerrillero durante su cautiverio, y de Crisanto, el campesino que fue obligado a cuidar del niño bajo amenaza de muerte de la guerrilla. La película refleja la lucha de este hombre contra el sistema y su frenético intento por sobrevivir y salvar a su familia.
Luis Tosar sorprende de nuevo con una conmovedora interpretación en esta película dirigida por Miguel Courtois Paternina. La colombiana Martina García acompaña a Tosar en esta coproducción de las empresas españolas Tormenta Films, Zirco Zine y la francesa Ajoz Film. DeAPlaneta estrena la película en España hoy, 5 de diciembre.
Cristina Zumárraga (Tormenta Films) es productora del filme a través de la compañía Tormenta Films que comparte con su socia Marisa Castelo. Zumárraga además se ha ocupado también de la producción ejecutiva. Cristina Zumárraga lleva más de veinte años como Directora de Producción ha llevado a cabo proyectos como ‘Che’ de Steven Soderbergh, ‘Alatriste’de Agustín Díaz-Yanes,’ Lobo’ de Miguel Courtois Paternina, ‘Looking for Fidel’ y ‘Persona non grata’ de Oliver Stone y ‘También la lluvia’ de Icíar Bollaín. Además es coproductora de la última película de Julio Medem, ‘Room in Rome’, y Productora Ejecutiva del filme coral ‘7 Días en La Habana’. Zumárraga cuenta con dos premios Goya a la Mejor Dirección de Producción por ‘Alatriste’ y ‘También la lluvia’ (2011). A continuación la productora desvela algunos de las dificultades del rodaje de ‘Operación E’:
Lo que desde un principio me fascinó de este proyecto es que contaba la historia de un héroe anónimo, completamente desconocido pero directamente relacionado con acontecimientos que habían tenido gran repercusión mediática y de los que todos habíamos oído hablar. José Crisanto representa a todas las víctimas inocentes de los conflictos armados, a todos los desplazados del mundo. A través de una historia particular, se narra una historia muy universal.
Inicialmente se planteó la posibilidad de rodar en México por razones de seguridad. Yo me opuse. La única manera de hacer un retrato verídico y creíble de este viaje vital que es la película era rodando en los lugares reales donde habían tenido lugar los acontecimientos. Así que nos fuimos a Colombia, sin saber muy bien dónde íbamos a centralizar la producción. La película destila verdad y autenticidad por todos los poros de su piel, se puede oler y palpar la compleja realidad de este gran país. Fue una buena decisión.
Decidimos centralizar la producción en Villavicencio, capital del Meta en los llanos orientales. Uno de los grandes pilares de la película fue conseguir la colaboración del ejército para rodar algunas secuencias fundamentales. Necesitábamos helicópteros, soldados, vehículos, armamento, etc. Iniciamos las gestiones por varias vía, a nivel local en la base de la Fuerza Aérea en Villavicencio y a nivel estatal en las más altas instancias de Bogotá. Todo parecía ir bien, lento pero seguro. El rodaje comenzó y para ganar tiempo movimos todas las secuencias que requerían colaboración del ejército al final del plan. Pronto nos dimos cuenta de que estábamos inmersos en un inmenso laberinto de burocracia militar que nos acabaría desquiciando a todos.
Ya con el tiempo encima, Juan Pablo Tamayo, el productor colombiano que nos hacía el service, y yo viajamos a Bogotá a entrevistarnos con la Jefa de Prensa del ejército nacional, quien tenía que dar el visto bueno al guión y aprobar la participación. Nos dijo que estaba todo aprobado. Respiramos aliviados. Que solamente faltaba la firma de un general y que era cuestión de un par de días más. Resultó que el día que le iban a pasar el documento a la firma al general las FARC asesinaron de un tiro de gracia en la nuca a cuatro rehenes policías y soldados, que llevaban más de 10 años secuestrados, durante el transcurso de una incursión del ejército para intentar liberarlos.
Esto fue un auténtico drama nacional, además comprometía mucho al gobierno y al ejército pues este tipo de acciones son muy criticadas por la opinión pública y los familiares de los rehenes, pues ponen en peligro la vida de los mismos. Efectivamente, se les echó encima la opinión pública, el Presidente de la República y el Ministro de Defensa tuvieron que comparecer en televisión a dar explicaciones. La gente se echó a la calle a protestar y se organizaron multitudinarias manifestaciones en Bogotá. Como es natural, toda la cúpula mayor del ejército se volcó en esta crisis y nuestro permiso quedó olvidado. Entramos en un gran bucle de llamadas constantes, esperas llenas de angustia y gran desesperación. Convoqué un gabinete de crisis y decidimos que había que marcharse de Villavicencio inmediatamente. Salir para Bogotá a rodar la última secuencia de la película.
El equipo de producción colombiano se arremangó y sacando fuerzas de flaqueza se pusieron manos a la obra para lograr cambiar las fechas de los permisos y así de un día para otro estábamos listos para rodar en pleno centro de Bogotá con cortes de tráfico incluidos. Mientras se rodaban las últimas imágenes de la película, los productores pasamos de despacho en despacho de general en general para conseguir agilizar el permiso para rodar con los ansiados helicópteros. Era ya prácticamente imposible conseguirlo y nos planteamos desde hacerlo en otro país a cortar el rodaje y volver después de navidad. Cualquier opción era una catástrofe, en definitiva.
Por fin logramos entrar en la base a localizar con el director y con Emiliano, el ayudante de dirección. Sin embargo nuestra odisea no había terminado, nuestro contacto de carne y hueso, el Mayor Quintero, no pudo llegar para recibirnos pues un helicóptero se accidentó y tuvo que dar la vuelta a medio camino y regresar a Bogotá. Un teniente nos paseó por la base, vimos un montón de helicópteros pero nos explicó que la mayoría estaba en mantenimiento y que no se sabría con qué helicópteros podíamos contar hasta el momento justo de rodar, pues podían estar todos ocupados en alguna misión. Tampoco encontramos un lugar dentro de la base que nos sirviera de casa de la fiscalía donde alojar a la familia como testigos protegidos. Una vez más, tuvimos que improvisar y lanzarnos a buscar casitas adosadas por las urbanizaciones de la zona a ciegas. ¡Al día siguiente llegaba el grueso del equipo y teníamos que rodar como fuera!
El mayor Quintero llegó por fin a las nueve de la noche y nos reunimos para concretar la entrada a la base y el rodaje al día siguiente. Meter a 80 personas de equipo en una de las mayores bases del ejército colombiano con tan poca antelación no era tarea fácil, debido a las lógicas medidas de seguridad. Los tres días siguientes fueron una auténtica montaña rusa de emociones, adrenalina disparada, vuelos en helicóptero, dificultades de coordinación tierra-aire, convivencia dentro de la base de un equipo de rodaje completo con los pilotos, soldados y oficiales… Tanto unos como otros se volcaron y sacaron lo mejor de sí para darlo todo. Fue un fantástico final feliz para nuestra aventura.
En el momento en que se dio el corte al último plano de la película todos empezamos a abrazarnos y la gente se puso a llorar, algunos a lágrima viva, otros a duras penas lograban ocultar sus lágrimas por pudor. Allí había gente muy curtida y bregada en mil rodajes que no se libró del llanto y que como yo nunca había visto un fin de rodaje tan emotivo.
También se estrenan el 5 de diciembre: ‘Un buen partido’; ‘El doble del diablo’; ‘Sin tregua’; ‘El chef: la receta de la felicidad’; ‘Damiselas en apuros’ y ‘Una pistola en cada mano’, otra producción española.