El sobrenombre ‘la novia de España’ da muestras de la popularidad y afecto que ha acompañado siempre a María del Carmen García Galisteo, más conocida como Carmen Sevilla: la ‘Carmen de España’.
La admiración hacia esta estrella sólo es comparable al cariño que el mismo público ha profesado por la cantante y actriz, la última de una estirpe de folclóricas tan reivindicadas en la actualidad.
Con y sin bata de cola, Carmen Sevilla ha dejado en el cine patrio icónicas escenas que ahora FlixOlé recopila en forma de colección. La plataforma presentará el viernes 12 de agosto un especial con una treintena de películas que recorren desde las primeras soleares entonadas por la artista en pantalla grande, hasta alocados títulos del Destape y solemnes papeles con los que se despidió de los focos fílmicos.
Destaca igualmente el estreno del documental ‘Cómicos nuestros: Carmen Sevilla’ (Ramón Verdet, 2021), homenaje que sus compañeros de profesión (José Sacristán, Concha Velasco y Antonio de la Torre, entre otros nombres) dedican a la también bailarina andaluza.
La edad dorada de ‘la novia de España’
Amadrinada por Estrellita Castro, uno de los grandes astros del momento, Carmen Sevilla era todavía muy joven cuando la fama la alcanzó, allá por finales de los años 40. Su cándida, y a la vez seductora, mirada cautivó pronto a la cámara, mientras que su salero natural hizo lo propio con el público.
Con los primeros largometrajes llegó el reconocimiento: ‘La revoltosa’ (José Díaz Morales, 1950), la más celebrada adaptación de la popular zarzuela tuvo como protagonista a la actriz andaluza, aunque su acento castizo madrileño lo tuvo que poner una dobladora. Poco después, una mezcla de virtud y picardía vistieron el hábito de una Carmen Sevilla convertida en monja en ‘La hermana San Sulpicio’ (Luis Lucia, 1952).
Tradición, folclore y comedia blanca fueron elementos recurrentes en los personajes a los que dio vida en sus comienzos, catapultándola al éxito a partir de ‘Violetas imperiales’ (Richard Poittier, 1952), donde la coplista hizo de vendedora de flores en tiempos de Eugenia de Montijo. Sus dotes interpretativas y belleza le abrieron el abanico y los productores se pelearon por tenerla en sus carteles: ‘La pícara molinera’ (León Klimovsky, 1955), ‘La fierecilla domada’ (Antonio Román, 1956), ‘Secretaria para todo’ (Ignacio F. Iquino, 1958)… Así hasta compartir plantel con Vittorio de Sica en ‘Pan, amor y Andalucía’ (Javier Setó, 1958) y protagonizar la primera película española nominada a un Oscar: ‘La venganza’ (Juan A. Bardem, 1958), en la que fue su época dorada.
Del plantón a Hollywood al flirteo con el Destape
La fama alcanzada por Carmen Sevilla traspasó fronteras y, en el otro lado del charco, Hollywood extendió un cheque a la actriz. Sin embargo, ésta lo rechazó para seguir siendo ‘la novia de España’ y dar voz musical al typical spanish en los años 60: ‘El secreto de Mónica’ (José Mª Forqué, 1961), ‘El balcón de la luna’ (Luis Saslawsky, 1962), donde compartió protagonismo con sus amigas y estrellas Lola Flores y Paquita Rico, ‘Crucero de verano’ (Luis Lucia, 1964), ‘Camino del Rocío’ y ‘El relicario’ (ambas de Rafael Gil, 1966 y 1970 respectivamente).
Los setenta supusieron un antes y un después en la carrera cinematográfica de Carmen Sevilla. Además del anecdótico bofetón que le plantó a Charlton Heston durante el rodaje de ‘Marco Antonio y Cleopatra’ (dirigido por el oscarizado actor, 1972), la década sirvió a Carmen Sevilla para dejar a un lado el cine de peineta y mantilla y probar con otros géneros.
De esta manera, tuvo un affaire con el Destape y sus prolegómenos a través de ‘El apartamento de la tentación’ (Julio Buchs, 1971), que relanzó su imagen dotándola de un toque más sensual; ‘La cera virgen’ (José Mª Forqué, 1972), musical un tanto erótico que dio pistas de lo que vendría tras la muerte del dictador; y ‘Sex o no sex’ (Julio Diamante, 1974), un juego de clichés sexuales con los que el español medio sólo soñaba.
A las cintas del Destape hay que sumar otros filmes de factura técnica y argumentativa de mayor calado. Títulos como ‘Nadie oyó gritar’ (Eloy de la Iglesia, 1973), ‘No es bueno que el hombre esté solo’ (Pedro Olea, 1973), ‘La loba y la paloma’ y ‘Beatriz’ (ambas de Gonzalo Suárez, 1974 y 1976) demostraron que su arte no entendía de etiquetas ni de géneros, dejando de legado una filmografía digna de una estrella como pocas ha tenido el cine español.