Cuando llegué a Madrid a mediados de los años setenta del siglo pasado venía curtido en cientos de películas visionadas, disfrutadas y proyectadas, especialmente, en el cine España de Ribadavia (Orense), nuestro proyecto familiar, aunque otros empresarios locales que regentaban el cine Río y el cine Principal me permitieron siempre entrar en sus salas para ampliar mis inquietudes.
En mi examen de acceso a la Universidad, en la Facultad de Ciencias de la Información que apenas llevaba tres años funcionando, recuerdo que una de las pruebas que tuve que realizar consistió en el visionado y comentario de ‘El fantasma va al oeste’ (The Ghost Goes West, 1936), de René Clair. Fue emocionante, grata y amable la prueba porque esa película la había visto en canal UHF (hoy La2 de TVE) en esos programas cinematográficos que nos permitieron fundamentar nuestro conocimiento y disfrutar de magníficas películas nacionales e internacionales de todas las épocas. Estoy convencido que mi texto ayudó en mucho a que pudiera cursar aquellos estudios de Imagen Visual y Auditiva, tal como se llamaban los estudios de Imagen (hoy Comunicación Audiovisual).
En los escasos pasillos de la Facultad nos cruzamos muchos jóvenes que queríamos y vivíamos para el cine, que buscábamos soluciones a la escasez y derrochábamos mucha imaginación para incrementar nuestros conocimientos. La historia de cada uno se construyó al final de la carrera, en los destinos cinematográficos, televisivos y literarios más diversos. Todos estamos dedicados hoy a lo que en su momento decidimos, con mayor o menor acierto, con más o menos protagonismo.
Hay que decir que tuvimos la suerte de “tropezarnos” con profesionales ejerciendo la función docente como prolongación a su etapa en la Escuela Oficial de Cinematografía, figuras como Antonio Cuevas, Florentino Soria, Miguel A. Martín Proharan, Antonio Lara, Kike Torán y José Jacoste entre otros, quienes nos ayudaron a comprender mejor la industria, la creación y la cultura cinematográfica, única en aquellos años.
Y es aquí, cuando algunos conectamos directa y personalmente con Filmoteca Nacional (después Española), único centro de documentación existente en España por aquel entonces pues, como se sabe, tras la definición territorial del Estado de las Autonomías, en cada entorno se impulsó un centro propio.
Hay que referirse al 13 de febrero de 1953, casi tres meses antes de que naciera el que esto firma, cuando una Orden Ministerial recoge la existencia de la Filmoteca Nacional. Más tarde, el Decreto de 20 de febrero de 1964 define que es “el Organismo oficial encargado del archivo de las películas que, sin tener carácter estrictamente técnico, sean de interés para el estudio del cine en general y del español en particular, cuya conservación sea conveniente desde un punto de vista cultural o histórico”. Normativa que, posteriormente, va ajustando un poco más su cometido y adaptándolo a los tiempos que corren.
Sin entrar en más detalles en cuanto a qué fondos deben existir en dicha Filmoteca, lo que sí queda claro es que, aunque con mucho retraso frente a otros países, en España y en 1953 se pone la primera piedra de una institución que debe velar por los fondos patrimoniales cinematográficos, ya sea por exigencia de la norma o por voluntad de los numerosos donantes que han querido depositar en sus archivos todo tipo de materiales documentales. A la función de archivo y conservación se incorporó la difusión de materiales fílmicos en programaciones organizadas en las numerosas salas de proyección que acogieron la “sede” de Filmoteca Española.
Es bueno recordar, para los que desconozcan este tránsito, que inicialmente, en los años sesenta del siglo XX, dichos programas se organizaron y proyectaron en las salas del Instituto Nacional de Previsión, el de Industria, en el Ministerio de Información y Turismo, y en los cines Barceló, el teatro Beatriz, para desarrollarse en la década de los setenta en los cines California, Infantas, Dúplex y Covadonga, y seguir en los años ochenta en el Príncipe Pío, Círculo de Bellas Artes, Torre de Madrid 1 y, recalar, finalmente en el Cine Doré a partir de 1989. Salas por las que hemos pasado muchas personas desde el inicio de la Transición y de las que damos fe de sus ambientes y funcionalidades.
Muchos hemos vivido este periplo con gusto. Las salas propiciaron numerosos encuentros y charlas entre amigos que con el tiempo se fueron dispersando y reencontrando en acontecimientos y programas muy interesantes y que completábamos en otros cinestudios y cineforums. Era un ambiente propicio para disfrutar de todo aquello que resultaba difícil encontrar; eran tiempos en los que sólo disponíamos de película, de proyección analógica, pues todavía quedaba un poco lejos la irrupción tecnológica digital, Internet y plataformas online que con el tiempo se irían imponiendo y donde cualquier persona puede ver lo que quiera.
Algunos de aquellos jóvenes decidimos dedicar nuestro tiempo a la investigación y a impulsar otros estudios sobre el cine desde diversas perspectivas y entornos. Esta decisión nos llevó, inevitablemente, a Filmoteca Española, a conocer la institución, su actividad y, especialmente, a su personal.
A lo largo de cuarenta años hemos dedicado mucho tiempo de nuestra vida a bucear en este Centro de Documentación (desde la Dehesa de la Villa hasta el Palacio Perales), a revisar cajas, archivos, documentos, películas, fotografías, cartelería; hemos ayudado en lo que se ha podido a descubrir parte de pequeñas joyas conservadas sin inventariar por falta de recursos, porque todos los que entrábamos en aquel Centro nos sentíamos parte del mismo. Y especialmente, porque quienes nos recibían a diario resultaron ser personas entregadas, siempre dispuestas a enseñarnos y acogernos con los brazos abiertos, y preocupadas con nuestras dudas. No podemos olvidar, a lo largo de los años, la entrega y el cariño de Dolores Devesa, Alfonso del Amo, Ramón Rubio, Mariano Gómez, Alicia Potes, María García, Valeria Ciompi, Margarita Lobo, Fermín Prado, Miguel Soria, Diego Martín, entre otros, y también de Florentino Soria, Carlos Serrrano de Osma, Juan Mariné, Luciano Berriatúa y Chema Prado, especialmente por las entrecortadas charlas que hemos podido mantener con ellos a lo largo de los años.
El ambiente resultó propicio en todo momento. Nos sentíamos como en casa. Fue nuestra segunda casa siempre. Allí fuimos descubriendo el valor de un archivo y, especialmente, la dejadez de la profesión y de la industria al no considerarlo como centro de referencia. Los esfuerzos derrochados por el personal de Filmoteca Española han sido numerosos al cabo de los años. Cuando descubríamos alguna película o material poníamos en contacto al personal de Filmoteca con el propietario con el fin de rescatar de lugares inapropiados esos fondos. Se producía una colaboración constante entre todos porque teníamos muy claro que debíamos hacerlo para preservar nuestro patrimonio.
Pero, insisto, la dejadez de la industria se manifestó constantemente al descubrir en nuestros visionados de moviola que algunas latas, que supuestamente debían contener una copia en buen estado de la película, estaban ocupadas con restos de materiales diversos (y que por el volumen de llegada de fondos el personal estaba desbordado en su revisión y catalogación). La industria nunca entendió qué valor añadía a su película el hecho de depositar una copia en Filmoteca. Después ya llegaron los tiempos de compraventa de materiales para revolucionar en mercado del video, televisión y plataformas diversas. Esa dejadez también fue abundante en todo aquello que tuvo que ver con los archivos de productoras y demás empresas. Conocemos muchos casos en los que dichos materiales fueron a la papelera, cuando no fueron tratados como residuos orgánicos. Triste y lamentable, pero es un síntoma del interés patrimonial que se tiene en este ámbito históricamente.
Y este asunto, para quienes nos hemos dedicado al estudio y análisis del cine español nos ha preocupado a lo largo de los años. Todo funcionó muy bien cuando el personal estaba motivado, había colaboración, se participaba de lleno en todo lo que se organizaba, pero nada se pudo hacer desde el momento en que las autoridades dejaron de interesarse por Filmoteca Española. Nunca entendieron por qué y para qué debía existir este Centro.
Sin embargo, desde la Universidad española sí sabemos que Filmoteca Española debe continuar activamente desarrollando la tarea para la que fue creada. A lo largo de treinta años la investigación impulsada y realizada por un amplio abanico de investigadores, analistas y doctorandos universitarios fue posible gracias a su existencia. El beneficio generado socialmente ha sido enorme y ha permitido descubrir, conocer y profundizar en la realidad vital de la historia cinematográfica española. Por nuestra parte, la trascendencia y repercusión de esta longeva institución está fuera de toda duda.
Durante muchos años se transmitió la necesidad de sostener un Archivo fundamental para la conservación del patrimonio cinematográfico español. Hay que invertir en ello para preservar nuestra identidad. Resulta difícil entender que hubiera pasado para conocer lo sucedido en España en el último siglo si no existieran algunas películas primitivas recuperadas o el fondo documental de TVE o RNE, por ejemplo. Pues eso mismo, no se puede entender nuestra historia y cultura sin los fondos de las diversas filmotecas españolas.
Desde el Ministerio de Cultura deben ponerse manos a la obra. Deben asumir el compromiso de respeto por el patrimonio de todos los españoles; deben ponerse como meta impulsar de nuevo este Centro de Documentación; han de apostar en la dotación de los recursos humanos necesarios y medios técnicos y tecnológicos que permitan rescatar fondos perdidos, recuperar los materiales existentes, conservar adecuadamente los mismos, catalogar y archivar otros fondos documentales y fomentar el estudio y la investigación sobre cine y cine español. Desde las universidades seguimos fomentando las investigaciones en este sentido, tanto las propias como las de nuevos y jóvenes estudiantes y docentes que continúan pensando que avanzar por este camino merece la pena.
Por lo tanto, el Estado, a través del Ministerio de Cultura, ha de afrontar sin reservas la refundación de Filmoteca Española para que sea el Centro Audiovisual que necesita España. En la estrategia 1.9 del Plan Cultura 2020, presentado recientemente por el Ministerio, destaca en sus argumentos que quiere “Intensificar el papel de agente cultural dinamizador de la Filmoteca Española” y le dedica dos páginas del documento. Resulta alentador lo que se propone, lo único que cabe esperar es que no se duerma en el limbo del olvido.
Emilio C. García Fernández, Catedrático de Historia del cine Universidad Complutense de Madrid