El oscarizado Ron Howard (‘Una mente maravillosa’) dirige la aventura de acción ‘En el corazón del mar’, basada en el éxito editorial de Nathaniel Philbrick sobre el dramático viaje real del Essex.
El invierno de 1820 algo que nadie podía imaginarse asaltó el Essex, un ballenero de Nueva Inglaterra: una ballena de tamaño y voluntad descomunales y un deseo de venganza casi humano. Este desastre marino real inspiraría la novela de Herman Melville, ‘Moby-Dick’, aunque solo contara parte de la historia. ‘En el corazón del mar’ revela las terribles consecuencias del encuentro, dado que la tripulación superviviente del barco se ve llevada al límite y forzada a hacer lo imposible para mantenerse con vida. Al enfrentarse a desafiantes tormentas, hambre, pánico y desesperación, los hombres ponen en tela de juicio sus creencias más profundas; desde el valor de sus propias vidas hasta la moralidad de su trabajo.
‘En el corazón del mar’ se grabó casi enteramente en orden por varias razones, entre ellas la no menos importante del cambio gradual en la apariencia de los personajes a medida que se van consumiendo por la falta de comida y agua, así como un refugio frente a los despiadados elementos.
La apariencia de los hombres que sobreviven al hundimiento del Essex cambia drásticamente con el tiempo, así que los actores, a su vez, tuvieron que perder una considerable cantidad de peso a lo largo de la producción. Chris Hemsworth lo detalla: «Los hombres estuvieron perdidos en el mar durante meses, así que para cuando se encontró a cualquiera de ellos, eran básicamente un saco de huesos. Comíamos cantidades mínimas de comida, pero en todo momento recordábamos internamente que lo nuestro no era nada comparado con lo que sufrieron ellos. Formamos una piña para mantener alta la moral y distraernos del hambre que teníamos».
Tom Holland indica: «No hay pegamento más fuerte que juntar a un grupo de tíos para que pierdan peso juntos, pero ayudó a forjar un vínculo entre nosotros en el set, lo cual fue realmente importante».
«Comenzó con un nivel saludable de rivalidad», explica Walker, «pero llegó un punto en que sí que se volvió incómodo. No obstante, intentamos mantener la perspectiva. No podíamos comer pizza ni hamburguesas, pero valía la pena; estábamos haciendo una película de Ron Howard. Y para nosotros tener un cierto nivel de malestar era casi como si estuviéramos rindiendo homenaje a aquellos que soportaron de verdad aquella horrible experiencia».
El director expresó su reconocimiento por la perseverancia del reparto, declarando: «Estoy muy agradecido por su profesionalidad y dedicación en medio del hambre y de estar expuestos día tras día a los elementos. Era evidente desde el principio lo que estaban pasando, pero afrontaron cada exigencia de sus papeles con una tremenda integridad».
A pesar del compromiso de los actores, los realizadores nunca les habrían permitido hacer nada que pudiera haber puesto en riesgo su salud, así que la pérdida de peso llegó solo hasta cierto punto. Los maquilladores, dirigidos por la diseñadora de maquillaje y peluquería Fae Hammond, pudieron luego realzar el aspecto de malnutrición, haciendo que los hombres parecieran cada vez más escuálidos. Además, se utilizó maquillaje para mostrar los dañinos efectos de la deshidratación y la prolongada exposición al sol.
Llevándolo un paso más allá, los efectos visuales eliminaron meticulosamente de todas las formas posibles la masa muscular de los fotogramas de cada uno de los hombres a medida que sus personajes se acercaban al final de su calvario.
El diseñador de vestuario Julian Day revela que también entró en juego el ajuste del vestuario. «Hicimos ropa ligeramente grande, pero con una cincha en la espalda. Al comienzo de la película, la ajustamos al máximo y a medida que el viaje avanzaba, la soltábamos más y más, de modo que las ropas fueron creciendo y a los actores les quedaban de forma diferente».
La expresión de las penurias de los hombres era psicológica a la vez que física, así que los realizadores contrataron al asesor sobre marina y supervivencia Steven Callahan para que ayudara a los actores a entender al 100 por 100 todos los aspectos del calvario. Experimentado navegante, Callahan naufragó y sobrevivió durante dos meses y medio en el océano Atlántico en una balsa salvavidas, y escribió un libro sobre ello titulado ‘Adrift’ [‘A la deriva’]. Callahan apunta que las consecuencias de luchar por la vida no han cambiado con el tiempo: «Fue muy interesante ver a estos tipos aprender sobre supervivencia en lo que respecta al efecto que produce la parte física en la parte mental. Toda la tensión y los giros constantes de la desesperación a la esperanza siguen siendo tan importantes hoy como lo han sido siempre».
A la inversa, los actores tenían que empezar ese viaje como hombres cuya subsistencia requería que estuvieran físicamente en forma. Hemsworth afirma: «Para los hombres que partían a la mar, era como ir a la guerra: iban a estar fuera durante dos o tres años y había una gran probabilidad de que no volvieran. Estaban en las trincheras, por decirlo así, y era increíblemente peligroso».
«Al principio», dice Cillian Murphy, «Ron quería que todo el mundo estuviera en forma y pareciera capaz de apañarse con la vida en el mar. Así que teníamos un gimnasio en el set y todo el mundo se entrenaba a la vez».
Holland recuerda: «Tenía que entrenarme con Chris Hemsworth, ¿vale? Fue bastante divertido. Mi entrenamiento era quitar sus pesas del press de banca», bromea.
El reparto también tuvo que prepararse para realizar tareas como experimentados marineros del siglo XIX. La coordinadora de escenas peligrosas Eunice Huthart dice: «Una de las cosas más importantes era aprender todo lo que suponía tripular un barco, parte de lo cual no ha cambiado hasta nuestros días. Al final del rodaje, creo que nuestros actores podían subirse a una barca y recorrer el mundo gracias a la inestimable instrucción que recibieron».
Gary Beadle da fe: «Practicamos con los aparejos y atando nudos en cuerdas, y remamos un montón. Remamos adelante y atrás, adelante y atrás, llevando el ritmo. Creo que ya puedo cruzar remando el Canal de la Mancha», sonríe.
Joseph Mawle añade: «Mi mayor desafío fue trepar 12 metros hasta un penol, sentarme sobre él a horcajadas y moverme hasta el borde. A algunos no les supuso esfuerzo, pero yo me quedé helado las primeras veces. Me di cuenta de que tengo vértigo, pero finalmente acabé consiguiéndolo, y superar ese miedo fue toda una alegría».
No tenía por qué preocuparse. Frank Dillane explica: «Mientras trepábamos arriba y abajo por los aparejos, llevábamos puesto un arnés, así que aunque nos entrenábamos para ello, la gente de las escenas peligrosas se aseguró de que estuviéramos seguros. Incluso si te caías, no ibas a ninguna parte».
Un miembro del reparto, sin embargo, se libró de alguna de las tareas más difíciles. Walker lo reconoce: «Nos enseñaron a atar nudos, a columpiarnos por los aparejos y a remar como una tripulación… y lo bueno de ser el capitán era que en realidad no tuve que hacer nada de eso. Solo me dediqué a mandar a todo el mundo y a avisarles cuando lo estaban haciendo mal», ríe.
La dicotomía entre el capitán de nuevo cuño y su tripulación se visualiza claramente en sus trajes. Mientras que el prístino uniforme de Pollard nunca ha visto mucho más que niebla salina, la vestimenta de sus hombres muestra el desgaste de una vida pasada en la mar.
Day lo ilustra: «Es la primera travesía de Pollard, así que tiene que parecer impecable, mientras que los demás llevan ropa súper desgastada que probablemente tienen desde hace años. Ron y yo hablamos sobre la idea de que fueran más como trabajadores industriales que marineros, así que su ropa refleja eso. Usé tejidos para climas húmedos como lona de algodón y telas de cera para protegerles del agua. También fabricamos los zapatos en materiales sintéticos en lugar de cuero porque gran parte de la acción transcurre en el agua. Si metes cuero en el agua se endurece y no puedes volver a ponértelo».
Aunque no había un traje específico para los balleneros, afirma Day, se diseñó una chaqueta azul para cada uno de los hombres, «que representaba el mar y el cielo. Lo que llevaban debajo era cosa de cada uno, pero darles una chaqueta azul de formas y tamaños variados es lo que hice para crear una idea de uniformidad».
También tenían otra pieza de ropa en común. El diseñador de vestuario descubrió a una tejedora que había investigado sobre la gorra de Monmouth que llevaban muchos balleneros en aquella época e hizo que tejiera una gorra auténtica para cada uno de los actores del barco.
El Essex de ‘En el corazón del mar’ constó de un barco de vela real, utilizado en aguas abiertas, y una réplica, situada en un tanque en los Estudios Leavesden.
«Investigamos un montón», explica Mark Tildesley. «Obviamente no había fotografía en la época, pero recopilamos algunas imágenes visuales de pinturas, dibujos y similares. También hay un museo de la caza de ballenas en Mystic (Connecticut, EE.UU.), que posee el último barco ballenero original, el Charles W. Morgan. Está restaurado completamente y fue un recurso fantástico para nosotros».
El diseñador de producción propuso instalar un barco que pudiera hacer del Essex de la película, que midiera algo más de 30 metros de largo y estuviera dividido en secciones que sirvieran como alojamiento para los oficiales y la tripulación, y una cubierta inferior para almacenar los barriles de aceite. Los barcos estaban equipados con cuatro o cinco botes de remo, de aproximadamente nueve metros de largo, que se bajaban al agua cuando el vigía gritaba al ver a una presa.
Tildesley y su equipo buscaron por todo el mundo un barco de tamaño y escala adecuados y, como descubrieron enseguida, «estaban reservados con años de antelación, pero tuvimos la suerte de encontrar en Cornualles un barco llamado Phoenix con un tamaño similar al Essex, aunque solo tenía dos mástiles mientras que el Essex tenía tres. Así que esa fue una pequeña concesión».
El equipo de diseño construyó luego una réplica del Phoenix sobre un cardán en medio de un gran tanque exterior en Leavesden. «Hicimos la réplica ligeramente más grande para que fuera más fácil trabajar en ella», dice Tildesley. «Tiene un armazón de acero, pero todo lo que se verá (los aparejos y mástiles, etc.) lo fabricó una compañía que de hecho construye barcos. Así que, a todos los efectos y propósitos, el exterior es una copia de un barco real».
El interior, sin embargo, fue otra historia. El equipo de efectos especiales, dirigido por el supervisor de efectos especiales Mark Holt, equipó el barco réplica con tanques que podían llenarse o vaciarse para cambiar la flotabilidad e inclinar el barco para cualquiera de los lados o incluso hundirlo. El brazo hidráulico del cardán les permitía balancear el barco, lo cual fue especialmente importante en la secuencia en la que Pollard decide probar la valía de su tripulación navegando directamente hacia una borrasca próxima.
Ron Howard lo confirma: «Rodar en un tanque era vital cuando no podíamos rodar de forma segura en el mar, ya fuera la secuencia de la tormenta, la de la ballena atacando y hundiendo el barco, o cualquier cosa que requiriera una significativa cantidad de trabajo de los especialistas».
Debido a los esfuerzos del grupo de efectos especiales, las escenas eran demasiado reales para el reparto. «Era como estar en una infernal atracción de feria acuática», bromea Walker. «Ahí estábamos pasándolo estupendamente hasta que encendían estas enormes máquinas de viento y cañones de agua, y entonces Ron grita acción y espera que actúes. Lo que nos salvaba era que estábamos todos juntos en ello».
Hemsworth insiste: «Además lo hicimos en pleno invierno, así que no era el entorno más confortable. Incluso Ron dijo que no teníamos que fingir que éramos desgraciados porque prácticamente lo éramos«, ríe. «Fue una de las cosas más duras que he hecho jamás pero también una de las más gratificantes, porque cuando tienes a Ron Howard al mando con su energía y pasión, todos, desde el reparto hasta el equipo, siguen su ejemplo. Nadie quería defraudarle».
Brian Grazer participó de la admiración de los actores hacia su colega de toda la vida. «Incluso 33 años más tarde, todavía me sorprende su talento. Estábamos en un tanque enorme con tantas variables: máquinas de viento, máquinas de olas, barcos en un cardán, diferentes cámaras, efectos visuales… pero Ron estaba en su elemento, aplicando todas las habilidades de un maestro cineasta. Todavía me encanta ver el talento puro que atesora».
Igual que la réplica del Essex, los balleneros más pequeños los construyeron fabricantes reales de barcos. Construidos inicialmente en madera, se crearon posteriormente moldes de ellos que se copiaron en fibra de vidrio «porque los de madera eran demasiado pesados para levantarlos en el set», explica Tildesley. «Luego los decoramos con madera de modo que su aspecto fuera exactamente el de los barcos de madera».
Todo buque o barca, ya fuera en el océano o en un tanque, se equipó con múltiples cámaras, lo que permitió a Howard y a su director de fotografía, Anthony Dod Mantle, dar a los cinéfilos la sensación de tener una visión de primera mano de la acción. Howard apunta: «Anthony tiene un gran ojo y aportó una sensibilidad cinematográfica muy actual a esta historia clásica. El hecho de que las cámaras estuvieran ahí mismo, a bordo, crea una sensación muy orgánica y envolvente. Queremos que tengas la sensación de que estás justo junto a estos hombres, compartiendo su experiencia».
Con luces, cámaras y otra equipación moderna abarrotando las cubiertas, a Tildesley se le ocurrió una ingeniosa manera de esconder los cables, fabricando cuerdas de goma que se podían enganchar a ellos, escondiéndolos de la vista.
Los realizadores, el reparto y el equipo fueron luego a la isla de La Gomera, una de las islas más pequeñas de Canarias, convirtiéndose en la primera producción grabada allí. El Phoenix navegó desde el Reino Unido hasta la zona, dando al departamento de efectos visuales la oportunidad de rodar tomas del océano desde la cubierta del barco durante la travesía. Esas tomas les proporcionaron un archivo de imágenes a diferentes horas del día y en una variedad de condiciones para rellenar y ampliar la panorámica de las escenas marítimas.
La localización de la isla proporcionó todo lo que la película necesitaba, especialmente una impresionante extensión de agua azul y en calma. La producción se adueñó del minúsculo puerto de Playa Santiago, desde el que zarpaban el Essex y su tripulación… rodeados de una flotilla de barcas con cámaras, barcas lanzadera, barcas de maquillaje y peluquería y un barco de catering. Todos los de la isla dieron una gran bienvenida al reparto y a los realizadores, y varios lugareños incluso consiguieron trabajo en la película.
Tras cinco semanas en las aguas de La Gomera, la producción se trasladó a una playa de Lanzarote para rodar durante una semana en lo que acabaría pareciendo una isla desierta. El área elegida fue El Golfo, en Yaiza, por sus interesantes formaciones rocosas y la bella laguna verde formada por un volcán ahora extinto.
Al final de ‘En el corazón del mar’ aparecen secuencias fundamentales que se desarrollan en el núcleo ballenero de la Nantucket del siglo XIX. Aterrizamos en 1850, con Melville buscando a Tom Nickerson, y luego hacemos un flashback hasta agosto de 1819, cuando el Essex parte en la que sería su última travesía, que pronto se convertirá en toda una leyenda. Al final de la película, volvemos a 1850, cuando Melville, armado con la historia que buscó tan fervientemente, se marcha para escribir lo que permanece como uno de los libros más leídos de todos los tiempos.
Después de analizar varias ciudades portuarias del Reino Unido, los realizadores se dieron cuenta de que, pese a que podían situar la época en Inglaterra, la arquitectura no se parecía en nada a la de Nueva Inglaterra. «Al final», recuerda Tildesley, «decidimos que era mejor construir la ciudad en Leavesden, convirtiendo el tanque ya existente en el puerto».
No obstante, dado que las escenas están separadas por treinta años, Tildesley y su equipo tuvieron que vestir el set para dos periodos de tiempo diferentes. Nuestra Nantucket, hacia 1819, tiene carreteras embarradas y sucias y los edificios están más dispersos. Para denotar los 30 años de progreso, detalla el diseñador, se adoquinó la calle y se puso una vía de tren en medio de la misma para evocar la mecanización que había tenido lugar con el tiempo. «También hay barcos de vapor en el puerto porque ahora estábamos en la era del vapor».
El set estuvo rodeado de pantallas azules que permitían al equipo de VFX, trabajando con los diseños de Tildesley, expandir el escenario de la vieja Nantucket hasta donde alcanza la vista.
Nathaniel Philbrick quedó muy impresionado por el set, y subraya: «Mi mujer y yo viajamos desde Nantucket, donde hemos vivido durante 28 años, y entonces entramos en la Nantucket de 1800. Nos maravilló. Es increíble pensar que esta pequeña área estaba proveyendo de luz prácticamente al mundo entero, pero en realidad tenían un ángulo muerto respecto a las propias ballenas. Hoy, la gente de Nantucket está orgullosa de su pasado, pero tiene una actitud completamente diferente hacia las ballenas. Quieren hacer todo lo posible por salvarlas, y pienso que esa es la importancia de aprender del pasado y con suerte hacer un futuro mejor».
Tras finalizar el rodaje, cuenta Howard, «la complejidad de esta película pasó a postproducción porque todo era cuestión de encontrar el equilibrio adecuado entre lo viejo y lo nuevo, lo clásico y lo puntero, lo cual fue todo un reto para mí y para los editores Dan Hanley y Mike Hill, así como Roque Baños, que compuso nuestra maravillosa banda sonora».
El director continúa: «Durante la producción, Roque y yo nos reunimos para hablar de la mezcla de tradicional y contemporáneo que yo quería crear. Roque es un excelente músico formado en el clasicismo que ha compuesto para una gran variedad de películas, así que yo sabía que tenía la capacidad para extraer todas las facetas de la aventura y el drama, y estaba en lo cierto. Su música tiene una energía y una emoción increíblemente intensas».
Howard revela que Baños fue más allá de los instrumentos convencionales al recordar musicalmente el entorno marítimo. «Su percusión incorporó accesorios de la película, incluidos arpones, cuerdas, piedras de afilar y otras herramientas de la época. Junto con la orquesta, todo funcionó para infundir a la banda sonora las cualidades intrínsecas al viaje».
«Al hacer En el corazón del mar, reflexiona Howard, «quería que el periodo se disipara, para que la gente se identificara con los personajes y fueran barridos por el drama mientras está teniendo lugar. Utilicé todo lo que he aprendido durante mi carrera para intentar transportar al público a este mundo y embarcarles en esta travesía. Al experimentar la aventura, con suerte conectarán aún más a fondo con el lado humano de la historia… y la historia humana del Essex puede inspirarnos de maneras completamente inesperadas durante generaciones».
Una gran producción cinematográfica mostrando muestras islas afortunadas en especial la isla de La Gomera isla del cual pertenezco por parte paterna. La volveria ver más veces sin cansarme y gracias por trabajar en estos escenarios Maravillosos de nuestro planeta. Un Saludo.