La animación portuguesa vive un gran momento, como se demostró en la pasada sexta edición de los Premios Quirino, en los que logró cuatro de los nueve galardones que se entregan en el evento anual de Tenerife, pero requiere de mayor financiamiento y de un trabajo de todos los actores involucrados para hacer una industria potente. Los productores lusos Diogo Carvalho y Bruno Caetano hablaron con Audiovisual451 para analizar el sector y destacar su buena salud.
Ambos coincidieron en que la animación de Portugal, que cumple este 2023 cien años, coincidiendo con el centenario de ‘O Pesadelo do António Maria’ de Joaquim Guerreiro, considerada la primera película de este género del país luso, vive una situación que nunca ha vivido antes y sobre todo se ha caracterizado por la fortaleza de sus cortometrajes.
Carvalho, de la productora Sardinha em Lata resalta que en Portugal hay una gran tradición de cortos y que desde hace más de 20 años se hacen muchísimos trabajos con este metraje y de mucha calidad porque se tiene un gran apoyo para este formato.
“Tenemos cerca de un millón de euros al año para 10 cortos, se da un máximo de 130.000 euros por corto y eso es muy bueno. Esto ha sido el gran motor de la animación en Portugal y ahora se está cambiando un poco, intentando hacer series y largos”, apunta.
Puso como ejemplo que este año se han producido dos largometraje: ‘Nayola’, dirigida por José Miguel Ribeiro, y producida por Praça Filmes, coproducida con JPL Films, Soil Productions, Il Luster y Luna Blue Filmes (Portugal, Bélgica, Francia, Países Bajos), que fue elegido Mejor Largometraje del Año en los Premios Quirino 2023, y también ‘Os Demónios do Meu Avô’, de Nuno Beato, coproducida por Sardinha em Lata (Portugal), Basque Films (España) y Marmitafilms (Francia), y que se estrenará en Portugal el próximo mes en salas comerciales.
Con respecto a las series, señala que “en este segmento estamos un poquito más retrasados porque los apoyos son los más pequeños. Tenemos solo 600.000 euros para dividir entre dos series, esto es 300.000 a cada una, además de 100.000 euros de RTP, que es el canal público de Portugal. No tenemos mucha más financiación, además de que la presencia de las plataformas en la animación en Portugal es prácticamente nula, no ha producido nadie hasta ahora y los canales más tradicionales, privados, tampoco invierten en animación en el país”, explica.
Insiste que “el foco está en el cortometraje, porque tenemos muchísimo dinero para ello, para el tamaño del país y la cantidad de profesionales, un millón de euros por año es mucho dinero y hay mejores condiciones para hacerlos” y agrega que para los largos se ofrece un millón de euros cada dos años.
Para el director y productor Bruno Caetano de Cola Animation, la animación portuguesa vive ahora una situación que no había vivido nunca, muy buena, pero el mayor reto para el sector es la financiación. Tras coincidir con Carvalho en que en cortos hay una gran fortaleza, “siempre con realizadores muy buenos, una cosa histórica”, indica que los recursos destinados para largos, cada dos años, son muy pocos.
No obstante, considera que con la democratización de la tecnología es más fácil para nuevos realizadores hacer filmes con más calidad. “No estar tan dependientes de la estructura de las productoras y poder trabajar en casa, creo que aumenta un poco la creatividad. No es un trabajo de 9 a 5 enfrente de los ordenadores, se trabaja a una mayor libertad y ahora, en los últimos seis o siete meses, se han hecho en Portugal cinco largometrajes”, apunta.
Cita, por tanto a ‘O Natal do Bruno Aleixo’, una historia muy portuguesa de João Moreira y Pedro Santo que se ha hecho desde Cola Animation y también ‘Os Demónios do Meu Avô‘ de Nuno Beato, ‘Nayola’ de José Miguel Ribeiro y después coproducciones minoritarias como ‘They shot the Piano Player’, dirigida por los españoles Fernando Trueba y Javier Mariscal, coproducción de Animanostra, e ‘Interdito a cães e italianos’, de Alain Ughetto, coproducción de Italia, Francia, Suiza y Portugal.
No obstante, Bruno Caetano considera que se precisa de más condiciones para hacer una industria. “No hay una industria en Portugal”, remarca, pero Diogo Carvalho comenta que algo que puede ayudar mucho es que desde hace unos pocos años, se han creado muchas escuelas de animación en el país y ahora se forman en Portugal más de 200 profesionales al año.
Expone que muchos se quedan en las técnicas de 2D y 3D, que es lo más común, pero también hay una tradición en stop motion y muchos hacen esa formación. “Estamos bien de profesionales, lo que pasa es que la industria está muy en el inicio, no se está desarrollando tan bien como nos gustaría”.
España, Francia y la animación de América Latina: ejemplo para Portugal
Tras exponer la situación en la que se encuentra la animación portuguesa y los apoyos que recibe, el productor de Sardinha em Lata considera que el trabajo que ha venido haciendo el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales de España (ICAA) es muy valioso para la animación de este país. “Antes el organismo tenía una visión mucho comercial, que solo financiaba los largos, y ha entendido que la industria en la animación tiene que tener cortos y tiene que tener series, y está cambiando eso, y cuando hay una institución mira la realidad de su mercado y de los mercados en vuelta y se da cuenta que tiene que cambiar para mejorar, es muy positivo”, indica.
Apunta que Francia es siempre un buen ejemplo en la animación, porque es un país que tiene mucha tradición y tiene muchos años produciendo en todos los formatos. “Y sí, esos son los dos países que son la mayor referencia de financiación y de las decisiones de cómo se puede apoyar la animación. A nivel creativo, me gusta mucho lo que están haciendo casi todos países de América Latina porque no tienen miedo de errar, ejercen más libertad para hacer lo que les gusta y cómo les gusta”.
Explica que aquí en Europa, como se está muy pendiente del tema de la financiación, hay un cuidado en hacer lo que gusta a determinado canal o institución, “pero pienso que en América Latina se hace la cosa con más libertad y a mí me gustaría mucho trabajar más con esa región, pero no es fácil; la cuestión es conseguir hacer reglas en la coproducción para que, por ejemplo, con América Latina se consigan alianzas con valores muy distintos, porque la verdad es que no se consigue tanto dinero allá, pero tampoco es tan caro y por eso pienso que si empezamos a hacer la presentación de coproducción por el trabajo hecho y no por el dinero que se pone en conjunto, tendremos producciones más justas”, concluye.