Que a Elena Martín Gimeno le gustaba el cine era un hecho desde pequeña. Su familia alquilaba todos los fines de semanas tres películas, para que duraran para la noche del viernes, la del sábado y la del domingo. Y eso sin tener nada que ver con el cine. Lo que también era cierto es que la hoy actriz, guionista y realizadora catalana nacida en 1992 en Barcelona, era súper tímida. “Por eso lo que me gustaba era grabar a la gente y hacerles entrevistas. Cualquiera de mi familia te dirá que iba para directora”, recuerda ahora. Han pasado varias décadas de aquello y la chavala tímida que su madre apuntó a una escuela de teatro cuando tenía 13 años para ver “si espabilaba un poco” está ahora en la misma conversación que Pedro Almodóvar y Víctor Erice, presente en el Festival de Cannes, en la llamada Quincena de Cineastas, con su segundo largometraje, ‘Creatura’.
El filme, rodado en catalán, no es fácil de resumir en una frase y aún así Elena es como prefiere explicarlo. “Mila es una chica que siente que tiene una mancha dentro y busca, busca y busca y lo único que encuentra es su propio deseo. Esta frase fue como una carta de intenciones que estuvo ahí desde muy al principio. Pero no sabíamos si lo conseguiríamos transmitir”, resume. A juzgar por la selección de ‘Creatura’ en Cannes, un Festival que ella misma describe como probablemente “la plataforma más importante para que una película pueda cruzar territorios y llegar a muchos sitios”, el mensaje ha sido transmitido alto y claro.
“Es un proyecto en el que confío mucho, en el que creo mucho, que tengo muchísimas ganas de compartir”, afirma por zoom preparando las maletas camino a Cannes. Su meta no es ni tan siquiera su estreno el sábado sino el pase con público del domingo, para ver cómo respiran, si tienen preguntas, si quieren compartir sus experiencias. Porque como dice Martín Gimeno, lo que también es Mila, la protagonista de una cinta que ella misma interpreta, es un Frankenstein nacido de las experiencias de todos, incluidas las suyas y las de su coguionista y también cineasta Clara Roquet. “La primera idea germinó hará unos seis años, terminando la promo de Júlia ist y en un momento en el que confluyeron muchas cosas: tenía 26 años, estaba en un proyecto de performance con un grupo de chicas que son mis amigas e investigábamos sobre la sexualidad femenina, el deseo, haciendo performance con el cuerpo. A la vez empecé a interesarme por la educación sexual”, recuenta. Fue entonces cuando consultó con una terapeuta, Berta Clavera, que las acompañó durante todo el proceso. Así construyeron el armazón de una cinta donde no hay buenos ni malos, víctimas o verdugos. Una historia contada en cinco actos que no es lineal y donde lo que importan no son los giros de la trama sino la complejidad de los personajes. Con ‘Creatura’, Martín Gimeno quiso crear un juego de espejos que le diera una intención a la historia, pero sin ofrecer causa ni consecuencia. Con un poco de todo el mundo. “Empezamos a hacer entrevistas, sobre todo a mujeres, pero también a padres, madres, hombres. Ellos nos contaban las experiencias concretas que recordaban, que les habían marcado, su relación actual con la masturbación y les pedíamos permiso para usarlas. Mila es un Frankenstein de toda esta gente que muy generosamente nos abrió su experiencia”, explica de un proceso de guion lento que para Roquet se convirtió en uno de los más difíciles de su carrera.
El rodaje fue mucho más corto, pero, especialmente para Elena, mucho más complejo. Además de dirigir y ser coguionista, Martín Gimeno también interpreta el papel de Mila en su edad adulta, desnudándose ante las cámaras tanto física como emocionalmente. En ‘Júlia ist’, su primer largo aunque piensa en él más como en su proyecto fin de carrera, también estuvo delante y detrás de las cámaras. Y fue una gran duda lo de repetir la experiencia porque es como dice el doble de trabajo y a la vez mitad, medio de actriz, medio de directora. “Era la gran duda, si podía sostenerlo el tiempo de rodaje, que era poco. Las escenas de Mila adulta son muy complejas. Pero también,viniendo más de la performance, era la parte más excitante de hacer, poner el cuerpo. Que lo que no ha sido autobiográfico como directora, que tengo muy claro que es una ficción, como actriz sí que utilicé mis heridas para poder conectar con esa Milaque no soy yo. Fue un viaje muy ‘heavy’”, detalla.
Hubo ocasiones en las que se vio llorando desnuda pero sin salir del momento y para no desconectarse desde ese mismo lugar les pedía a su equipo una nueva toma. Había pudor pero también había que tirarlo por la ventana. En la mayor parte de las ocasiones lo tuvo todo mucho más pautado. “Había mucho trabajo previo y sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Conocía el personaje a la perfección”, se enorgullece. Aquí Clara no le sirvió de mucha ayuda porque estaba en Argentina preparando su próxima película. Y encima en el último momento ‘Creatura’ perdió una semana de rodaje así que fueron bastante apretados. Tampoco podía apoyarse mucho en la directora de fotografía, Alana Mejía, porque ya tenía un reto muy grande la película, con una casa muy pequeña en la que rodar con una estética ambiciosa. Además, ‘Creatura’ fue un rodaje con niños. Pero la realizadora se pudo apoyar no solo en la script sino en la terapeuta que preparó a Martín Gimeno y a su pareja en pantalla, Oriol Plá, a preparar las escenas emocionalmente. “Yo sabía que, como directora, iba a priorizar a dar más tiempo al rodaje y no me iba a tomar diez, quince minutos para prepárame como actriz, así que quería que hubiera alguien que me obligara”, subraya. También contó con una doble, la actriz y amiga Rita Molina. “Eso me permitía que el teatrillo lo hiciera ella mientras yo estaba con Alana ydecidíamos los movimientos juntas. Luego me iba a vestuario o maquillaje y así tenía un control porque cuando volvía estaba todo preparado”, confirma reconociendo entre bromas que también incluso hubo alguna interpretación “robada” a su doble.
‘Creatura’ es el segundo largometraje de Elena Martín Gimeno y, a juzgar por la recepción tan positiva del comité de selección de Cannes, hay una larga carrera por delante. Incluso por detrás a pesar de los pocos años que lleva en la industria porque lo más asombroso es lo mucho que esta mujer interesada por la narrativa, por el storytelling, ha saltado de campos. “Me podía imaginar llevando un programa de televisión o escribiendo en un periódico. Lo de la interpretación fue algo más bien terapéutico, porque era muy tímida. Llegado el momento decidí estudiar comunicación audiovisual que aglutinaba todo lo que me podía interesar”, elabora de sus comienzos. Aún así, primero le llegó trabajo como actriz en ‘Les amigues de l’Ágata’. Y también le llegó la fama como guionista con la serie ‘Veneno’ (2020). “Es un poco más raro que actúe o escriba para otros. Pero soy un poco tozuda y he querido seguir haciéndolo porque me viene muy bien y satisface distintas facetas artísticamente -explica de su pluralidad-. Me gusta aprender de otros. Y también he tenido suerte”. Esto va por el estreno de su primera peli, ‘Júlia ist’, cuando solo tenía 24 años. “Era lo primero que hacía y todo lo que me propusieron dije que sí. Leticia Dolera me propuso dirigir y yo dije claro que sí”, recuerda de su entrada en ‘Vida perfecta’ (2019). Lo de escribir ‘Veneno’ con Los Javis lo recuerda igual de milagroso. Fue una llamada de los Javis que Elena recibió con dudas. ¿Por qué pensaban que sabría escribir un guion? La pregunta fue respondida con seguridad por parte de Ambrossi y Calvo. “Lo vas a hacer bien y punto”, contestaron. “Habían visto ‘Júlia ist’. ‘La llamada’ (2017) se estrenó el mismo año y coincidimos en varios festivales. Les habían gustado también nuestras conversaciones. Creían que mi punto de vista político era guay para la serie que nos complementaríamos bien. Ellos generan una gran ficción con los mecanismos clásicos. Yo sé cómo emocionar. Venía de un sitio más experimental y les interesaba. Funcionó muy guay”, recuerda ahora.
Lo próximo es Cannes. La felicidad es tan grande como la incógnita de lo que se encontrará en un festival tan importantecomo este en el que nunca ha estado. De momento la recibe el sentimiento halagador de que nunca en Cannes hubo tantos filmes de realizadoras. Incluso el nombre de la sección se ha cambiado a Quincena de Cineastas para evitar cuestiones de género. Pero siempre hay comentarios. “Es muy cansada esta justificación. Todavía las instituciones, los festivales, tienen la necesidad de decir ‘hemos hecho los deberes’. Lo que sería increíble es que esos deberes se hicieran sin decirlo. Hay muchos motivos para seleccionar una película y eso está clarísimo. Es un trabajo muy difícil el de los programadores y programadoras de festivales porque están construyendo un relato. Pero molaría mucho que no fuera necesario recalcar estas cosas, que el discurso hacia fuera no generara esta cosa ‘de hay mujeres, pero porque hay una cuota no porque sea buena la peli’, concluye de un comentario que probablemente Almodóvar nunca tuvo que escuchar.