Raimundo Hollywood se despide del restaurante preferido del Oscar y de algún otro académico.
Kate Mantelini. Una institución que era este lugar, en pleno Beverly Hills y andando de la sede de la Academia de Hollywood. Eso no lo dices todos los días en Los Angeles.
Desde que abrió sus puertas hace 27 años no sólo era el mejor restaurante de la zona. Era prácticamente el único. Y desde luego el único que abría hasta tarde, una pero que muy rara avis en un Los Angeles donde el personal se va a dormir con las gallinas.
Barato no era y las gambas no se le daban bien pero en Kate Mantelini nos hemos zampado nuestras buenas hamburguesas, ensaladas Cannes (con una tostada de anchoas que hacía mis delicias) y, sobre todo, sesitos de cordero.
Un plato totalmente desconocido en California (y gran parte del extranjero) pero que solía pillar aquí de vez en cuando. La razón de una oferta tan extraña en el país de los asquitos se llama Billy Wilder. El genio del cine vivía por los alrededores y venía casi todos los días a Kate Mantelini. Para él y sólo para él le tenían todos los días su ración de sesos, un plato que al parecer los austriacos acostumbran a deleitar. Cuando no se los comía, me los ofrecían. Así que puedo decir sin lugar a dudas que durante todos estos años me he comido los sesos de Billy Wilder. Muerto Wilder, desaparecieron los sesos.
Otro enamorado del lugar es Mel Brooks. El día que Kate Mantelini anunció que cerraba las puertas el 14 de junio (porque le suben el alquiler) advirtió al personal que el cierre de su restaurante preferido motivaría un suicidio colectivo. “Cuidado con los que se tirarán desde las ventanas”, dijo el que se va a quedar sin “Those Poatoes” como se llaman esas patatas que tanto le gustan con toneladas de salsilla y crema agria en el centro. Por no hablar del pastel de limón casero o de la hamburguesa de pavo, sus platos preferidos.
Kate Mantelini, el restaurante que alguna vez has podido ver en escenas de ‘Mad Men’ o en la película ‘Heat’, mantendrá abierta su sede en Woodland Hills (en el más pedestre valle de Los Angeles). Pero no será lo mismo. Porque si por algo recordamos el lugar no es sólo por su comida o por su horario sino por todos los Académicos que, como Brooks o Wilder o yo mismo, Raimundo Hollywood, han pasado por allí tras verse las películas candidatas al Oscar a discutir quién se llevaría la próxima estatuilla.
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