Lo mejor del próximo estreno de la película animada ‘Peanuts’ es que le descubrirá a más de uno el maravilloso mundo de Carlitos y Snoopy, las tiras cómicas dibujadas por el maestro Charles M. Schulz. En España, por desgracia, su trabajo se vio ensombrecido por el éxito de Mafalda, un humor más cercano a nuestro idioma, y por el uso que hicieron los simpatizantes del régimen anterior de ese Beagle al que le interesaban muchas cosas menos la política de Franco.
La otra maravilla del filme (sea como sea su realización final y que conste que tiene buena pinta) es que descubrirá a más de uno ese paraíso que es el Museo Charles M. Schulz. Ubicado en Santa Rosa, California, a una hora o así de coche al norte de San Francisco, el museo es una parada obligada diría que para los amantes de la historieta. O de Carlitos. Pero sinceramente es un lugar indispensable para cualquiera con un mínimo de sensibilidad en el cuerpo.
Esta capilla Sixtina de aquellos que en muchos países de Latinoamérica son conocidos como “Rabanitos”, una extraña traducción de ‘Peanuts’, aloja la mayor colección de originales de Schulz así como una exposición permanente que explica quién era este autor que tuvo una vida personal complicada y que muchas veces parecía querer más a sus personajes que a sus propios hijos.
No hay rencor en la familia, que nos acompañó a Ovedito y a mi por las instalaciones compartiendo sus ilusiones y temores sobre una película que durante años dudaron en realizar, porque no confiaban que la animación por ordenador fuera capar de captar el alma de estos personajes, pero que ahora están contentos con el resultado conseguido por el estudio Blue Sky que ha echado mano de técnicas utilizadas en la animación tradicional para esta película CGI.
Allí pudimos sentarnos en el mismo escritorio y la misma silla donde Sparky, como le gustaba ser llamado, paría sus historietas, tiras cómicas que siguió dibujando casi hasta su muerte. De hecho la última tira que dibujó salió publicada el mismo fin de semana en el que falleció el padre de Carlitos, Sally, Linus, Schroeder, Pig Pen, Lucy y Snoopy, así como del Baron Rojo, Joe Cool o cualquiera de las otras vidas de este perrito que tanto piensa. Pero como uno siente cuando está en Santa Rosa, en una ciudad que aún conserva la pista de patinaje sobre hielo donde Schulz acudió a diario a desayunar o cuyo aeropuerto ha transformado la oficina de información en la cabina donde Lucy ofrece su ayuda psicológica a cambio de 5 centavos, Sparky sigue con nosotros en cada una de sus historietas.
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