Una búsqueda en toda regla en la que se metió Raimundo Hollywood estos días. Porque con tanta celebración que si cien años de los estudios MGM, que si ahora es propiedad de Amazon, que si ya no quedan estrellas como las de antes, a Raimundo y a su fiel compañero el oso cinéfilo de Ovedito solo les vino un pensamiento a la cabeza: ¿Qué fue del león de la Metro?
Para qué engañarnos. Cuando uno piensa en los míticos estudios que crearon en 1924 la fusión de Metro Pictures, Goldwyn Pictures y Louis B. Mayer Pictures, ninguno de estos nombres permanece en el recuerdo, borrado por un único rugido, el del león de la Metro.
Bueno, leones, que hubo como ocho rugiendo por delante de ‘Ben-Hur’, ‘El mago de Oz’, ‘Cantando bajo la lluvia’ o cualquier otro clásico que se nos ocurra hasta que su imagen fue recreada por ordenador por aquello de no utilizar animales (o para dejarlos sin empleo, a ellos y a sus cuidadores).
Tawny fue uno de estas mascotas y la que les pilló a Raimundo y Ovedito más a mano porque Leo el león, el más conocido de los reyes de la MGM, está enterrado en Nueva Jersey y como que está algo más lejos. Tawny era un león africano que vivió de 1918 a 1940, vamos que su rugido arrancó los títulos de crédito en la época del blanco y negro. Y ahora descansa en paz (esperamos) muy lejos de su África natal, en ese horroroso barrio llamado Calabasas que ni está en la playa aunque está al otro lado de las montañas de Malibú y tampoco tiene el pedigrí de un Beverly Hills, aunque los precios del suelo están por las mismas nubes (o que se lo digan al casoplón que le compró Michael Jackson a su madre por esos lares).
En Calabasas está el Los Angeles Pet Memorial Park, un pequeño Hollywood de estrellas animales muertas. O de mascotas (muertas) de famosos. Como lo quieras poner. Más de 50.000 lápidas en unas cuatro hectáreas de terreno que el veterinario Eugene Jones donó a quienes como él, adoraban a sus compañeros, vivos o muertos. Restos de todo tipo de animales que descansan para siempre mientras a sus amitos los dejan con el corazón roto. Tawny se lo rompió a Mary McMillan, que se encargaba de su cuidado. Pero se llevó a la tumba a su gatito. No, no se lo comió. Era su amigo, se murió un año antes y los enterraron juntos.
También está enterrada una de las Chitas de Tarzán, Jiggs, (es que también fueron muchos monos y monas los que nos vendieron como Chita) y hasta hubieran enterrado a Rin Tin Tin si no lo hubieran hecho en el Cimetière des Chiens, el cementerio de mascotas más antiguo de Europa (¡consultar pasados Raimundos que también estuvió ahí!). En este cementerio perdido tienes estrellas de todos los tamaños y de todas las eras. Junto al perro de Rodolfo Valentino o el de Humphrey Bogart y Mae West está el Jack Russell terrier de Steven Spielberg, la mascota de William Shatner o de Diana Ross. Y en medio de los múltiples conejos que hay enterrados están caballos como Topper, la estrella de Hopalong Cassidy.
Un recinto aún activo donde los meros mortales pueden encontrar un huequito si los bolsillos son tan profundos como el dolor. Gracias a ellos puedes hacerte una colección de animales famosos que sólo tienen de ello el nombre con todos los Snoopy, Bambi, Groucho, Harpo, Reagan, Duke, ¡hasta E.T.! que hay. Eso sí, los únicos animales vivos que se pasean por allí son las serpientes. De ahí el cartel que no te avisa de la amenaza zombi. Sólo de esa más real llamada pícara viborita.
Copyright de las fotografías: R&R Communications.