El cineasta Mariano Barroso ha realizado el tradicional discurso del presidente de la Academia del cine español, poniendo en valor la importancia del cine español durante la pandemia.
«Queridas amigas, amigos, compañeros, queridas y queridos espectadores. Gracias a los nominados por estar al otro lado de las pantallas.
Esta no es la gala de los Goya que nos hubiera gustado celebrar. Pero casi nada en estos meses es como nos gustaría que fuera.
Los Goya siempre son como mínimo dos cosas. Por un lado son una fiesta del cine, nuestra fiesta, nuestra celebración. Y por otro, son el encuentro con nuestro público.
La primera no la podemos, ni la debemos, ni la queremos celebrar. O mejor dicho, la celebramos pero separados por pantallas, como hemos pasado tanto tiempo este año.
La segunda, el encuentro con nuestro público, no la queríamos aplazar. Por eso estamos hoy aquí.
Hace unos días, una compañera muy querida por todos, una actriz, nos contó que unos años atrás sufrió una pérdida muy dolorosa.
Esa compañera perdió a su padre, al que estaba muy unida.
La muerte de su padre la dejó hundida y convencida de que ya nunca podría salir de aquel dolor. Nunca podría recuperarse.
Pocas semanas después tenía que irse a rodar una película a Lisboa. Creo recordar que dijo que era una comedia.
Habló con el director y le dijo que no se sentía capaz de interpretar. Que no se veía con fuerzas para ponerse a rodar.
El director trató de convencerla, pero ella no veía camino. No veía ninguna posibilidad de empezar siquiera a estudiar el guión.
Y así siguieron… Él que sí… ella que no… Hasta que el director la convenció para que viajara.
Nuestra compañera llegó a Lisboa y el director la alojó en su casa. Preparó para ella una habitación y la llenó de películas.
Una pared del cuarto estaba llena de películas, y todas eran obras maestras.
Él le dijo: si en algún momento te viene la tristeza, tú coges una de esas películas, la que quieras, y te pones a verla.
Él se marchó y ella se quedó allí, en la habitación.
Y la tristeza no tardó en llegar.
Entonces mi amiga cogió una película, la primera que encontró. Y la puso en el televisor.
Ella recuerda que era una película de Rossellini, con Anna Magnani.
Podía haber sido una de Buñuel, o de Berlanga, o de Borau, o de Gutiérrez Aragón, o de Chávarri… Era una de Rossellini.
Se puso a verla, y enseguida se enganchó con los personajes. Se emocionó con la historia. Devoró la película. Y durante un par de horas se olvidó de todo.
Luego vio otra película… y luego otra…
Y en unos cuantos días salió de su tristeza infinita.
«El cine me curó», nos dijo.
¿Cuántas películas, cuánta ficción audiovisual hemos visto a lo largo de todo este año…?
Si se pudiera sumar el tiempo que hemos dedicado a ver cine este año, saldrían millones de horas, millones de días. Saldrían miles de años de cine.
¿Cuánto nos ha ayudado el cine a salir de la realidad obsesiva y dolorosa, de los dramas personales y familiares, aunque solo haya sido por un par de horas?
A veces las películas han venido a buscarnos a nuestras casas porque las salas han tenido que estar cerradas. Otras veces, algunos de nuestros productores y distribuidores han arriesgado todo para estrenar en las salas en los momentos más difíciles.
De una forma o de otra, hemos seguido viendo cine. Y el cine en muchos casos nos ha curado.
Hay algunos datos que debemos destacar este año: por primera vez la mitad de los nominados a mejor dirección son mujeres. Tanto a mejor dirección como a mejor dirección novel.
Y este año el número de mujeres que han sido nominadas a los Goya es mayor que nunca. El 41 por ciento.
Muchas personas se han jugado sus vidas para salvar las de otros. Los sanitarios, los transportistas, las fuerzas de seguridad… A todos ellos se lo agradecemos y se lo reconocemos.
Nosotros y nosotras estamos orgullosos de pertenecer a un colectivo que ha contribuido a acompañar a la gente, desde el lugar que nos corresponde.
Contando historias con palabras, imágenes y sonidos. Para ayudar a disfrutar a nuestro público. Para curar la tristeza o superar el dolor, como le pasó a nuestra amiga…
Esa amiga que nos contó cómo el cine la curó va a estar dentro de unos minutos en este escenario para recibir nuestro mayor reconocimiento, el Goya de Honor.
Ella es Ángela Molina. Una referencia de generosidad y de talento. Una compañera que cree en el poder sanador del cine. Como todos nosotros.
Muchas gracias»
Mariano Barroso, Presidente de la Academia de Cine