Justo cuando acabábamos de una tacada la serie de Netflix de ‘Stranger Things’, bañados de nostalgia y tarareando la canción de ‘La historia interminable’ nos llegó una invitación para ver ‘Érase una vez en… Hollywood’, la esperada novena película de Quentin Tarantino con dos verdaderas estrellas de lujo como Brad Pitt y Leonardo DiCaprio.
El tráiler ya prometía con el ‘Dame un poco de amor’ de Los Bravos a todo trapo, poniendo a más de uno la lagrimita en el ojo según la edad. (Dos semanas más tarde petaba iTunes como la canción convertida en número uno de bajadas).
Ovedito, entrada en mano, fue el primero en apuntarse a la premiere que para ir tematizada con el film fue en el teatro chino de Hollywood con posterior guacharra en el emblemático Hotel Roosevelt frente por frente del teatro.
La película, un canto nostálgico al Hollywood de los 60 con Sharon Tate y Charles Manson de fondo, dejó a Ovedito encantado, como si Tarantino hubiera hecho su ‘Roma’ (La de Cuarón, que no la de Fellini) particular. La alfombra roja evocaba los lugares icónicos del film aunque la organización del evento no estuviese muy a la altura y los invitados tuvieran que sortear una especie de pista americana de gorilas y gente robótica indicando por dónde ir a la nada absoluta, lo cual le hizo a Ovedito perderse a las estrellas en la alfombra.
El party post-proyección también tuvo sus más y sus menos dado que Tarantino y su cast eligieron la piscina del hotel como lugar de reunión y el lugar estaba cual playa de Benidorm en agosto. O cual Magaluf lleno de borrachos que para el caso es lo mismo a nivel densidad. Pero entre los margaritas del bar y las auténticas cortezas de cerdo de los aperitivos, Ovedito dio rienda suelta a su mitomanía, fotografiándose con los posters de las películas dentro de la película e intentando convocar al espíritu de Tyrone Power, que dicen, ronda los pasillos del mítico hotel.