Como es habitual, Fernando Méndez-Leite, Presidente de la Academia de Cine, realizó su discurso en el que mostro solidaridad con el cine argentino y condenó cualquier abuso o violencia que se ejerza contra las mujeres.
Buenas noches, señoras y señores. Llegados a este punto de la gala de los Goya en la ciudad de Valladolid, cuando ya estamos impacientes por conocer los premios gordos, no teman ustedes un discurso institucional, pero permítanme agradecer la presencia del Presidente del Gobierno, del Presidente de la Junta de Castilla y León y de la Vicepresidenta Segunda. Ministro Urtásun, bienvenido a la cartera de Cultura. Cuando menos se lo espere invadiremos su despacho con nuestras cuitas y nuestras cuentas. Un saludo también a los ministros Óscar Puente y Ana Redondo con los que iniciamos esta aventura. Y por supuesto quiero agradecer al Alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, y al equipo de su Ayuntamiento, con los que hemos trabajado estrechamente en la preparación de esta gala que, como siempre, está retransmitiendo en directo RTVE. Y un agradecimiento muy cariñoso a Valladolid, la ciudad de Miguel Delibes y sus santos inocentes, y a sus ciudadanos entregados al cine desde siempre, a la Seminci y a la Catedra de Cine de la Universidad.
¡Compañeros y compañeras académicos, ésta es vuestra fiesta! Muchas gracias a los miembros de nuestra Junta Directiva, sin cuyo trabajo desinteresado, no hubiéramos llegado hasta aquí.
Los del cine, las mujeres y los hombres que hacemos las películas, somos gente corriente. Nuestra vida y nuestro trabajo consiste en eso, en hacer películas para entreteneros, emocionaros o haceros pensar o fantasear. Películas de imagen real o de animación, de ficción o documentales, largas o cortas. Puede que unas nos salgan mejor y otras no tanto, pero las hacemos para vosotros, los espectadores, y ya nos gustaría que volvierais masivamente a las salas, que es donde se ven como dios manda.
Pero también las hacemos para nosotros. Son nuestra forma de vida y la de nuestras familias. Porque el cine es una industria que sostiene una parte no desdeñable de la economía de nuestro país. Una industria que mantiene los principios de diversidad y sostenibilidad y de respeto por los derechos de todos.
Pero como decía nuestro añorado presidente José Luis Borau, “las películas no están hechas, hay que hacerlas”. Con eso quería decir que para hacer una película hay que encontrar un tema y desarrollarlo en una historia. El trabajo de los guionistas es la clave de la creación cinematográfica pero una película hay que financiarla y organizarla desde el punto de vista empresarial y laboral. Y venderla y rentabilizarla. Una película sin un buen productor… mala cosa. Luego hay que rodarla y para ello es recomendable contar con un director, lo más listo posible. Y actores y actrices. Y técnicos y creadores de todas las especialidades. Y luego hay que juntar todos los cachitos en los procesos de postproducción y darles vida y sentido puramente cinematográfico.
En el cine trabajamos muchas personas muy distintas entre sí pero que a la hora de la verdad nos fusionamos en un solo motor creativo. Tenemos cada uno nuestra ideología, nuestros puntos de vista sobre lo que pasa en la película que estamos haciendo y lo que pasa fuera del plató. Unos nos caemos bien y otros no. Pero pactamos, llegamos a acuerdos a diario en beneficio del resultado final. Los del cine somos trabajadores como los demás pero somos conscientes de la suerte que tenemos de trabajar en lo que nos apasiona. Aunque ahora vivimos una época dorada de ocupación laboral, sigue habiendo sectores de nuestra industria que padecen los rigores del paro y la desocupación, como acabamos de conocer por el riguroso Estudio sociolaboral de la Fundación AISGE.
Como ya han dicho mis compañeras, la Academia condena cualquier abuso o violencia que se ejerza contra las mujeres. Y defendemos la libertad de pensamiento y de expresión de nuestras propias opiniones en todos los ámbitos. Es esa libertad la sustancia y la materia que explican y justifican nuestro trabajo.
Es precisamente en defensa de la libertad de creación por lo que los cineastas españoles estamos en estos días preocupados por la situación de nuestros compañeros argentinos, con quienes nos unen vínculos antiguos y estrechos y cuya industria cinematográfica se ve seriamente amenazada de desfinanciación por los inciertos proyectos legislativos de su actual gobierno. Hoy estamos de fiesta y nuestra vida y nuestras películas siguen su camino, pero no podemos olvidarnos de que en Gaza, en Ucrania y en tantos otros lugares del mundo sigue el sufrimiento y la injusticia. A nosotros nos pasa lo que a la protagonista de Kaurismaki, que cuando llegamos a casa oímos la radio.
Nuestro cine está en los festivales internacionales y gana premios por doquier. Hemos asistido a un relevo generacional sorprendente y a la incorporación cada vez más numerosa de nuestras compañeras a responsabilidades tradicionalmente reservadas a los hombres. Nuestras jóvenes directoras han ganado este año la Concha de Oro, la Biznaga de Málaga, la Espiga de Valladolid, los Gaudí y el premio de la Quincena de Cannes. Y J.A. Bayona y su equipo de maquillaje y Pablo Berger nos han llevado otra vez al umbral de los Oscar. En el 50 aniversario del estreno de El espíritu de la colmena, Víctor Erice ha vuelto a rodar una película emocionante. Y el otro día Garci, nuestro primer Oscar, ha cumplido 80 años. 80 años de cine, como dice él. Enhorabuena a todos.
Muchas gracias y buenas noches. En Febrero de 2025 nos vemos en Granada.
Fernando Méndez-Leite, Presidente de la Academia de Cine