Al grano con los Globos de Oro. No se lo perdió nadie en Hollywood. Que los criticarán mucho, boicotearán a sus periodistas y echarán perros contra un galardón que cumplió así su 81ª edición. Pero allí, todos a fichar. Eso sí, la nueva edición tuvo bastante de agridulce porque la nueva gestión prefirió sentar en sus mesas a publicistas y ejecutivos (además de estrellas) antes que a sus miembros y votantes. Ya ves, siguiendo los pasos corporativos de la Academia. Pero que luego no se quejen de si el tono es más serio, sobrio, aburrido o cosas así.
De lo que todos se pueden quejar es del frío que hizo. Raimundo Hollywood y su fiel compañero Ovedito se quedaron heladitos en la alfombra roja por donde no hacía más que pasar un dron guiado por un tipo en silla de ruedas y gafas y guantes ad hoc que parecía una Helen Keller del año 3000. Lo que hay que hacer para ganarse la vida. Pero con este frío, las estrellas demuestran una vez más que son de otro planeta, saben algún truco que no sabemos o que para eso les pagan tanto. Este año hasta los chicos, no sabemos si en solidaridad o por moda, aparecieron a pecho descubierto. No diría pelo en pecho, porque de eso poco dice Ovedito, pero desde Jared Leto a Jeremy Allen White pasando por Timothee Chalamet fueron muchos los que se marcaron unos escotes que ni los de JLo, que para llevar la contraria se trajo puestas todas las cortinas rosas que había por casa. ¿De ahí quizás las caritas de Ben Affleck?
Los chicos de ‘Oppenheimer’ y los raritos de ‘Poor Things’ son los que salieron de la ceremonia mejor parados con destino a fiestas que en esta edición no fueron en el mismo Hilton en el que se celebró la ceremonia. Una pena, le quita alegría al sarao. Mientras, el team Barbie salió de morros (va en serio). Pero ya se sabe que en los premios solo uno sale contento y el resto, amargado.
En el caso de los Globos, eso sí, con el estómago lleno, este año con un menú servido por Nobu, el mejor sushi de Los Angeles (y el más caro). Comimos a dos carrillos, con Moet en lugar de sake. Comimos todos menos al parecer el ganador por ‘Los que se quedan’, Paul Giamatti, que se le vio tras la ceremonia en una hamburguesería del tres al cuarto con su Globo y su hamburguesa. Para un actor que ganó el galardón interpretando a un profesor con olor a pescado, el sushi no parece ser lo suyo.
Pero la verdad es que los premios y el sushi da igual en una ceremonia donde todos los ojos estuvieron puestos en la Taylor Swift y sus BFF, sus amiguitas Emma Stone y, sobre todo, Selena Gómez, con la que se pasó cuchicheando todo el rato, dicen las malas lenguas que saben leer los labios, sobre si la Kardasian les dejaba sacarse un selfie con Chalamet o no. Todo muy profundo. Vamos, que aquí mucha crítica, mucho juicio de valor sobre los premios, quién puede o debe darlos, que si corruptos que si elitistas que si otras zarandajas, pero al final hasta las estrellas lo que van es a sacarse selfies, una comida gratis y de paso, quizás el premio. Además de un resfriado a juzgar por el frío.