Durante las vacaciones, Ned Fleming (Bryan Cranston), un cariñoso pero sobreprotector padre, viaja a California para visitar a su hija en Stanford, donde conoce a su mayor pesadilla: su millonario novio de Silicon Valley, Laird Mayhew (James Franco), un hombre que tiene buenas intenciones pero que se comporta de manera extraña en sociedad. Ned piensa que Laird, que no tiene ningún filtro en absoluto, no es la pareja ideal de la niña de sus ojos. Ned, un puritano hombre del Medio Oeste de Estados Unidos, que se encuentra cada vez más fuera de lugar en el glamuroso mundo de tecnología punta de Laird, ve cómo se intensifica su pánico cuando se entera de que Laird está a punto de hacer la pregunta.
Grabada en Los Ángeles durante nueve semanas, ‘¿Tenía que ser él?’ necesitó que el equipo de producción creara dos estéticas muy diferentes: la acogedora casa de Ned en Michigan y la majestuosidad minimalista de la extensa propiedad de Laird en Palo Alto. Para hacer de Grand Rapids durante las vacaciones, la parcela trasera de Universal se transformó en un pintoresco barrio suburbano nevado. Se llevaron camiones cargados de hielo para cubrir las calles con nieve y se llenaron los árboles de nieve de espuma con mangueras gigantes para crear la ilusión de un país de las maravillas de invierno.
Por el contrario, la casa de Laird ejemplifica el elegante y optimizado mundo de la tecnología. Rodeado de enormes jardines donde tiene una variedad de animales, la enorme «casa inteligente» está completamente libre de papel, baños incluidos. La casa también cuenta con un omnipresente sistema operativo llamado Justine, un conserje virtual con voz original de la estrella de ‘Big Bang’, Kaley Cuoco, que puede hacer preguntas, ofrecer comentarios y seguir la actividad y las conversaciones de una habitación a otra. El centro de la casa es una gran sala que alberga el orgullo de la extensa colección de arte de Laird: un alce gigante sumergido en un tanque de su propia orina. No obstante, la mayoría de las pinturas en exhibición son originales de James Franco.
«Muchas de las ilustraciones de la película están pintadas por James, casi todas las piezas», revela Hamburg. «Parecía apropiado para la película. Barb y Ned duermen debajo de una gran pintura que dice, ‘Humping Capybaras’ (carpinchos fornicadores), encima de una imagen de dos animales que están fornicando. Es muy James y muy apropiado para la película».
El hogar de Laird es también el lugar donde Gustav le enseña parkour evasivo como un método de autodefensa. El entrenamiento intensivo incluye ataques al azar (un homenaje a la Pantera Rosa y a Kato). El objetivo es crear un conjunto de habilidades innatas que sean instintivas, primitivas y que puedan ser activadas apropiadamente cuando sea necesario. «Ya que Laird es un activo valioso, necesita saber cómo protegerse en caso de que hubiera un secuestro o algo así», explica Key.
Los métodos de entrenamiento de Gustav se ponen a prueba, sin embargo, con un sujeto desafortunado… su futuro suegro. Convencido de que Laird es un fraude, Ned recluta a su fiel chico informático (Zach Pearlman) para hackear el ordenador de Laird e investigar sus registros financieros. Armado con la información que cree que finalmente va a exponer la intrincada red de mentiras de Laird, Ned se enfrenta a Laird delante de la familia, y ahí es cuando los ánimos terminan por explotar. Las acusaciones vuelan, y las cosas rápidamente se vuelven físicas. Tratando de evadir los ataques de Ned, el entrenamiento de parkour de Laird entra en acción, quien sin esfuerzo sube a la parte superior del tanque del alce.
A modo de guiño a las crecientes presiones del viaje, la presión del peso corporal de Laird contra el cristal hace que el tanque explote, lo que provoca que Laird sala volando a través de la habitación en una ola gigante. «La explosión es perfecta porque representa todos los temas diferentes que hemos estado desarrollando a lo largo la película, que alcanzan su punto máximo de una manera grandiosa», resume Franco. «La escena no era originalmente de esa manera. El mérito es de John, que es realmente bueno en el desarrollo de ideas y permitiendo que cada escena alcance su máximo potencial».
La idea de que Laird saliera de su gigantesca obra de arte proporcionó a los cineastas la oportunidad de hacer un guiño a la imagen pública de Franco de una manera sutil. «James tiene una reputación como artista y pensamos que sería gracioso que James Franco saliera catapultado de esta fantástica obra de arte como una extraña metaidea; y de ahí surgió todo», explica Helfer.
Esta escena fue sin duda la más complicada de rodar. El coordinador de efectos de sonido Jeremy Hays trajo a varios ingenieros para trabajar la logística de la secuencia de un tanque de dos metros y medio lleno de más de 10.000 litros de agua. «Es divertido porque primero lees el guión y luego vas a las reuniones y tratas de transmitir lo que requiere esta hazaña de ingeniería, así como el riesgo y el peligro, pero asegurando a todos que es posible», dice Hays. «He hecho cosas similares con acuarios de alrededor de un metro, pero cuando hablamos de algo de dos metros y medio, es algo completamente diferente».
El primer reto era construir una estructura en el escenario que soportara el peso del tanque de 2.300 kg más 11.000 l de agua: el peso total era de unos 7.500 kg. El equipo entonces tuvo que determinar la manera en la que el vidrio templado de ¾ pulgadas de grosor iba a poder retener con seguridad el agua dentro del tanque mientras los actores y el equipo de rodaje grababan alrededor de la instalación durante varias semanas antes de la secuencia.
Debido a que el doble de escenas de acción estaba sumergido en el tanque en el momento de la explosión, reventar el vidrio con artículos pirotécnicos no era una opción. En su lugar, Hayes y su equipo utilizaron un cilindro neumático de alta presión que transfirió aproximadamente 3.600 kilos de fuerza sobre un pequeño punto en la esquina superior del vidrio para romper el tanque e inundar el escenario con agua. «Teníamos una idea de hasta dónde iba a llegar el agua, pero al final llegó mucho más lejos y demolió el escenario de la manera que queríamos», explica Levine. «Fue una toma bastante compleja para una película de este tamaño y fue absolutamente impresionante».
Hamburg afirma que la secuencia causó muchos momentos de nerviosismo, pero se emocionó con el resultado final. «Para mí, fue el día más estresante que jamás he tenido en un rodaje de cine», asegura Hamburg. «Afortunadamente sólo tuvimos que hacer una toma. Se hizo sin problemas. El doble de acción se hizo un pequeño rasguño en la nariz, pero es que pasó a través de un tanque de cristal y sobrevivió; creo que teníamos 11 cámaras filmándolo. Es un momento realmente divertido y emocionante en la historia».
Pero no son sólo las escandalosas acrobacias de la película o la salvaje comedia física lo que más va a gustar a los espectadores. Uno se puede identificar realmente con la historia de un comprometido padre que busca la manera de aceptar al poco convencional multimillonario de la tecnología al que ama su hija; por eso Cranston es el centro de ‘¿Tenía que ser él?’ y es el personaje con el que se identificarán los espectadores esta temporada navideña. Es una divertida comedia familiar sobre aceptación y conexión.
«Surgen muchos momentos cómicos de las diferencias que hay entre las personas y es mejor cuando nacen de la realidad», dice Cranston. «Si los espectadores salen del cine habiéndose reído mucho, eso ya es un valor en sí mismo. Si los espectadores se rieron y realmente sintieron algo, habremos conseguido nuestro objetivo».