En muchos momentos de la historia más reciente del cine español y desde los más diversos púlpitos periodísticos, se ha insistido en que se vivía un momento de gloria a partir de los éxitos proporcionados por algunas películas. Estos titulares se han convertido en referencias necesarias para insistir en “lo nuevo” y original que estaba surgiendo en las pantallas españolas.
Más allá de estas luces de neón que parpadean en la noche de cualquier etapa cinematográfica patria, es un hecho que no han sido suficientes para cambiar la actitud del ciudadano español hacia su propio cine. Sin duda, algunas reacciones y creencias populares pueden estar justificadas, pero en el fondo subyace un gran desconocimiento del cine español que debe superarse en todos los ámbitos.
De entrada no nos cansaremos de repetir que el cine español tiene buenas y malas películas, excelentes y reprochables, regulares e innombrables, pero en igual medida que otras cinematografías, incluyendo la siempre admirada estadounidense. Ante esto debemos ser un poco más serios y objetivos y saber que la “industria” española que lo sustenta cuenta con los recursos suficientes y, sobre todo, con unos grandes técnicos profesionales y que, gracias a ellos, directores, guionistas y actores han podido hacer hasta la fecha lo que nos han mostrado en la pantalla.
Podemos poner todas las pegas que queramos y exigir más de lo debido, o lo justo, pero lo que no podemos hacer es vivir en permanente descontento porque “nos han dicho” o “nos han comentado”. Los prejuicios se han instalado en la memoria colectiva de buena parte de los españoles porque rechazan el protagonismo y las manifestaciones de determinados profesionales, por la politización excesiva que se ha generado y por la dependencia económica que tiene el sector del Estado, mucho más allá de convenir en unas opiniones fundadas en el conocimiento de los resultados.
También es cierto que hablar de iniciativas correctas o incorrectas políticamente suponen insistir en asuntos que nada tienen que ver con el hecho de visionar o no una película. La prensa especializada ha cometido grandes errores a lo largo de su existencia mostrando continuamente sus simpatías y sus rechazos, manipulando la atención y el interés del espectador.
Por todo esto y mucho más, considero que, para hablar en su justa medida del cine español, lo único que hay que hacer es ver las películas. ¡Ver las películas! Recuperar el patrimonio cinematográfico español es darnos una oportunidad de revisar nuestras opiniones y criterios. Y esa recuperación debe hacerse en su conjunto.
El cine español ha dado muchas muestras de su buen hacer a lo largo del tiempo, en todas las épocas políticas por las que ha pasado la sociedad española, desde finales del siglo XIX. No se trata de describir detalladamente qué se ha hecho, pero sí recordar que en más de cien años de existencia nuestro cine ha proporcionado muchas joyas audiovisuales, obras de gran calado, profundas, divertidas, dramáticas y emotivas. Encontramos películas para todas las miradas y sobre casi todos los temas (o géneros). Más allá de los éxitos de taquilla, encontraremos pequeñas grandes obra que han pasado desapercibidas
Rosa Regás, en un artículo escrito para la revista Academia señalaba que tenía “la impresión de que el cine español es como el ciudadano español, como la literatura española, como su música y hasta como su deporte: incongruente, genial, apasionado, mediocre, distante y frío, vanguardista y tradicional, poético y descarnado, mezcla de esperpento y comedia del arte, de saga familiar rural y de expresionismo surrealista. De tal modo que, parecería, la esencia de ese cine no reside tanto en una determinada forma de ver o entender la vida, ni siquiera en los de una misma generación, sino precisamente en esta variedad de visiones, de concepciones, de aplicación de técnicas y de lenguajes que apenas alcanzan a ser un denominador común” (nª 15, 1996).
Sin duda, no estamos de acuerdo con la parte inicial del texto, dado que el cine español no es como el ciudadano español sino como lo directores quieren ofrecérselo, pues los temas que abordan muchos de ellos no les interesan a la mayoría, sino a un grupo reducido de personas con cierto nivel cultural y a determinadas revistas restringidas. El pueblo soberano no va por ahí. Y tampoco hay que atribuir a la subida de impuestos el motivo del abandono de las salas por los espectadores, pues si los espectadores continúan asistiendo a las salas será porque lo que se les ofrece les resulta, cuando menos, algo atractivo.
Estoy convencido, por todo lo visto y escuchado en los últimos treinta años, que el problema fundamental se encuentra en que la mayoría de los españoles desconocen qué se ha hecho en materia cinematográfica. Muy pocos aprovechan las emisiones televisivas que se programan y, cuando se requiere una opinión, se habla de oídas.
El cine español tiene que hacer pedagogía, mostrarse a la sociedad por todos los medios posibles. Y la enseñanza se debe iniciar en los institutos, y mantener su proyección en el itinerario formativo español. Y las instituciones implicadas deben desarrollar programas que difundan regularmente lo que se hace y lo que se ha hecho. En este sentido, sorprenden las iniciativas desarrolladas por el Instituto Cervantes a nivel internacional. ¿Por qué no se planifica algo similar dentro del territorio español? Sabemos de otras iniciativas que utilizan el cine en general para que los más pequeños vayan conociendo mejor el medio y adquieran poco a poco la capacidad crítica necesaria ante los contenidos.
Para un primer acercamiento al cine español
1908: ‘El hotel eléctrico’, de Segundo de Chomón.
1924: ‘La Casa de la Troya’, de Alejandro Pérez Lugín y Manuel Noriega.
1926: ‘El sexto sentido’, de Nemesio M. Sobrevila.
1929: ‘El misterio de la Puerta del Sol’, de Francisco Elías.
1930: ‘La aldea maldita’, de Florián Rey.
1936: ‘Morena Clara’, de Florián Rey.
1939: ‘Los hijos de la noche’, de Benito Perojo.
1942: ‘Rojo y negro’, de Carlos Arévalo.
1944: ‘El clavo’, de Rafael Gil.
1945: ‘La vida en un hilo’, de Edgar Neville.
1948: ‘Locura de amor’, de Juan de Orduña.
1948: ‘La calle sin sol’, de Rafael Gil.
1950: ‘Balarrasa’, de José Antonio Nieves Conde.
1950: ‘Apartado de correo 1001’, de Julio Salvador.
1951: ‘Surcos’, de José Antonio Nieves Conde.
1951: ‘Esa pareja feliz’, de Luis G. Berlanga.
1952: ‘Bienvenido Mr. Marshall’, de Luis G. Berlanga.
1953: ‘La guerra de Dios’, de Rafael Gil.
1953: ‘Carne de horca’, de Ladislao Vajda.
1955: ‘Muerte de un ciclista’, de Juan Antonio Bardem.
1955: ‘Historias de la radio’, de José Luis Sáenz de Heredia.
1956: ‘Mi tío Jacinto’, de Ladislao Vajda.
1957: ‘El último cuplé’, de Juan de Orduña.
1957: ‘El inquilino’, de José Antonio Nieves Conde.
1958: ‘El pisito’, de Marco Ferreri.
1958: ‘Las chicas de la Cruz Roja’, de Rafel J. Salvia.
1958: ‘El ruiseñor de las cumbres’, de Antonio del Amo.
1959: ‘El lazarillo de Tormes’, de César Fernández Ardavín.
1959: ‘Los golfos’, de Carlos Saura.
1960: ‘El cochecito’, de Marco Ferreri.
1961: ‘Ha llegado un ángel’, de Luis Lucia.
1961: ‘Diferente’, de Luis M. Delgado.
1961: ‘Viridiana’, de Luis Buñuel.
1962: ‘La gran familia’, de Fernando Palacios.
1962. ‘Atraco a las tres’, de José María Forqué.
1963: ‘Los Tarantos’, de Francisco Rovira-Beleta.
1963: ‘El verdugo’, de Luis G. Berlanga.
1963: ‘El espontáneo’, de Jorge Grau.
1963: ‘La tía Tula’, de Miguel Picazo.
1964: ‘El extraño viaje’, de Fernando Fernán Gómez.
1965: ‘La ciudad no es para mí’, de Pedro Lazaga.
1965: ‘La caza’, de Carlos Saura.
1965: ‘Nueve cartas a Berta’, de Basilio Martín Patino.
1967: ‘Ditirambo’, de Gonzalo Suárez.
1967: ‘Las Vegas 500 millones’, de Antonio Isasi Isasmendi.
1969: ‘La residencia’, de Narciso Ibáñez Serrador.
1970: ‘No desearás al vecino del quinto’, de Ramón Fernández.
1971: ‘Mi querida señorita’, de Jaime de Armiñán.
1973: ‘El espíritu de la colmena’, de Víctor Erice.
1974: ‘La prima Angélica’, de Carlos Saura.
1974: ‘Los nuevos españoles’, de Roberto Bodegas.
1975: ‘Pim, pam, pum… ¡Fuego!’, de Pedro Olea.
1975: ‘Furtivos’, de José Luis Borau.
1975: ‘Cría Cuervos’, de Carlos Saura.
1976: ‘Pascual Duarte’, de Ricardo Franco.
1977: ‘El perro’, de Antonio Isasi-Isasmendi.
1977: ‘Asignatura pendiente’, de José Luis Garci.
1977: ‘Los días del pasado’, de Mario Camus.
1978. ‘Un hombre llamado Flor de Otoño’, de Pedro Olea.
1978: ‘El corazón del bosque’, de Manuel Gutiérrez Aragón.
1978: ‘El diputado’, de Eloy de la Iglesia.
1979: ‘El crimen de Cuenca’, de Pilar Miró.
1980: ‘Opera prima’, de Fernando R. Trueba.
1981. ‘El crack’, de José Luis Garci.
1984: ‘Los santos inocentes’, de Mario Camus.
1984: ‘Tasio’, de Montxo Armendáriz.
1986: ‘El viaje a ninguna parte’, de Fernando Fernán Gómez.
1988: ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’, de Pedro Almodóvar.
1988: ‘Amanece que no es poco’, de José Luis Cuerda.
1991: ‘Amantes’, de Vicente Aranda.
1991. ‘Alas de mariposa’, de Juanma Bajo Ulloa.
1992: ‘Vacas’, de Julio Medem.
1994: ‘Justino, un asesino de la tercera edad’, de Santiago Aguilar, Luis Guridi.
1995: ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’, de Agustín Díaz Yanes.
1995: ‘El día de la bestia’, de Alex de la Iglesia.
1996: ‘El perro del hortelano’, de Pilar Miró.
1996: ‘Tesis’, de Alejandro Amenábar.
1997: ‘La buena estrella’, de Ricardo Franco.
1998: ‘La niña de tus ojos’, de Fernando Trueba.
1998: ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’, de Santiago Segura.
1998: ‘El milagro de P. Tinto’, de Javier Fesser.
1999: ‘Solas’, de Benito Zambrano.
1999: ‘Cuando vuelvas a mi lado’, de Gracia Querejeta.
2000: ‘La comunidad’, de Alex de la Iglesia.
2002: ‘La caja 507’, de Enrique Urbizu.
2002: ‘Los lunes al sol’, de Fernando León de Aranoa.
2002: ‘Darkness’, de Jaume Balagueró.
2002. ‘Planta 4ª’, de Antonio Mercero.
2003. ‘Te doy mis ojos’, de Iciar Bollaín.
2003: ‘Soldados de Salamina’, de David Trueba.
2004. ‘Mar adentro’, de Alejandro Amenábar.
2006: ‘Azul oscuro casi negro’, de Daniel Sánchez Arévalo.
2006: ‘Concursante’, de Rodrigo Cortés.
2006. ‘Un franco, 14 pesetas’, de Carlos Iglesias.
2006: ‘Volver’, de Pedro Almodóvar.
2006: ‘La noche de los girasoles’, de Jorge Sánchez-Cabezudo.
2007: ‘La soledad’, de Jaime Rosales.
2007: ‘El orfanato’, de Juan Antonio Bayona.
2008: ’25 kilates’, de Francisco Javier Amezcua.
2009: ‘Celda 211’, de Daniel Monzón.
2009: ‘Planet 51’, de Jorge Blanco, Marcos Martínez y Javier Abad.
2010: ‘También la lluvia’, de Iciar Bollaín.
2010: ‘Buried (Enterrado)’, de Rodrigo Cortés.
2011: ‘Arrugas’, de Ignacio Ferreras.
2012: ‘Blancanieves’, de Pablo Berger.
2012: ‘Grupo 7’, de Alberto Rodríguez.
2012: ‘Las aventuras de Tadeo Jones’, de Enrique Gato.
2012: ‘El muerto y ser feliz’, de Javier Rebollo.
2012: ‘Mapa’, de León Siminiani.
Sobre el autor: Emilio C. García Fernández, Catedrático de Historia del Cine en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid
El cine español ha dado mucho que hablar a lo largo de su historia. Desde hace cuarenta años y a través de sus investigaciones, artículos y libros, el Catedrático de Historia del Cine, profesor Emilio C. García Fernández, ha insistido y analizado los valores y desaciertos de la industria y la creación cinematográfica española, en las que cree, defiende, promociona y, también, critica con riguroso acierto. En este momento, es el investigador principal del proyecto “La imagen de marca del cine español” (financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, CSO2011-24622) en el que busca, junto con otros seis profesores, aportar algunos de los elementos que han podido definir su existencia en los últimos treinta y tres años.