Hollywood vuelve a ser una fiesta. Y quién mejor para asegurarlo que Raimundo Hollywood que junto a su fiel compañero, el oso cinéfilo de Ovedito, asistieron jubilosos a la 80ª edición de los Globos de Oro. Fiestón del copón. Y tenemos las pruebas con las montañas de gambas, ostras y patas de cangrejo que se ofrecieron a los invitados. Además de los botellones de Moet&Chandon que hacían algo más que decorar las mesas. ¡O que se lo digan al estado etílico con el que Mike White salió a recoger su Globo de Oro por ‘The White Lotus’! ¡O con el que Regina Hall no pudo mantener la compostura mientras intentaba ligar con Brad Pitt desde el escenario! Pero qué sería una fiesta sin Brad Piiiiiiiiit.
Se dirán muchas cosas de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA por sus siglas en inglés). Se han dicho, se dicen y se seguirán diciendo. Muchas erróneas, otras exageradas, otras infundadas y la mayoría repetidas por un periodismo que se toma demasiado en serio, pero no se molesta en comprobar lo que insiste en repetir cual lorito, escribiendo con más cátedra que fundamento. Pero lo que nadie puede negar, incluso a los que les corroe la envidia en esta industria hipocritona, es que este grupo diverso de periodistas venidos de todo el mundo saben organizar un buen fiestón. Y sabe pasar un buen rato mientras celebran el buen cine y la buena televisión.
El daño está hecho y la fiesta, aunque estupenda, fue algo más reducida. Los estudios no se sumaron con sus propios festejos a amplificar la juerga, en lugar de cajas enteras de bombones Godiva solo hubo un bomboncito por persona, y los centros de flores quedaron algo reducidos. Pero nada que pasara por agua la fiesta como lo hizo el clima, que intentó boicotear a base de bien la ceremonia con la mayor cantidad de lluvia caída en Los Angeles en los últimos 30 años. Pero eso solo les aguó la fiesta a Jeff Bridges y Kevin Costner, que no pudieron asistir a la ceremonia porque estaban aislados en la ciudad de Santa Bárbara donde viven y que quedó incomunicada por el barro. Se intentó de todo, traerlos en avión, anunciar su candidatura como Mejor Actor en Serie Dramática de Televisión casi al final de la ceremonia para ver si podían llegar en plan ‘Mission: Impossible’. Pero nada, se lo perdieron. Irónico de dos grandes actores y veteranos que anunciaron los primeros que asistirían al 80 cumpleaños de los Globos. Como dirían los romanos, larga vida a los Globos de Oro.
Fue una fiesta familiar a la que muchos trajeron a sus seres queridos. Colin Farrell a su hijo; Jeremy Pope, a su hermano; Diego Calva, a toda su familia, pagando los tickets extra de su bolsillo. Otros, muchos, llevaros a sus agentes como acompañantes. O quizás los agentes se apuntaron solitos, toda una ironía teniendo en cuenta lo mucho que han gruñido contra la HFPA, pero luego son los primeros en apuntarse a un buen sarao.
Hasta se coló algún perrito que otro invitado en la laaaarga alfombra, que esta edición fue en lugar de roja, gris. No sabemos si eso nos acaba de gustar, pero cada productor se tiene que inventar algo nuevo o no valdría lo que cobran. La tradición que se mantuvo es la de invitar a los ganadores a ponerle su nombre en la estatuilla esa misma noche, durante la fiesta, y fueron muchos los que lo hicieron. Al fin y al cabo, no debe de ser tan malo tener un Globo de Oro.
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