Pilar Miró recibe a título póstumo dos distinciones durante el mes de noviembre. Una en el marco del 24º Festival de Cine de Zaragoza que tiene lugar hasta el 30 de noviembre y otra en la undécima edición del Festival CiBRA, Festival del Cine y la Palabra de Toledo, que se celebra hasta el 24 de noviembre.
Este año además, se ha estrenado el documental ‘Regresa el Cepa’, dirigido por Víctor Matellano, sobre lo que sucedió alrededor de la película ‘El crimen de Cuenca’. El documental de Matellano, autor del guión junto a Antonio Durán y Emeterio Díez Puertas, autor del libro “Golpe a la transición”, está producido por Artistic Films y Centuria Films en colaboración con Objetivo 7 Producción Audiovisual, Argot Films, ECAM, el Ayuntamiento de Belmonte y la Junta de Castilla-La Mancha con la participación de Castilla-La Mancha Media.
Hace cuarenta años se rodaba en Belmonte y pueblos cercanos, ‘El crimen de Cuenca’ de Pilar Miró, que será después secuestrada militarmente y su directora procesada. Película que más tarde se convertirá en uno de los grandes éxitos del cine español, y su estreno en España significará un ejemplo de avance de la democracia y de la libertad de expresión.
Pilar Miró demostró su valentía en defensa de la película con su contenido íntegro, en momentos tan convulsos como el 23-F, en un mundo de hombres, aquel momento en que apenas había mujeres directoras en el cine español. Como en el caso real y en la película, “El Cepa” regresa para contarlo en el largometraje documental ‘Regresa El Cepa’.
Intervienen en el documental Gonzalo Miró, Héctor Alterio, Assumpta Serna, Mercedes Sampietro, José Manuel Cervino, Francisco Casares; los guionistas Lola Salvador y Juan Antonio Porto, la jefa de producción Sol Carnicero, el director de fotografía Hans Burmann, la maquilladora Paquita Núñez, el músico Antón García Abril, el director de doblaje Claudio Rodríguez, el ayudante de dirección Miguel Ángel Díez. También se incluyen entrevistas a políticos de la época como José Bono, a responsables institucionales de entonces como Carlos Gortari o Carmelo Romero, a periodistas y especialistas sobre el proceso y la película y sus temas fundamentales, como Fernando Lara, Miguel Losada, Diego Galán, Gerardo Sánchez -director de Días de Cine de TVE, Joaquín Ruiz Jiménez Aguilar- abogado de Pilar Miró en el caso, o la guionista y jurista Estefanía Muñíz.
Sol Carnicero, directora de producción de ‘El crimen de Cuenca’, ha querido recordar a la directora de esa obra clave del cine español y su relación personal y profesional con ella:
Pilar era mucha Pilar. Hice tres películas con ella y alguna que se quedó en el tintero. De esas tres películas hay muchos recuerdos, muchas anécdotas en el día a día, pero no difieren demasiado de otras películas con otros directores. En realidad, creo que en el trabajo bien entendido de una película, las relaciones de producción con dirección están siempre marcadas por la persecución de un fin: que la película interese, que cuente lo que tiene que contar y que los medios técnicos y económicos se ajusten a las necesidades. Por eso, creo que trabajar con Pilar no se diferenciaba mucho de trabajar con otros directores, o directoras, que también he tenido la suerte de trabajar con aquellas que pisaban fuerte en esos años. Los rodajes son duros, los horarios casi imposibles, las inclemencias del tiempo, a veces, insufribles y el suave pero preciso control de los equipos crean esa atmósfera adrenalínica siempre a punto de explotar, pero que se funde como mantequilla cuando se percibe que la escena que se está rodando es lo que habíamos deseado.
Cuando, por las noches –ahora ya no se hace- íbamos todos los equipos a ver proyección, se disipaban las dudas y los sinsabores atrasados y se producía una especie de comunión que hacía que mereciera la pena todo lo sufrido y agradeciéramos habernos dedicado a esta profesión, casi sin ninguna duda la más hermosa que se pueda ejercer. Pero la Pilar “de rodajes para afuera” me interesa más. Yo la conocía de Televisión Española. Ella ya realizaba ficción, antes había hecho algún programa de entretenimiento, cuando yo empecé a trabajar con Ibáñez Serrador. En casa de Chicho coincidíamos muy a menudo. Ellos eran amigos y en la casa del barrio de Niño Jesús, se reunía lo mejor y más granado de aquella tele incipiente pero, echando la vista atrás, mucho más atractiva que lo que ahora nos desborda. Los más asiduos eran Juan Tébar, Luis Calvo Teixeira, Lola Salvador y Pilar Miró.
Pilar tenía una preciosa perra dálmata, que se llamaba Dorrit, porque acababa de realizar la telenovela titulada “la pequeña Dorrit”, adaptación de Juan Tébar de la obra de Dickens e interpretada por una adolescente Ana Belén. Chicho y Susana tenían un impresionante pastor alemán, que se llamaba Loco. Pudiera parecer que entre Dorrit y Loco surgirían enfrentamientos, pero no. Los problemas vinieron con Paca, una tortuga que Susana Canales había traído de alguno de los exóticos viajes a los que ella y Chicho eran muy aficionados y que campaba por sus respetos por toda la casa. Normalmente, los perros eran muy respetuosos con ella, pero un día a alguno se le cruzaron los cables. Ignoramos si fue Paca quien provocó a Dorrit o fue Dorrit quien importunó a Paca, pero la cosa fue a mayores y Dorrit apareció con el trofeo entre los dientes y la pobre Paca debatiéndose entre sus fauces colgando de una pata. Susana entró en crisis, no se atenía a razones y culpaba a Pilar de irresponsable por no estar pendiente de su mascota. Pilar se defendía.
¡Qué escena! Aquellas dos mujeres a las que tanto quise y admiré y de las que tanto aprendí, a punto de tirarse de los pelos… Finalmente, rescatamos a la tortuga de la jaula de colmillos. Paca se repuso relativamente, aunque siempre anduvo un poco renqueante a partir de entonces. Y yo aprendí a mirarme en la fuerza y la valentía de aquellas mujeres, a algunas ya las he citado, que no dejaban pasar una si no estaban de acuerdo con el fondo o con la forma. Menudas eran… ¡Menudas fuimos! ¡Se podía, claro que se podía!
Otra faceta de Pilar muy poco divulgada era su buena mano para los consejos amatorios. Siempre adivinaba, por nuestras caras de acelga, los malos tragos sentimentales por los que estuviéramos pasando. Y no se iba por las ramas: era muy drástica. O bien “nena, ni
un minuto más de sufrimiento por ese pelmazo que no te merece”, o “tranquila, antes de dos días lo tienes otra vez comiendo en tu mano”. Y no solía equivocarse. No sé si ella se aplicó los remedios a sí misma, porque la verdad es que para sus cosas era más bien parca. Pero la cualidad que yo más valoré fue su tremenda fragilidad revestida de esa capa acerada y hermética. Tenía un corazón poco resistente. Siendo muy joven le detectaron una estenosis mitral que la condujo en varias ocasiones al quirófano con pronóstico alarmante. Primero le colocaron aquella válvula metálica que sonaba y parecía un agorero “memento mori”, más tarde la cambiaron por otra de cerdo que, según nos decían, sus células eran genéticamente más parecidas a las humanas. Pero, en fín, una espada de Damocles con la que convivir sin descanso ni vacaciones. A pesar de las recomendaciones médicas, Pilar vivió sin cortapisas. Pero entendía muy bien a quienes tenían que pasar por situaciones parecidas a la suya. En esos casos sí que aparecía la Pilar comprensiva y cariñosa. Un día, mi hermano mayor me llamó preocupadísimo porque le habían diagnosticado estenosis mitral. Se ahogaba. Tenían que operarle con cierta urgencia. Se lo comenté a Pilar y ella dijo: “¡Rábago!”. “Pero, Pilar, Rábago es una estrella de la cardiología. Mi hermano es un trabajador que solo tiene la seguridad social”. “A tu hermano le opera Rábago, te lo digo yo”. Y así fue. Y después Pilar acudió al hospital a verle y darle ánimos y al salir de la habitación compartida de la clínica Jiménez Díaz, Pilar se sentó en la escalera y se echó a llorar. “¿Tan mal le ves, Pilar?”. “No, tu hermano se repondrá; es el chico de la cama de al lado. Ese no pasa de esta noche”. Y acertó con el destino de los dos.
He visto pocas veces llorar a Pilar. Nunca por ella. Luego vino lo de ‘El crimen de Cuenca’. Y todo lo que ya sabemos casi todos y, si no lo sabíais, ahora está este documental ‘Regresa el Cepa’ para rellenar las lagunas que os pudieran quedar. Fue un periodo muy largo e inesperado. Una película que se hace con ilusión y con esfuerzo y que tarda dos años en estrenarse, período en el que en este país pasan muchas de las cosas peores y mejores que nos han pasado a los de nuestra generación. Pilar sufrió mucho porque tras la injusticia que se produjo en 1910 y que narra la película, se cometía otra injusticia que se ensañaba con ella. En ese interregno Pilar tomó la decisión más arriesgada de su vida: tener un hijo. Tomó la decisión de tenerlo sola. Y ese hijo nació diez días antes del golpe de estado.
Afortunadamente, la resistencia de Pilar ayudó a cambiar algunas cosas, de las que nos beneficiamos todos. Pero la pelea desgasta. Hay quien dice que ‘El crimen’ y todo el proceso de la película fue minando a Pilar. Yo creo que lo que más la decepcionó fue otra injusticia posterior: la que cometieron con ella muchas de sus personas más allegadas. Las que la pusieron en la picota cuando era directora general de Televisión Española. Pilar siguió luchando y defendiéndose hasta el final y se nos fue demasiado pronto. Pionera hasta para marcharse. Al menos, Pilar, no has tenido que pasar por el trago, también amargo, de comprobar que aquellas personas a las que admirabas y pedías consejo ya no están. Y quedarse huérfano no es nada fácil.
Sol Carnicero. Madrid, 24 de noviembre de 2019