El exceso de contenido parece acaparar todas las pantallas. Las historias más poderosas no son las más ostentosas, sino las que logran una conexión emocional profunda y genuina, sin importar el género, véase las comedias de Santiago Segura que interpelan sentimientos universales, o cualquiera de los excelentes dramas españoles que conquistan festivales por todo el mundo.
Personalmente, he apostado siempre por historias que, sin importar el formato, se nutren de emociones y experiencias humanas universales. Desde cortometrajes hasta largometrajes, cada proyecto representa la búsqueda de una narrativa auténtica, capaz de tocar fibras más allá del contexto local.
La diferencia entre los formatos cortos y largos no es una cuestión de jerarquía, sino de espacio para explorar la creatividad y el desarrollo de historias. El cortometraje es una oportunidad única para que directores emergentes desarrollen su voz, mientras que el largometraje nos permite profundizar en las tramas y ampliar el alcance de las narrativas.
Ambos formatos pueden tener un gran impacto y, en mi experiencia, lo que realmente importa es el potencial emocional de la historia y su capacidad de conectar con las audiencias. Como productor, mi enfoque ha sido siempre el de apostar por proyectos que resuenen en cualquier audiencia, que puedan ser valorados en festivales y más allá, en diversos circuitos de distribución.
La clave para que una historia local pueda alcanzar un impacto global reside en su autenticidad y en el poder de sus emociones. Nuestro último cortometraje de ficción ‘Evanescente’, por ejemplo, aunque íntimo y profundamente personal, trata temas universales como la familia y el duelo. Esto permite que, sin importar el contexto del espectador, la historia pueda ser comprendida y apreciada. La narrativa se construye en torno a los sentimientos, lo que abre una puerta para que cualquier persona pueda identificarse, más allá de su realidad particular. Así, una historia bien contada se convierte en un reflejo de emociones humanas comunes, capaz de superar barreras culturales y conectar con distintos públicos.
A lo largo de mi carrera, he apoyado a directores noveles que traen consigo una visión única y auténtica. Para elegir los proyectos, lo primero que valoro es la claridad en la voz del director y su autenticidad. Sin embargo, también considero esencial ayudarles a pensar en la proyección de su obra, para que logre trascender el ámbito creativo y encuentre su lugar en el mercado. En este proceso, busco un equilibrio entre la autenticidad artística y una estrategia de distribución clara, permitiendo que la obra no solo destaque en festivales, sino que tenga una vida más allá de ellos, en plataformas y salas de cine.
Un caso emblemático en este sentido es ‘Ciao Bambina’, una historia que aborda la identidad de género y que, a pesar de ser un tema específico, ha logrado conectar con una audiencia mucho más amplia. Al trabajar desde la autenticidad emocional, se alcanza un nivel de universalidad que permite que las emociones, como la amistad y el autodescubrimiento, toquen fibras en cualquier lugar. La película no solo ha sido bien recibida en festivales, sino que también ha encontrado resonancia en diferentes públicos con perfiles ideológicos muy heterogéneos, demostrando que las historias que nacen de la honestidad emocional son las que realmente trascienden.
En un mercado tan competitivo, creo que la clave para captar la atención de audiencias amplias radica en que las historias sean sinceras y profundamente emocionales. Las narrativas que destacan en un panorama saturado de contenido son aquellas que tienen algo verdadero que contar. Además, es vital una estrategia de distribución que permita posicionar la obra en los lugares adecuados: festivales, plataformas o cualquier otro espacio que le brinde visibilidad. La autenticidad, unida a una visión clara de cómo llegar al público, es lo que convierte un proyecto en una experiencia inolvidable para la audiencia.
El cine sigue siendo una de las formas más potentes de conectar a las personas a través de emociones universales. Por eso, mi apuesta siempre ha sido y será por historias que, sin importar el formato, hablen de lo que nos hace humanos, llevándonos a reflexionar, emocionarnos y conectar más allá de lo que vemos en pantalla.