Paciencia Films es el nombre de la productora de Miguel Ángel Muñoz. También es la cualidad que este culo inquieto, actor, cantante, bailarín, productor y ahora también realizador, espera heredar de su tata, Luisa Cantero, la hermana de su bisabuela a quien acaba de dedicar su debut como director en el documental ‘Cien días con la tata’. Y, sobre todo, es lo que disfruta desde la terraza de sus oficinas en el centro de Madrid, en el cielo de Madrid para ser más precisos, porque Muñoz no ha podido poner su nido más alto, en un lugar privilegiado desde donde el mundo, no solo la capital, parece a su alcance. Como bien sabe este madrileño de cuna que dice el refrán, “de Madrid, al cielo”, y Miguel Ángel nos recibe en sus oficinas en lo más alto de una de las manzanas más respetadas de la Gran Vía.
Es un extraño momento de descanso en su apretada agenda porque, como es natural en él, Muñoz no para. Recién concluido su trabajo en la obra ‘El síndrome del copiloto’ y preparando ya su nuevo viaje a Los Ángeles, ciudad con la que sigue manteniendo una estrecha relación personal y laboral, el niño que se dio a conocer con ‘El palomo cojo’ y que luego nos dio muestras de su madurez adulta con la serie ‘Un paso adelante’ o ‘El síndrome de Ulises’, tiene ante si un golpe doble: Ser el maestro de ceremonias, junto a la cantante mexicana Lali Espósito, de la novena edición de los Premios PLATINO del Audiovisual Iberoamericano y además defender su candidatura al galardón a mejor documental con ‘Cien días con la tata’.
“Los nervios más grandes que tengo son por eso”, se confiesa. “Por la ilusión que te puede hacer estar nominado pero que sea todo junto. Si lo gano, va a ser increíble, y si lo pierdo, a ver cómo quedo. Lo que más nervioso me pone es el saber gestionar las emociones en los dos casos. A ver cómo continuo la gala si es que sí o si es que no. Porque si su salud lo permite espero que la tata me acompañe, lo que multiplica el disgusto si perdemos. Y si gano querré celebrarlo con ella y no voy a poder. Va a ser un lío, pero muy emocionante”.
La verdad es que no se le ve ni gota de estresado. Hiperactivo, sí, a lo que también seguro que contribuye la coca-cola que se permite tomar. Y con algo de frío también, enfundado en un par de ‘plumas’ con la disculpa de ser un poco friolero. Es lo que tiene estar tan cerca del cielo. Unos se queman, otros se congelan. Pero en el caso de Miguel Ángel, sea lo que sea lo que está sintiendo, ante todo lo que ves es su sonrisa.
La relación entre Muñoz y los PLATINO viene de lejos. Bueno, desde los comienzos de estos premios que organiza la asociación de productores EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales), para aunar y potenciar el audiovisual iberoamericano. Estuvo invitado en su primera edición, esa que tuvo lugar en Panamá, y hasta contaron con él en la ceremonia. “Y desde entonces he seguido los premios con mucho interés. Me parece una iniciativa estupenda que se ha consolidado en los premios más importantes del talento en español y habla portuguesa. Y nueve años ya no son una anécdota para unos premios que se han hecho incluso durante la pandemia y en el que compiten 23 países. Un cruce de cultura y de talento que nos ofrece una oportunidad para poder ver trabajos importantes de otros lugares de los que, si no, sería imposible enterarse”, aboga.
Su defensa va a ultranza incluso en una edición como esta en la que las producciones españolas lideran sin disimulo la larga lista de candidatos tanto en cine como en televisión. “Tanto el año pasado como este son años raros por la situación mundial. Hay sacar pecho y estar agradecidos y decir qué bien. Esta edición de los PLATINO se celebra en España. La Comunidad de Madrid apuesta y la gran noche del cine Iberoamericano se celebra aquí. Coincide con que hay bastante talento español nominado. También tiene que ver con la información que te llegue, del momento en el que vivas y ahora que estamos saliendo de la pandemia, está todo el mundo pendiente de qué se va a hacer aquí. En cualquier caso, creo que tiene que ser equitativo, pero también tiene que reinar el talento. Es como si en los (premios) Oscar pides diversidad y que haya un número de nominados con respecto a la diversidad que estemos hablando en ese momento. De alguna manera, estarías discriminando. Cuanto más diverso sea, más rica es la fiesta. Y para ello lo más importante es que (los PLATINO) se sigan haciendo y que viajen. Es muy importante que el año que viene vayan a Colombia, a Chile… porque van a ganar muchos más adeptos como se merecen”.
Como recuerda Muñoz, lo mejor de estos galardones en su opinión es que llegaron en el momento preciso porque hace nueve años la presencia de las plataformas no era la misma y no era tan sencillo estar al corriente de lo que se hacía en otros países, por muy hermanos que sean. “Han sido unos premios muy inteligentes al abrirse al audiovisual, lo que hace que te pongas al corriente de estos trabajos merecedores de ser vistos. Porque incluso en los catálogos de las plataformas llega un momento que te pierdes y gracias a los PLATINO, cuando le vas a dar al ‘play’ puedes ver esa peli chilena que estaba nominada. Tenemos mucho talento iberoamericano y eso para mi no es nuevo. Me hace sentir muy orgulloso que se hable español en el cine y en la televisión. A día de hoy, es la segunda lengua hablada en el mundo. Todavía no nos ganan los chinos”, se ríe.
El momento de seriedad le llega cuando le recuerdas la responsabilidad de ser maestro de ceremonias a la vista de recientes incidentes como el que tuvo lugar en los Oscar cuando uno de los presentadores, Chris Rock, recibió un fuerte derechazo en cámara por parte de uno de los invitados y candidatos, Will Smith. El recuerdo le pilla por sorpresa, no porque no lo viera. “Vi el momento Will Smith en tiempo real. Me encanta los Oscar. Soy un romántico del cine. Y muchos años me lo he visto en Los Ángeles y cuando me han pillado aquí, me quedo hasta las tantas viéndolo y siempre con el mismo interés”, asegura quien tiene a gala haber asistido en persona a los Independent Spirit Awards (Premios Espíritu Independiente). Lo que le pilla por sorpresa es que no se había parado a pensar en ello. “Ahora que me lo dices, efectivamente creo que Chris Rock llevó esta situación muy bien, de una manera extraordinaria. Yo no tengo pensado meterme con nadie, no es mi estilo, y con esto no me posiciono si el chiste (de Rock) fue adecuado o no. Pero la manera en la que afronto conducir los Premios PLATINO, junto a Lali, no va a forzar una situación que se pueda ir de las manos. Lo puedo hacer mejor o peor, pero juego sobre seguro”.
Espósito y Muñoz no se conocían personalmente hasta que han comenzado sus ensayos una semana antes de la ceremonia. Sabía que es “una chica estupenda, una mujer muy divertida, muy buena profesional tanto en su carrera como actriz donde lo último en que la he podido seguir es en ‘Sky Rojo’, como en su faceta como cantante, que está en un momento muy bueno”. Y está seguro de que esta también es la opinión de Lali porque de otro modo, no estarían juntos. “Si no me veo con mi compañera o compañero lo digo y no tiene que ver nada con lo personal. Pero con Lali, esto puede funcionar”.
Muñoz ya tiene experiencia en galas. Estuvo al frente de los Premios Forqué hace dos años, con pandemia y Filomena. Y parece dispuesto a subirse le echen lo que le echen, calima, Godzila, lo que sea. “Lo bueno de estar en Madrid es que sabemos que no va a haber un huracán. Bueno, después de la calima, madre mía”, se retracta con humor sin querer tentar al diablo. Tiene muchas tablas y su “condición de hacer cosas diferentes y la oportunidad que me ha dado la vida para, dentro de esta industria, desarrollar diferentes habilidades” como describe su espíritu renacentista de tocar todos los palos solo le hace crecerse. “Estoy haciendo una película de protagonista. Me encanta hacer teatro o televisión. Puedo hacer una gala, saltar en paracaídas o dirigir un documental. No tengo un ritual concreto para ninguno de mis trabajos y lo que intento siempre es dar el cien por cien, ser honesto con cómo estoy en ese día porque soy tremendamente exigente y lo que intento es acostarme satisfecho con todo lo que he dado y todo lo que puedo dar”, admite cual declaración de principios.
Su único ritual, accede bajo presión, es ensayar todo lo que puede, la clave para dar lo mejor de si. No llevar nada con pinzas. “Si improviso, que sea por una elección personal”, afirma sobre su técnica. “Y también en mi caso, y lo llevo a cualquier actividad en la vida, ser generoso con mis compañeros porque cuando uno realmente quiere hacer un buen trabajo, no lo puede hacer solo. Y por compañeros no digo solo Lali. Venimos a hacer algo bonito, especial y eso intento que no se me olvide nunca. Cuando uno trabaja para el equipo, hace sus mejores trabajos. Cuando uno quiere brillar, no”.
Por mucho que quiere a su tata, y lo sabe cualquiera que vea el documental que le ha dedicado y que muestra sus cuidados especialmente durante lo más duro de la pandemia, cuando permaneció a su lado para garantizar su bienestar, a Muñoz le gusta dar al César lo que es del César. Y su carrera, su amor por el cine, por el espectáculo, se lo debe a su familia, incluyendo a sus padres, no solo a su tata. A todos aquellos que se han ido cruzando en su vida y que le han ensañado algo. Situaciones por ejemplo como los cinco maratones que ha corrido, el de Nueva York dos veces, Boston y Chicago además de el de Los Ángeles, aunque dice que este no cuenta porque solo corrió la mitad. Que sea honesto no quiere decir que no sea avispado.
Pero cuando realmente se le llena la boca hablando de su empujón a las artes es cuando hace mención al mundo terapéutico, el verdadero protagonista de ‘Cien días con la tata’. “Gracias a mi profesión me inicié en el mundo terapéutico y me ha enseñado mucho a formarme el carácter que tengo”, afirma tajante. En su filme no tuvo la menor duda a la hora de mostrar sus propias sesiones “un acto más íntimo que el sexo”, como confirma. “Pero si de algo quería hablar es de la salud mental y del miedo a la muerte. La terapia me hizo ver esta realidad que tenía de no poder disfrutar de la relación con mi tata como merecía, por miedo a perderla”, rememora de una película que empezó sin más pretensión que jugar con sus demonios, no pensando en ir a salas, y plasmando una inquietud que ya le reconcomía desde hacía tiempo para ser director. “Pero mi necesidad al hacer esta película era mi terapia. Estaba ahí para hablar de la salud mental, de la terapia, era lo que me quería contar, primero a mi y al público. Cuando vino la pandemia me di cuenta que no podía ‘ficcionar’, había que poner la verdad y dentro de la verdad había que poner mi terapia. Estoy orgulloso de haberlo hecho así pero no podría haberlo hecho de otra forma. Me alegro de que está llegando mucho (la película) y poniendo sobre la mesa un tema muy importante como es normalizar la terapia. Llevo 15 años yendo a terapia como el que va al gimnasio o a darse un masaje. Me gustaría ir todos los días. En la vida frenética que llevo, llego aceleradísimo y así tengo una hora para ver cómo estoy”.
Lo que está es estupendo. Con frío, sí, pero calentando motores para su próximo viaje a Los Ángeles, donde seguro que la temperatura es diferente. Este año tiene por estrenar la película de Rob Schneider ‘Daddy Daughter Trip’ que rodó en Arizona y se ríe por no llorar recordando que aún tiene pendiente ‘What About Love’ que hizo hace siglos con Sharon Stone y Andy García “y que ya es de broma” aunque sabe que llegará a las pantallas “en algún momento y alguna plataforma”.
Hace diez años que le dieron la tarjeta verde para trabajar por allí así que las puertas están abiertas. Lo que han cambiado son sus intereses. “Tenía muchas ganas de estar allí. No es que ahora tenga menos, pero mis prioridades son diferentes. Se muestran en ‘Cien días con la tata’. Estar junto a ella vale más que hacer ‘pilot season’ en LA”, ponen en la balanza un momento que congrega a una gran cantidad de actores para formar parte de episodios pilotos de nuevas series con la esperanza de ser el gran éxito por descubrir. “Me voy en nada para Los Ángeles y voy el más feliz del mundo. Me gusta la ciudad, me va mucho y si me llaman de algo concreto, yo mando el ‘tape’ y si hay que volar, vuelo. Pero ahora no es lo que me pide el cuerpo”, concluye con la vista más puesta en esos PLATINO que le esperan.